Un país del sur del
continente americano, rico en recursos naturales con 217 millones de
barriles de petróleo en reservas internacionales _las mas grandes
del mundo_ ocupante del octavo lugar mundial en reservas de
gas, pudiendo alcanzar el quinto puesto, como dignos hijos de
Bolívar, deciden ser soberanos y desatar las cadenas del nuevo
colonialismo.
El llamado Pacto de
Punto Fijo, acuerdo político que marcó el bipartidismo en Venezuela
desde el año 1958, cuando las organizaciones políticas AD y
COPEI se repartían el poder y gobernaban de acuerdo a sus
intereses y a los de las potencias extranjeras, constituyó uno
de los ingredientes de caldo de cultivo en los sucesos ocurridos en
el quinquenio 1989-1993; El Caracazo, ocurrido en 1989,
explosión social espontánea generada como consecuencia de la
imposición por parte del Fondo Monetario Internacional de un paquete
de medidas económicas neoliberales, al recién instalado gobierno de
Carlos Andrés Pérez fue el detonante que hizo salir a las calles
a centenares de venezolanos y saquear abastos y supermercados,
como prueba de que lo había era carencia de necesidades básicas.
No podía interpretarse de otra forma, era el primer indicio
de que el pueblo venezolano sentía sus demandas insatisfechas por el
sistema político instaurado. El descrédito de las instituciones
producto de la ineficiencia, la indolencia y la corrupción generó
el descontento de un pueblo e hizo que el 4 de febrero de 1992
Fuerza Armada y pueblo se alzaran en armas aspirando rescatar
la soberanía de un país que estaba entregado a intereses extranjeros,
en búsqueda de justicia social y una mejor distribución de la
renta petrolera. El líder de esta insurrección, Hugo Chávez
Frías, llega a la Presidencia de la República en el año 1998
con la propuesta de impulsar un proceso constituyente que
funde un nuevo Estado basado en principios socialistas de derecho y
de justicia, así en 1999 se llama a una Asamblea Nacional Constituyente
y en el año 2000 se aprueba la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, luego de un profundo e inédito proceso de discusión
en el que todos los sectores sociales participaron: agricultores, docentes,
trabajadores, políticos, grupos culturales, colegios profesionales,
entre otros. Una de las más avanzadas Cartas en materia de derechos
humanos, contempla el reconocimiento de los indígenas
(cultura, lengua, derechos políticos); establece una administración
pública que invoca principios de transparencia, rendición
de cuentas, participación ciudadana; en materia económica prohíbe
el monopolio y define el marco legal a desarrollar en materia de hidrocarburos
reservando esta actividad económica al Estado, como garante de los
intereses colectivos y de la soberanía e independencia; en fin un nuevo
Estado que nace con las exigencias, inquietudes y protagonismo de un
pueblo.
A los ojos de quienes
habían dominado por mas de 40 años las riquezas y recursos naturales
de este País no luce buena la idea y desde que los cambios profundos
y la nueva distribución de la renta petrolera comienza a materializarse
en los hogares venezolanos, cuando a través de Misiones se ha
ido cumpliendo la deuda social con sus compatriotas, se disparan
las alarmas de desestabilización y comienza a cocinarse una receta
articulada desde el exterior y secundada por la extrema derecha venezolana,
ya conocida, para el establecimiento de facto de un nuevo
gobierno, que responda a los intereses extranjeros y empeñe su
soberanía a cambio de prebendas individuales.
En abril de 2002
instituciones ilegítimas que no representan los sectores que agrupan
a través de sus cúpulas, como la Confederación Venezolana de Trabajadores
(CTV), Federación de Gremios Empresariales Privados (Fedecámaras)
y algunos funcionarios de la nómina mayor de Petróleos de Venezuela
(PDVSA) inician la ejecución del plan desestabilizador con el fin único
de deponer un Presidente legítimamente electo. Así gerentes
de PDVSA aludiendo a la pérdida de beneficios contractuales como
la meritocracia, cuando en realidad lo que les afectaba era la
pérdida del negocio privado que sostenían de la comercialización
del petróleo venezolano; comienzan una escalada de sabotajes
en la principal industria del país hasta dejar a los venezolanos
sin gas ni gasolina para las actividades cotidianas. A estas acciones
se suman la CTV y FEDECAMARAS logrando paralizar el país, llamando
a paros escalonados y finalmente una marcha que sacaría al ‘‘tirano‘‘de
Miraflores (Palacio Presidencial Venezolano). Los principales
dirigentes de estas instituciones luego de mas de tres (3) meses en
la calle llamando al pueblo a salir a las calles convocan a una
marcha el 11 de abril que llegaría hasta Miraflores y haría que el
Presidente Chávez renunciara, lo que en realidad planificaron fue una
masacre de sus seguidores a cuya emboscada ellos jamás llegaron
y con francotiradores apostados en las cercanías del Palacio Presidencial
comenzar a dar caída a opositores con detonaciones en la cabeza.
Sorpresivamente quienes se habían mantenido al frente de estas
acciones en ese momento no se encontraban liderando la marcha.
Ante lo confuso de la situación y la traición de algunos militares
cercanos al anillo Presidencial, anunciaron una supuesta renuncia del
Presidente Chávez, al tiempo que era secuestrado y llevado a una Isla
venezolana para posteriormente ser sacado del país. Con el dominio
del los medios de comunicación privados y la confiscación del canal
del Estado salió del aire el acontecer político y solo se veían caricaturas
en las televisoras y se escuchaba música en las emisoras
de radio. Un pueblo enardecido por la incertidumbre del
paradero de su Presidente y el desconocimiento de su destino, burlado
por los dueños de medios de comunicación social al ocultar lo que
en realidad ocurría decide volcarse a las calles hasta ver el
retorno del Presidente legítimamente electo. Es así como
en la madrugada del 12 y 13 de abril (día que rescatan a Chávez)
el pueblo permaneció en las afueras del Palacio Presidencial,
Fuerte Tiuna, Venezolana de Televisión, Residencia Presidencial,
campos petroleros con consignas como ¡Queremos ver Chávez!
¡El no ha renunciado, lo tienen secuestrado!
¡Chávez aguanta que el pueblo se levanta! propias del sentir popular
y de un pueblo digno que vio con gallardía como lo despojaban de su
decisión legitima y democrática de escoger sus gobernantes.
La presión social y la valentía de unos militares dignos fueron
la alianza perfecta para arrebatarle a los golpistas el Palacio
Presidencial y coordinar el rescate del Presidente Chávez. ¡NO VOLVERAN!
*Consejera Cultural
Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en Canadá
fmalvar@cantv.net