Bájese del caballo

Trabajando la tierra ¿no ve ?.... Respondió el sudoroso campesino al señor que desde la altura de su caballo le preguntaba qué hacía allí. Pues esta tierra es mía increpó arrogante el caballero. ¿Y por qué es suya? retrucó el campesino. Porque la heredé de mi padre. Y su padre ¿cómo la obtuvo? Porque la heredó de mi abuelo. Y su abuelo ¿cómo la obtuvo? ¡Peleando! exclamó el terrateniente…. Entonces bájese del caballo contestó el campesino. La pelea es peleando.

El ancestral problema de la tierra es una realidad presente por igual tanto en la ciudad como en el campo. El vigoroso movimiento brasileño de “Los sin tierra” programa y ejecuta periódicamente invasiones simultaneas de decenas de latifundios con miles de hectáreas, pese a la condena permanente del gobierno del “compañero Lula”.

La consigna de la tierra ha sido la gran movilizadora en la historia de nuestros pueblos desde el Rio Grande hasta la Tierra del Fuego. Por ella se desarrollaron la revolución mexicana y la revolución cubana. Con sus banderas envolvió la socialdemocracia a buena parte de nuestros pueblos. Por ella están en pié de lucha los mapuches de la Araucaria chilena y los pueblos originarios que hacen parte de la Amazonía suramericana. Por La Pachamama.

Las tierras agrarias como las urbanas por igual son un derecho de los pueblos. La tierra para sembrar y la tierra para vivir. El gobierno bolivariano tuvo la justiciera iniciativa de impulsar la creación de los “Comités de tierras urbanas” entre los sectores populares de las ciudades, como las instancias organizadas de lucha para el logro de las tierra para las viviendas. Una gran cantidad de esos comités se crearon en zonas que hace tiempo fueron invadidas. Hoy en día, a pesar de su anarquía son verdaderos desarrollos urbanos. Se trata de la legalización de las invasiones del pasado. Bastante promocionadas fueron las adquisiciones de la propiedad de uno que otro Comité de tierras urbanas, pero ahí quedaron.

La gran deuda del gobierno bolivariano con su pueblo es la vivienda. Ese ha sido nuestro gran fracaso hasta ahora. No hemos sido capaces de desarrollar un programa medianamente efectivo de viviendas para el pueblo. Y el déficit crece. Entonces cómo se puede criminalizar una actividad tan vieja como las luchas del hombre mismo. Peor aún, con la amenaza de que quien invada será excluido para siempre de los beneficios de la política de vivienda. ¿Cuál política de vivienda? Nos preguntamos. Se pregunta la gente.

Vivimos tiempos de revolución, donde el poder popular toma múltiples expresiones, algunas muy decentes, aceptables, muy respetuositas de la propiedad privada y esas cosas. Pero hay veces en que el pueblo arrecho reclama sus derechos. Y los ejerce como poder revolucionario.

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Edmundo Iribarren


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