Chávez, el bolivarianismo y la oposición frente al cantado golpe electoral

La oposición venezolana se mueve hoy entre tres posiciones cada vez más dibujadas:
  1. La que muchos de ellos consideran suicida: Ir a las elecciones para contarse plácida, mansa y republicanamente
  2. Intentar armar una candidatura única para vender al mundo una alternativa casi ganadora, y reclamar luego de la derrota que no ganaron por el ventajismo oficial.
  3. Amagar que se están lanzando para retirarse a última hora alegando incumplimiento gubernamental de las condiciones electorales mínimas para participar en el proceso comicial.

Como la oposición ha sido (y es) errática y errante pero no del todo descocada las opciones 1 y 2 parecen tener una probabilidad mínima de ocurrir.

Esto nos pone en el escenario de un casi cantado golpe electoral, arrullado por tirios y troyanos de la oposición del terruño patrio y de los factores internacionales.

La pregunta que cabe entonces es qué sigue de lado y lado de la ecuación político electoral.

Chávez ha advertido que frente a patadas a la mesa no cabe sino la vía de los referéndum.

Pero la oposición oye, calla y sigue en el juego… como si nada.

La coyuntura nos pone en las puertas de una situación posiblemente en el escaque político más delicada que la vivida en contextos pasados de referéndum, golpe petrolero o el golpe-secuestro-express presidencial de 2002.

El juego a la deslegitimación puede ser más contundente de lo imaginado por sectores pseudo-bolivarianos que abierta o veladamente juegan al enchinchorramiento de la revolución para usufructo propio.

El salto (cuantitativo y cualitativo) hacia delante quedaría entonces casi como la única alternativa posible.

Algunas voces aisladas comienzan a analizar los contextos de “revolución dentro de la revolución” que supondría un llamado a la relegitimación general de los poderes por la base.

Pero este potencial escenario candorosamente presume que tendremos un ambiente de relativa calma para adelantar los procesos comiciales y los consiguientes ajustes burocráticos.

La nueva ofensiva que en este momento se aceita desde Washington con el llamado a condenar a Caracas por sus “injerencias en actividades terroristas” casi intercepta esta posibilidad.

La pelea pareciera ir hacia un choque de trenes entre el proyecto bolivariano y el proyecto neoliberal burgués estadounidense y europeo.

No sería así una noticia el que el gobierno de Venezuela sea condenado por una batería de actores internacionales sobre la base de diferentes argucias mediáticas, retóricas, informes confeccionados con medias verdades, cuarto de verdades y debilidades ostensibles del proceso.

Sectores políticos y militares pro-bolivarianos parecen estar haciendo sus jugadas para revertir o por lo menos neutralizar un escenario con estas características.

Pero las acciones tendientes a fortificar (ideológica y activamente) al pueblo como actor clave para galvanizar más que la continuidad, el avance a fases superiores del proceso todavía aparece cojo, borroso o blandengue, por decir lo menos.

Mientras sectores populares movilizados de izquierda comienzan a discutir el país más allá de ciertos automatismos oficiales de la propaganda, no pocos actores “institucionalistas” insisten en continuar remachando los mismos lemas vacíos y, en esa misma medida, ingenua o encubiertamente apostólicos.

A escasas semanas de un hiper-complejo proceso comicial el país político de avanzada aparece pidiendo, incluso exigiendo una bofetada de frescura al proceso traducido en nuevas formas de comunicación-participación en la planificación y gestión misma de los procesos de gobierno local regional y nacional (hiper-política).

Universidades, centros de investigación, instituciones de carácter político y social tienen un papel indeclinable en el avance hacia este nuevo estadio de consciencia y activismo.

La retórica revolucionaria hiperpolarizante que sirvió de enzima catalizadora de adhesión y movilización en las primeras fases del proceso, si bien todavía convence a muchos, a la luz de los análisis hechos desde los liderazgos comunitarios y políticos-no-partidistas, luce a punto de agotarse.

En este contexto Chávez aparece como el único factor que argamasa el trinomio fuerzas armadas-clase política-pueblo.

Pero como es obvio, el liderazgo de Chávez es necesario pero no causa suficiente para operar el proceso en situaciones de excepción (golpes de Estado, atentados o secuestros express contra líderes claves del proceso, invasiones, o lo que parece un escenario más asequible, el cerco diplomático y económico del país.

Mucho menos es suficiente para emprender los nuevos procesos de largo aliento sin los cuales el proceso corre el riesgo de apaciblemente revertirse en la comodidad de la ejecución de un para algunos nuevo contexto neo-saudita de ejecución del rendimiento de los petrodólares.

Para no pocos revolucionarios la revolución es un sentimiento más acaudalado de lemas y banderas que de espesor teórico y claridad táctica de cara a situaciones de excepción que, más que factibles, parecieran “cantadas”.

La construcción de un “gobierno de todos”, conducido y por tanto responsabilidad de todos sigue siendo un bonito pero todavía alejado desideratum.

El salto adelante implica un salto a favor de una profundización de los mecanismos y de participación-construcción del proceso.

Esto es, un proceso de transferencia, de trasvasamiento valiente y arriesgado de las diferentes instancias de representación y concienciación de los liderazgos que tenemos en muchas instituciones hacia un conjunto poli-céntrico de liderazgos emergentes, más colectivos y más contralores de los diferentes tipos de desvíos.

Los comicios presidenciales de diciembre introducen un nuevo contexto-coyuntura para empujar un diálogo encaminado a la profundización del proceso de cambios, incluso mas allá de lo que las burocracias y liderazgos locales, regionales y nacionales están acostumbrados.

Los diversos sectores políticos y sindicales y los medios de comunicación social del Estado y los contados medios privados progresistas están llamados a contribuir con que el país como un todo avance (y rápido) en la construcción de este diálogo.

Como diría aquel arquitecto anglosajón de arquetipos humanos de cara a situaciones extremas humanas y de ejercicio del poder:

To be or not to be, that is the question.



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Luis Delgado Arria


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