“La rebelión de las prostitutas”

Un siglo atrás ninguna organización, ni política ni gremial, se hubiese atrevido a organizar y realizar una manifestación o una “marcha de las putas” como se acaba de llevar a cabo en toda Colombia demostrando que no sólo poseen organización sino, igualmente, convicción por sus justas reivindicaciones sociales. A comienzos del siglo XX la camarada Rosa Luxemburgo le propuso a Lenin la creación de un periódico que tuviera que ver con las realidades, necesidades y aspiraciones de ese viejo género de trabajo sexual, que denunciara las vicisitudes de las mujeres que vendían o alquilaban su cuerpo como mercancía sexual. La camarada Rosa Luxemburgo veía en las prostitutas una fuerza de lucha contra las injusticias del capitalismo, pero el gran estratega de la Revolución Proletaria Rusa no estuvo de acuerdo con esa idea. Era también un tiempo en que la homosexualidad se veía con muy malos ojos por quienes la combatían y la detestaban. Unos años después el nazismo persiguió, sin clemencia alguna, a los homosexuales e incluso así fueran militantes de su propio partido.

 La prostitución es un efecto que sólo lo sana un régimen socioeconómico que haga nacer una luz que brille para todos, que no sólo alumbre sino también que sanifique, que eche por la borda las oscuras sombras del pasado (actuantes y agravadas en el presente como crueles injusticias y desigualdades sociales) y haga valer la libertad como la fuente más creadora del ser humano. Mientras eso no suceda, habrá prostitución para largo rato e incluso cada día se incrementará como un torrente desesperado por sobrevivir a las cada vez más precarias condiciones socioeconómicas de la mayoría de la humanidad.

 La prostitución de la mujer es un trabajo físico-psíquico, más doloroso que placentero, y un comercio, más rentable que negocio de vender trajes de baño en playa de nudistas, donde esa ley del monopolio imperialista de endeudar al consumidor no ha conseguido entrar victoriosa en su mercado; es decir, la prostitución es un comercio carnal donde no se fía la mercancía ni siquiera prometiendo pagar jugosos intereses por la deuda del que disfruta de “placer”, aunque éste tenga una respuesta indiferente de parte de quien la vende.

 Un siglo después, pareciera, que la idea de la camarada Rosa Luxemburgo cobra vigencia en la lucha política. Muchos cambios bruscos se han producido que igualmente implican cambios de tácticas en la política. La globalización capitalista salvaje, a través de la ley del desarrollo desigual, ha incrementado como nunca antes las necesidades materiales y espirituales de la humanidad y, con mucha especificidad, las de las mujeres. La pobreza es la generalizada y la riqueza es la particularizada. Y la miseria genera, de forma obligatoria y entre tantas cosas, la prostitución de la mujer para la comercialización del sexo con el agregado actual, que igualmente eso se ha extendido al homosexualismo que actualmente no paga sino que cobra a quien le complace su placer sexual.

¿Podríamos hoy día, cuando la globalización del capitalismo ha incrementado como nunca antes la prostitución de la mujer producto de la globalización de la miseria social, desechar una idea semejante a la de Rosa Luxemburgo? Por principio doctrinario marxista o de simple humanismo, habría que rechazar y combatir la prostitución, porque degrada a la mujer y al Estado que la permite. ¿Pero habría que preguntarle a una madre que observa a cada segundo de su vida el hambre y el llanto de su hijo hambriento, cuando no está en capacidad de realizar ningún trabajo productivo que la haga vivir en condiciones incluso de sobrevivencia social, si la moral es un alimento para darle de comer a su hijo y quitarle el hambre, si la dignidad es una presa exquisita y vitaminosa, y si la conservación más pura y santa de sus órganos sexuales es más importante que la vida de su criatura? Para una mujer que comercia con su sexo por satisfacer necesidades materiales vitales para la vida humana, por mucha ignorancia que posea, no es más inmoral su actividad que la de una esbelta, hermosa, culta, bien vestida y encopetada dama de la alta sociedad que tan pronto sale su marido a explotar trabajadores y obtener plusvalía con plustrabajo no remunerado, deja entrar al amante haciéndolo pasar como su masajista preferido engañando a todo el star de servicio doméstico que tiene en su mansión sin preocuparse del marido cornudo, porque éste siempre será el último en enterarse.

Una característica que atrajo muchísima simpatía hacia el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, es el pluralismo en sus llamados a la lucha por los objetivos propuestos en su programa político. No excluyen a ningún sector social afectado por las políticas del capitalismo salvaje y mucho menos en tiempo de globalización cuando la miseria alcanza las nubes y con su neblina de miserias arropa a la aplastante mayoría de la humanidad. En casi todos los discursos de don Antonio, a través del subcomandante Marcos, se menciona a las prostitutas, los homosexuales y las lesbianas, porque también son seres humanos que viven una cruel realidad que les afecta sus derechos y les hace aparecer como seres excluidos, según la moral burguesa, de las fundamentales políticas sociales del Estado.

La parte de la sociedad que desprecia a los seres por razón de sexo, aunque no lo crea, es porque seguramente hay un descontrol en sus sentimientos y en sus sensibilidades. Detrás de una prostituta, una lesbiana o un homosexual, generalmente, hay una criatura que no es culpable del infortunio de su madre o de su padre, por lo cual es necesario, por razón humanitaria, facilitarle comprensión, solidaridad y respetarle todos sus derechos que están consagrados y avalados internacionalmente. Estamos hablando en sentido de lo social y no de complacencias particulares de sexo.

Quienes se han desviado, por alguna razón o motivo, de la naturalidad del sexo también poseen concepción sobre la vida, la familia, los hijos, los amigos, la política, la economía o la ideología. Vivimos un régimen capitalista tan inhumano e injusto que estimula tanto la promiscuidad, que a miles de hombres y mujeres, de jóvenes, de niños y niñas no les deja otra vía de escape para sobrevivir que lanzarse al negocio carnal o sexual, a la delincuencia, a la droga, en fin, a la perversión de los valores humanos. Es tiempo de lucha y de decisión por la vida, por la alegría, por la solidaridad y por la ternura. No queda otra alternativa. El nuevo mundo no se puede conquistar, para hacerlo realmente humano y feliz, excluyendo a los seres por razón o motivo de sexo. Execrar de la lucha política, valiéndose de una concepción humana de antagonismo de sexo, a las prostitutas, a los homosexuales y a las lesbianas sería como tratar de resolver los grandes problemas del mundo prohibiendo el sexo o sólo consumiendo aspirinas para calmar dolores de cabezas. En la actualidad, las prostitutas, los homosexuales y las lesbianas han demostrado una enorme capacidad organizativa para realizar jornadas internacionales de protestas contra injusticias y por sus derechos y, hace unos días, en Colombia se llevó a cabo “La marcha de las putas”, donde expusieron sus reivindicaciones y enarbolaron la bandera de ¡no más violencia y políticas de exclusión contra las mujeres!

Una rebelión de prostitutas, homosexuales y lesbianas, de seguro, no implicaría una revolución social pero sí sería un movimiento tan grande o más que los indignados que auspician un cuestionamiento a algunas realidades o principios del capitalismo salvaje aunque no se produzca ni un solo grito de ¡Viva el socialismo!

Si algún día unas prostitutas, por ejemplo, hicieran un planteamiento parecido al de la camarada Rosa Luxemburgo, no habría que responderles con el ¡no! rotundo del camarada Lenin, sino más bien se les debería dar una opinión favorable y señalarles el nombre del periódico a crear como su vocero de inquietudes, esperanzas, realidades y expresión de lucha contra la globalización del capitalismo salvaje y por una sociedad digna que les resuelva, sin despreciarles, las necesidades sobre las cuales no se producirían ni el comercio carnal ni las desviaciones del sexo. No debería vacilarse en proponerles como nombre de su periódico de combate contra la globalización capitalista salvaje, el siguiente: “Coño arrecho.



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Freddy Yépez


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