Yeltsin copió una página del libro de reglas de Pinochet; además inmunidad

—Rusia: ¿Porque la dolorosa y desorientadora situación política estaba obligando a Yeltsin a subastar a toda prisa la riqueza del Estado, lo cual era un resultado sin duda favorable desde punto de vista de Estados Unidos?

Yeltsin es visto por la historia más como un bufón corrupto que como un hombre duro y de aspecto amenazador. Pero sus políticas económicas y las guerras que promovió para protegerlas contribuyeron significativamente a aumentar el recuento de víctimas de la cruzada de la Escuela de Chicago, una cifra que no ha dejado de aumentar sistemáticamente desde lo sucedido en Chile durante los años setenta. A las víctimas del golpe de octubre perpetrado por Yeltsin, hay que añadir el elevadísimo número de muertos en las guerras de Chechenia (según las estimaciones, unos 100.000 civiles). Ahora bien, las mayores masacres que precipitó el anterior máximo mandatario ruso fueron aquellas que se produjeron "a cámara lenta", pero con una mortandad mucho mayor me refiero a los "daños colaterales" de la terapia económica de shock.

"¿Qué han ganado nuestra patria y su pueblo con estos quince criminales años anteriores?", se preguntaba Vladimir Gusev, un académico moscovita, en una manifestación prodemocrática en 2006. "Estos años de capitalismo asesino han matado al 10% de nuestros habitantes." Y lo cierto es que la población rusa se encuentra en franco (y acelerado) declive. El país pierde aproximadamente unos 700.000 habitantes al año. Entre 1992, el primer año completo de terapia de shock, y 2006, la población de Rusia menguó en 6,6 millones de habitantes. Hace cuatro décadas, André Gunder Frank, el economista de los de Chicago, disidente escribió una carta a Milton Friedman acusándolo de "genocidio económico". Actualmente, muchos rusos describen la lenta desaparición de sus conciudadanos y conciudadanas empleando términos similares.

Esta miseria planificada resulta aún más grotesca si pensamos que la riqueza acumulada por la élite es exhibida en Moscú como en ningún otro lugar del mundo con la salvedad, quizás, de un puñado de emiratos petrolíferos. En aquella Rusia, la riqueza estaban tan estratificada que los ricos y los pobres parecían vivir no sólo en países distintos, sino también en siglos diferentes. Una de esas "zonas horarias" es el centro de Moscú, transformado a pasos acelerados en un ciudad del pecado futurista del siglo XXI, donde los oligarcas se desplazaban a toda prisa de un lado a otro en convoyes de Mercedes negros protegidos por soldados mercenarios de primer nivel, y donde los gestores de dinero occidentales se ven seducidos por la laxitud de la normativa de inversiones durante el día y por las prostitutas facilitadas por gentileza de sus anfitriones durante la noche. Como ejemplo de la vida en la otra zona horaria, baste la respuesta de una adolescente de provincias de diecisiete años de edad a la pregunta de cuáles eran sus esperanzas para el futuro: "Es difícil hablar del siglo XXI cuando estás sentada aquí leyendo a la luz de una vela.

Este pillaje al que ha sido sometido todo un país con tanta riqueza como la que Rusia atesora ha requerido de actos extremos de terror en la historia reciente; desde el incendio del parlamento. "Las políticas que engendran pobreza y delincuencias", escribía Georgi Arbatov, uno de los asesores económicos originales (y generalmente ignorados) de Yeltsin, "sólo pueden sobrevivir si se suprime la democracia". Se había suprimido ya en Cono Sur, en Bolivia (durante el estado de sitio).

Cuando ya no fue posible ocultar por más tiempo los fracasos del programa de terapia de shock en Rusia, la interpretación predominante pasó a centrarse en el arraigo de la "cultura de la corrupción" en Rusia y en la especulación con la posibilidad de que los rusos "no estuvieran preparados" para una auténtica democracia por culpa de su larga historia de autoritarismo. Los economistas de los think tanks de Washington negaron inmediatamente toda relación con la economía frankensteiniana que habían ayudado a crear en Rusia y la tacharon de "capitalismo mafioso" (un fenómeno supuestamente específico del carácter ruso). "Nunca haremos nada bueno de Rusia", declaraba Atlantic Monthly en 2001, haciéndose eco de la frase de un oficinista ruso. En Los Angeles Times, el periodista y novelista Richard Lourie proclamó que "los rusos son una nación tal calamitosa que, incluso cuando se dedican a algo sensato y trivial, como votar y ganar dinero, lo echan todo a perder". El economista Anders Aslund había afirmado que las "tentaciones del capitalismo" bastarían por si solas para transformar Rusia: el poder de la codicia facilitaría el impulso necesario para reconstruir el país. Cuando se le preguntó unos años después qué era lo que había fallado, respondió que "la corrupción, la corrupción", como si ésta no fuese otra cosa más que la expresión irrefrenada de las "tentaciones del capitalismo" que con tanto entusiasmo había ensalzado.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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