Democracia y Educación

Con el título de este artículo rememoramos las ideas del insigne filósofo norteamericano John Dewey, padre del pragmatismo. Difícilmente puede concebirse alguna concepción de la educación que no implique la trasformación efectiva de la naturaleza. La educación, el saber que ella debe encarnar, es el medio para la satisfacción de las necesidades de las personas. En este sentido, los sistema ideológicos ajenos al desarrollo social revelan cuan nocivo son. El pragmatismo resalta los vínculos entre el saber, la realidad y el bienestar social. Ésta relación es en su esencia democrática, pues, rechaza la imposición de cualquier doctrina que le dé la espalda a la realidad concreta. El pragmatismo nos enseña a valorar las ideas por las relaciones que nos permiten tejer con la realidad. De allí el valor que Dewey le da a la experiencia, otra de sus obras se llama "experiencia y educación".

En Venezuela actualmente se impone, a sangre y fuego, un cuerpo de conceptos acartonados. La mayor crítica al proceder político del gobierno y al contenido de su discurso es la terrible crisis socioeconómica. Un trágico empobrecimiento del país que contrasta con el resto de los países de la región. Sin embargo, estas circunstancias son interpretadas por la lógica gubernamental bajo el código del dominio social y la plena ceguera a los hechos concretos.

El gobierno asume la infalibilidad de su doctrina. Encerrado en tal lógica, todo individuo y sector social que denuncie las falacias y las dramáticas consecuencias de su accionar es señalado como enemigo. Toda disidencia es catalogada como "traición a la patria". Las relaciones humanas han sido trastocadas por un elaborado aparato de censura, retaliación y represión implícita y explícita. En este contexto, la educación pierde toda su fuerza espiritual y pretende ser reducida a la adulación artificial.

La universidad autónoma Venezolana, es actualmente uno de los pocos reductos con el vigor suficiente para resistir el arrollamiento de un estado tomado por una lógica antidemocrática. El carácter tolerante, argumentativo, abierto y libre de la vida universitaria tiene por objeto el bienestar material, moral y ciudadano de la colectividad.

La educación, la que conduce a la prosperidad humana, es necesariamente democrática. No porque así lo establezca algún dogma partidista, sino porque el desarrollo no es producto de imposición alguna. El desarrollo es hijo de el aprecio reciproco por las perspectivas diferentes, pues, ellas dan espacio a los débiles. La educación democrática es la mejor respuesta que tenemos para la integración de los marginados, para desarrollar sus potencialidades e insertar sus fuerzas en el proyecto común por un mejor país. Dewey sabiamente nos invita a obviar los credos dogmaticos incapaces de escuchar los hechos.

Profesor de filosofía

UPEL-IPC

varela1974@hotmail.com



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