Mi voto comunal

En Venezuela, el culto a las elecciones y el virus de la corrupción se parecen a los glóbulos rojos y blancos que circulan por nuestras venas. Forman una genética histórica como práctica política e inmoral de la sociedad capitalista venezolana.

Creer en el voto como el "deber ser" de la Democracia, es similar a sostener que la corrupción representa la vía natural para enriquecerse en corto tiempo, con el mínimo "sacrificio", además, como diría un repugnante burócrata político adeco llamado, Gonzalo Barrios:-En Venezuela no hay razones para no robar en la administración pública.

Después de la muerte de Juan Vicente Gómez (1908-1935) a la fecha, se desató una epidemia de elecciones para elegir desde presidentes de la república, diputados, gobernadores, alcaldes, concejales, miss Venezuela, reina de carnavales, aprobar o desaprobar referéndum, reformas, constituciones, directivas sindicales, juntas de condominio y, con igual ímpetu, hasta la persona que ponga la música para cantar el cumpleaños feliz.

Revisando el pasado siglo XX y lo que llevamos del actual, en relación al tema del voto /elecciones, pudiera decirse que "la trayectoria parece consolidarse en etapas distintas, incluso contradictorias". La era post gomecista se caracterizó por altos porcentajes de participación electoral, especialmente en los comicios presidenciales, con niveles superiores al 80 por ciento y así, sucesivamente, con el voto como amuleto de buena suerte, fue afianzándose el modelo político que mejor representara a la sociedad de los desiguales, los ricos y pobres.

Ir a elecciones daba rienda suelta a la demagogia delirante, fajos de billetes para comprar votos, trampas en los cuadernos de votación, quema de actas, soborno de testigos de mesa, mentiras mediáticas, chantajes laborales, alianzas siniestras entre candidatos y empresarios caza-contratos. Prácticas putrefactas para asaltar la silla de Miraflores y ponerle la mano a la corona: la riqueza petrolera. ¿Cuántos candidatos, hábiles en la artimaña, adulación y el fraude, se hicieron Presidentes, Diputados, Gobernadores, Alcaldes y Concejales, por la complicidad de todos, bien por acción u omisión?

Los partidos políticos tradicionales, hoy convertidos en espantapájaros ideológicos con siglas desteñidas y los nuevos partidos, algunos con el mismo delirio de poder y codicia, uno de ellos en el poder desde el dos de febrero de 1999, han afianzado el mito de creer que el Voto es casi una varita mágica capaz de cambiar de un día para el otro, las crisis que cada gobierno arrastra, perpetúa y el pueblo sufre. Elecciones van y elecciones vienen y los electores y candidatos siguen repitiendo el mismo acto circense. Unos se ríen de los payasos y los payasos se roban el dinero de la taquilla. Unos engañando y otros, dejándose engañar.

Detrás del culto al voto-mesías está la corrupción. Cuesta hallar un funcionario público, empresario, comerciante, dirigente sindical, alcalde, gobernador, ministro, rector, general o almirante, en fin, un venezolano o venezolana común y corriente que, de alguna u otra forma no haya perpetrado un mínimo acto de corrupción. Los de cuello blanco se robaron y sigue saqueando miles de millones de dólares, cantidad imposible de escribir en una cartelera de veinte metros de ancho y, los de cuello rojo han multiplicado las cifras anteriores, aunque algunos peces gordos ("tiburones", según los calificó el actual Fiscal General) han sido capturados, sin embargo, tácticamente se repliegan y vuelven como "pedro por su casa", pillando a diestra y siniestra, en nombre de la revolución bolivariana, lamentablemente.

Si la corrupción se considerara un delito de lesa humanidad e imprescriptible, miles de políticos y empresarios, de todos los partidos y sector económico, estarían pagando cadena perpetua o pasado por las armas, si en nuestras leyes existieran tales condenas.

Sobornar a otra persona para obtener un documento en menos de lo que canta un gallo, pagar un permiso para no ir a trabajar, pasar por una alcabala con mercancía ilegal, ocultar un expediente donde apareces solicitado, ingresar a un local fuera del horario permitido, autorizar la circulación ilegal de gandolas con productos alimenticios con destino al país vecino, permitir la fuga de presos, entre las tantas modalidades de violar la ley, es parte de la realidad cotidiana del país.

El soborno circula a la misma velocidad por el canal de la Izquierda como por el de la Derecha y aceita por igual los bolsillos de civiles o militares. Cuesta admitir que existe y goza de buena salud la subcultura de la corrupción. Está acerada en el inconsciente individual y colectivo de la misma sociedad.

Elegimos personas ineptas, oportunistas, tramposas, sin honor ni dignidad que invariablemente son corruptas, por lo tanto, ejecutan actos deshonestos detrás de un escritorio oficial, una firma comercial, un rango militar o, hipócritamente, llevando una sotana, robusteciendo el cinismo institucional. No es que los ladrones se metieron a políticos y empresarios, es que los políticos y empresarios son ladrones.

Estamos habitando un país atascado en un laberinto y debemos encontrar la salida actuando desde el pequeño espacio comunal, con el entorno de todos los días, frente a las circunstancias específicas del aquí y ahora, colocando por delante el sentido de honestidad, la dignidad como paradigma irrenunciable, el coraje sin negociaciones intermedias y mirar a los ojos al demagogo y corrupto. Construir una estrategia para tener el país-patria ya existe en la Constitución, el quiebre es cuando somos incapaces de atacar la demagogia política y la corrupción en la vida cotidiana. Nos ha costado desarrollar una conciencia política más allá de la obsesión y la oratoria banal, tener coraje en la acción inmediata, respetar al otro y hallar las coincidencias básicas que nos permita trascender como pueblo, país y patria.

Tenemos que recuperarnos por encima de la crisis económica, porque no se trata de aplicar y seguir a la letra el "Plan X de Recuperación Macro" o seguir aferrado a la muleta del imperialismo yanqui como el lobo feroz (aunque sea una bestia criminal) que nos quiere clavar los colmillos.

Recientemente voté en mi consejo comunal. Ahí estaba en carne viva, la epidemia de la confrontación pasional y no argumentativa, el desprecio entre oponentes, la maniobra para manipular al elector de baja conciencia social y política, la insinuación a votar por fulano y mengana "porque somos amigos". Se veía al demagogo y potencial corrupto sonriendo descaradamente, en fin, floreaba una muestra cruda y exacta de la crisis que hace chirriar el estómago y sube a la cabeza.

No se necesitaba mucho esfuerzo para notar la escasez de conciencia y sentido de trascendencia como pueblo-patria, como pueblo-país. Aunque se viva lejos de la capital, en un pueblo de tres mil habitantes, a los pies del Mar Caribe, en los alrededores del pico El Águila o frente a un balancín petrolero, tropezamos por todos lados con la peor crisis que sufrimos más allá del culto al voto o el virus de la corrupción: la crisis de pueblo…el resto es gamelote.



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1320 veces.



Elmer Niño


Visite el perfil de Elmer Niño para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Elmer Niño

Elmer Niño

Más artículos de este autor