Idioma español i gentilicios

¿Cómo decidir o decir: Maracaibero, Marabino o Maracucho?

“Las confusiones conceptuales son

 consecuencias de aberraciones

 en el uso”

 Jerrold J. Katz 

 Este artículo que va dedicado deferentemente a un lector amigo, Carlos del Villar Montiel, quien desea vaya dedicado también a periodistas, locutores, animadores de TV i demás personas de los medios de comunicación social, responde a una preocupación mui interesante de persona pensante que le preocupa el lenguaje, que es lo que aporta la distinción fundamental entre el hombre i los animales, como bien señala el filósofo Max Black. I en mi caso, desde que tomé conciencia de esa importancia sobre todo en el bachillerato, donde me enseñaron que nuestro idioma es el español i no castellano –idea que defiende magistralmente el Académico de la Lengua Española, Manuel Seco− se asentó el error de poner como lengua oficial al castellano, disparate que deslizó con maña un Constituyente (Allan Brewer Carías) en la Constitución Bolivariana (Título I, art. 9) –ya explicar esto sería motivo de otros u otros artículos−  pese a la defensa o mejor, oposición, que hicimos Cristóbal Jiménez (además de cantante, Lic. en Literatura, con estudios de post grado) i me enseñaron también desde la Primaria i el Bachillerato que tenemos solamente cinco vocales (a, e, i, o, u) de un idioma latino, i ninguna letra griega, puesto que la /y/ es la consonante yé (Y), aunque al final la Academia Española había admitido su uso como conjunción copulativa i en algunas palabras, debido al uso, pues el diccionario no hace al idioma sino el idioma al diccionario; sin embargo, el inolvidable viejo Cuenca (Dr. Raúl Cuenca, ingeniero, agrimensor, historiador, filósofo i sobre todo docente por vocación) i sus contemporáneos, Toribio Urdaneta, Yépez Baralt, Yépez Trujillo, Udón Pérez, Jorge Schmidke, Butrón Olivares, Jesús Enrique Losada, hasta Ábrego Montero que fue mi profesor en Castellano i Literatura, escribían con la /i/ latina, igual que mi padre. La nueva Gramática de la Lengua Española, ha dicho que la /y/ es la Y (yé), i no sé en qué lugar ha quedado o quedará, pues antes era, creo que la vigesimoséptima letra (consonante) del abecedario, pues ahora están cuestionadas o eliminadas la Ch i la Ll, que a mi juicio es no mui admisible.

 Es por esto que he puesto al comienzo un pensamiento o sentencia en Filosofía del Lenguaje, de Jerrold J. Katz, porque fui profesor de esa disciplina durante más de 20 años en la Escuela de Filosofía de L.U.Z, i allí vemos el lenguaje i al homo loquens, (del lat. loquor, hablar: el hombre que habla, se pronuncia a /u/ i se dice lócuens) desde algunas perspectivas distinta a la gramática i a la filología o materias afines, pues las confusiones conceptuales, producen aberraciones en el uso, según este notable investigador.

 El problema planteado es respecto al gentilicio que deben usar o se le debe adjudicar a los hombres i mujeres nacidos en la ciudad de Maracaibo, capital del Estado Zulia, en Venezuela. Aquí, precisamente en lo que acabo de escribir hai un problema en el uso en la escritura, en lo cual no pude ponerme de acuerdo con mi amigo el Dr. Luis Guillermo Cristalino Santana, ese distinguido abogado, locutor, comentarista cultural i a quien me une una gran amistad. El dice que allí debo escribir porque la palabra estado, como la de los días de la semana o de los meses, son nombres comunes i van con minúscula (lo que es cierto i correcto), mientras para mí, en filosofía del lenguaje, todo es un nombre propio, de una entidad o territorio bien definido, agregando que los nombres propios en filosofía del lenguaje, pueden tener, como decía Bertrand Russell para exagerar, hasta un millón de palabras.

 En cuanto al gentilicio, el amigo Carlos del Villar, me recordó un artículo que ambos leímos hace algunos años (pero no lo tenemos a mano; voi a revisar mis archivos que es tarea de hormigas) de mi entrañable amigo, colega i compañero de luchas gremiales, literarias  i artísticas, el inolvidable Dr. Américo Negrete. Américo se incomodaba mucho cuando escuchaba que nos llamaban, sin mala intención ni con carácter peyorativo, maracuchos. Le parecía despectivo, vulgar i sin uso correcto del sufijo “ucho” que no lo encontramos ni en la actual gramática. Decía que era como si a los caraqueños los llamáramos caracuchos, i resulta cierto que si hubiese ese sufijo, (lo hai para otras cosas) estaría mal empleado pues cortaba de manera irregular los nombres originales o raíces del término o palabra. Además es cierto que sí tiene connotación despectiva en el uso, cuando nos llaman así, con cierta ironía o desdén. ¡Estos maracuchos del c….! ¡Para desordenados i alborotadores, los maracuchos! Sin embargo, un abogado en Caracas que se ocupa mucho i con autoridad, del uso del lenguaje, el Dr. Alexis Rodríguez, en el volumen II de sus libros Con la Lengua, luego de referirse a los gentilicios (pág. 247 en adelante) como palabras derivadas que se forman a partir de un topónimo, expone diez sufijos que no incluyen a ucho, más adelante al mencionar los ejemplos en Venezuela, escribe como gentilicio del maracaibero, el maracucho (¿No es errado?) i un poco más allá, en la página siguiente, expone como caso especial que maracucho ha prevalecido sobre maracaibero, lo que no es cierto, porque luego dice que el sufijo ucho ha servido para expresar diminutivos, o formas especiales de nombres llamados hipocorísticos como Perucho, Rafucho Lucho, Isabelucha, Merceducha, e insiste en maracucho. No dice que es despectivo al mismo tiempo que diminutivo, sustantivos o adjetivos como cuartucho, feúcho, casucha, etc. Salva sí, su intención, diciendo que la regla de oro en cuanto a la formación de gentilicios, es el respeto a la inventiva popular i que los nativos o habitantes de un lugar, tiene autoridad para llamarse como se les ocurra. Otras consideraciones como gentilicios raros por no corresponder al toponímico, es el caso de palabras formadas por otras denominaciones que se dan a ciertos sitios o ciudades, de acuerdo al nombre antiguo ya desaparecido. Aquí, no nos importa.

 Los sufijos de los gentilicios, los pueden conseguir en la Nueva Gramática, en las Unidades Gramaticales de Análisis, números 7.3.1 en adelante, i verán que ninguno de los distintos grupos de sufijos que nos ayudan a formar los gentilicios, o patronímicos, etc., es, este cuestionado de “ucho”. En cambio, si existe (ero) como por ejemplo en habanero, maracayero,  para formar el gentilicio maracaibero que es el nombre o el gentilicio que debe distinguir a los naturales de Maracaibo. Descartado, pues, maracucho – en criterio de Negrette, otros intelectuales zulianos i en el mío−, algunos usan también marabino, que para un amigo del señor Carlos del Villar (según me cuenta) el profesor Gabriel Fraser Negrette, marabino serían los nacidos en Marabia (entidad que no existe como ciudad, pueblo o región) o cuando más, pienso yo, para los nacidos en Mara, nunca para los de Maracaibo, sustantivo a la cual el sufijo le está mutilando casi la mitad de la palabra. En Venezuela es de consultarse por ejemplo en Caracas, las obras del Padre Barnola, Rosenblat, René de Sola, i otros que olvido, pero en Maracaibo para mí son autoridades Tito Balza Santaella, Eddy González o Manuel Martínez Acuña, quienes tendrían hasta más conocimientos idiomáticos que quien escribe. Lo cierto es una cosa que si me ha quedado clara, desde que en filosofía se estudia por ejemplo a Juan Hispano, Guillermo de Occam (William Ockam), Stuart Mill, Russell, Wittgenstein etc., hasta los autores contemporáneos (en Maracaibo tuvimos al mexicano José Pascual Buxó ya ausente hacia su México natal, i al formidable español universal (Canario) Agustín Millares Carlo, autoridades que nos daban la razón) i es algo que un profesor en Lovaina (Bélgica) me lo recalcó. Cuando fuimos a un Curso especial sobre Gramática Francesa, un viejo mui humorista i alegre nos dijo con gracia: −Vamos a estudiar gramática francesa, pero desde ya les advierto, que es tan arbitraria, ¡que ni yo la sé! I en los otros idiomas, es la misma cosa. El lenguaje en sí, lo sabemos desde los tiempos griegos, es algo arbitrario, no habrá nunca reglas ni leyes, aunque se hace el esfuerzo perenne de hacer textos gramaticales. En español, desde Nebrija. Platón pensaba, que entre las cosas i las palabras, algunas veces había una cierta rectitud o conexión entre ellas, pero eso no se pudo probar nunca (por ejemplo, entre el fuego i el humo). Las únicas palabras así, son las onomatopéyicas, como el quirikikí del canto del gallo. En el siglo XX, Russell i Wittgenstein, luego de aquel difícil Tractatus Lógico-Filosófico del segundo de ellos, se propusieron junto a muchos otros lógicos, hacer un idioma perfecto para la ciencia, con proposiciones moleculares i proposiciones atómicas i otras exigencias, hasta que se convencieron que era imposible i que la ciencia lo que debe usar es el lenguaje ordinario, pero introduciendo precisión, con una ayuda desde la filosofía de la ciencia: la medida científica que, era quizá el tema más extenso en mis clases de esa especialidad.

 Creo, amigo Carlos, que en parte al menos, he respondido a tu pregunta o mejor preguntas, porque también hablamos de uno de mis mejores amigos de toda la vida: Américo Negrette, i me perdonarás que al tratar el tema demasiado breve, me haya extendido tanto, pero es que la filosofía, la literatura i el arte, −cosas bellas o sublimes en la existencia humana− siempre son como mariposas azules que revolotean en mi mente, i el docente de ayer, reaparece.

robertojjm@hotmail.com



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Roberto Jiménez Maggiolo


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