Los nuevos “lineamientos”, la Cuba actual y el socialismo

INTRODUCCIÓN

El socialismo del siglo XX exhibió sus mejores momentos en el arranque de la revolución bolchevique y de las revoluciones proletarias, populares y nacional-libertadoras de Europa Oriental, China, Corea, Vietnam, Cuba y algunos países de África.

Luego, la impronta democratizadora y socialista fue paulatinamente apagada por el avance en el interior de esos procesos del modelo estatista-burocrático, persistiendo por inercia y conveniencia la denominación socialista -y hasta “comunista”- a procesos que fueron negando el socialismo en el curso de su construcción.

Algunos llamaron a esos resultados “socialismo real”. Otros lo definieron como “socialismo de Estado”.

Occidente capitalista –pese a su distancia de la sociedad comunista planteada por Marx y Engels- los bautizó pérfidamente “regímenes comunistas”, dado que en  casi todos los casos la fuerza política rectora  estuvo a cargo del partido comunista.

La socialdemocracia europea, por su parte, llamó “socialismo” a un capitalismo impregnado de la concepción del “Estado del Bienestar” y el keynesianismo económico y social, ajeno en gran medida a las posibilidades del “tercer” y “cuarto” mundo.

En realidad, a la larga, los Estados y las sociedades conformadas en el transcurso de los procesos de estatización al estilo “soviético-staliniano”, poco tuvieron que ver con el socialismo de Marx, Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo, Gramsci y de sus mas preclaros continuadores, propuestas todas llamadas a convertir la propiedad privada capitalista en propiedad social, a superar en grande la democracia liberal burguesa y a extinguir progresivamente el  Estado.

Y nada en común más allá del proyecto a futuro que inicialmente las inspiró podían tener con el comunismo concebido como sociedad de seres humanos libre, sin propiedad privada sobre los medios de producción y distribución, con abundancia de bienes materiales y  tiempo para el desarrollo del conocimiento y los esparcimientos, sin Estado ni coerción alguna.

La transición al socialismo fue abortada y el socialismo no alcanzó a ser la antesala de la sociedad comunista. La propiedad estatal sustituyó la propiedad privada capitalista, terrateniente y/o latifundista, el Estado yuguló el poder popular y así  fue bloqueado el camino hacia el predomino de la propiedad social y la democracia de mayoría.

Incluso en no pocos casos la propiedad individual y  la pequeña y mediana empresa, en lugar de colectivizada voluntariamente, fueron reemplazadas violentamente por la propiedad estatal.

La democracia obrera  y comunitaria  se fue extinguiendo por el peso abrumador del partido dirigente fusionado con el Estado y por  la  consiguiente conversión de los movimientos y organizaciones sociales en “poleas de transmisión” del influyente poder estatal y partidario.

Los órganos de representación obrera, campesina, popular, intelectual y ciudadana, se fueron anquilosando hasta perder en gran medida su autonomía y esencia democrática. Lo estatal apabulló lo social, negó lo comunitario, paralizó la sociedad civil, estranguló la democracia directa y estranguló la creatividad.

El trabajo asalariado perduró junto al peso aplastante de la propiedad estatal y no logró liberarse de una relación subordinada.

Las(os) productores/as no pasaron a ser dueños de los medios,  ni lograron convertirse en ciudadanas(os) con pleno disfrute de todos los derechos individuales y colectivos.

Las esperanzas emancipadoras quedaron truncadas, aunque con periodos desarrollistas multifacéticos, conquistas sociales importantes  y reducción significativa de las desigualdades.

La “clase imprevista”, la burocracia, construyó un reinado a su manera, que finalmente agotó el crecimiento extensivo, frenó la expansión, estancó el proceso y  condujo la situación a un prolongada inmovilidad,  hasta provocar una aguda crisis estructural.

Cuba, con sus peculiaridades y valores diferenciados (analizadas en múltiples ocasiones por diversas autores socialistas), no fue en lo fundamental una excepción: su “modelo” sé estancó, se agotó e hizo crisis mayor.

Ahora estamos asistiendo al fin del inmovilismo y al intento de “racionalizarlo”, “reformarlo” o “readecuarlo”; esfuerzo a cargo de la generación histórica responsable de sus glorias y sus decadencias a lo largo de los últimos cincuenta.

  • Convocatoria del VI Congreso, presentación de los “lineamientos” y anuncio de los límites del debate.

La convocatoria de VI congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), después de trece años de espera, tiene como propósito discutir, después de esa costosa tardanza, la situación creada y revisar y aprobar los “lineamientos de política economía y social” presentados al país por la actual dirección del partido y del Estado; esto en el entendido de que ese evento debe concentrarse exclusivamente en el tratamiento de ese aspecto de la realidad nacional cubana impactada por la crisis capitalista mundial y la presente situación internacional.

En verdad llama la atención que una parte del contenido de ese documento sometido a la sociedad para su discusión antes del referido congreso (algo en sí mismo positivo), está siendo ejecutada por la dirección del Estado  sin haber sido formalmente aprobada (algo de por sí  negativo); mientras es explicable el grado de escepticismo existente en la sociedad cubana respecto al destino de las opiniones que habrán de  aflorar en el curso de ese debate pre-congreso en vista de lo que ha pasado con las discusiones masivas desarrolladas en oportunidades anteriores,  cuyo producto no ha sido conocido a escala general, quedando es buena medida soterrado e inutilizado para el uso colectivo.

La dirección central ha mantenido el monopolio del conocimiento de los resultados de esos debates realizados en organismos, núcleos, asambleas de bases e instancias intermedias del partido, los sindicatos y las organizaciones sociales.

Entiendo –y lo expreso con franqueza- que esa forma de abordar los problemas y de reducir la temática en discusión cara al próximo Congreso, no parece ser la más adecuada para resolver, dentro de un cauce de orientación socialista, una crisis estructural como la que afecta al modelo de propiedad y de gestión política, económica, social  e ideológica vigentes en  la Cuba de hoy.

Más allá de las conquistas históricas de ese proceso revolucionario -e incluso de los logros de ese modelo de propiedad y  de gestión en sus pasadas fases dinámicas y expansivas- es evidente que  su crisis actual es integral y que el modelo mantenido durante años se ha agotado no solo en tanto los malos resultados y la ineficacia a la larga de sus políticas económicas y sociales preeminentes, sino  también como modelo de relaciones de propiedad y gestión empresarial, modo de entrelazamiento con la naturaleza, de relaciones entre géneros, de vínculos inter-generacionales y entre  fenotipos humanos, y también como sistema político, aparato ideológico y comunicacional, y modo de inserción en el mundo actual.

De todas maneras creo importantísimo que se haya roto por algún lado el inmovilismo y que se esté planteando la necesidad de cambiar lo existente.

Pero más importante que ese hecho es el contenido y la dirección del movimiento y de los cambios a emprender, así como los grados y formas de participación y apropiación de la sociedad respecto a las reformas y al debate en marcha.

Igual  tiene un valor positivo que se diga que el curso socialista del proceso será preservado, pero al mismo tiempo no basta decirlo puesto que es insuficiente proclamarlo si el carácter de las medidas no  garantiza en firme esa intención.

Recordemos que el estatismo-burocrático, denominado “socialismo real” o “socialismo de Estado” se impulsó a nombre del socialismo, e incluso del “comunismo”, sin que sus resultados condujeran a esas anheladas metas.

  • Insuficiencias, nuevos desvíos y renuncias preocupantes en las nuevas propuestas

La respuesta socialista a la crisis integral del estatismo burocrático cubano, caracterizado por el dominio en mas de un 90% de la propiedad del Estado sobre los medios de producción, distribución, comunicación y servicios,  por la persistencia y el gigantesco incremento del trabajo asalariado, por la fusión del partido único con el Estado, por la conversión de las organizaciones sociales en simples correas de transmisión del partido- estado, por la centralización extrema y el verticalismo en las formas de gestión y conducción, por la reducción de las libertades individuales y ciudadanas,  por la dogmatización del pensamiento oficial y el auge del discurso seudo-socialista, por la perdurabilidad de fuertes modalidades de discriminación racial, de género, juventud… componentes éstos en buena medida ajenos al socialismo y factores de crisis, no debería reducirse al contenido y alcance de esos “lineamientos políticos y sociales” presentados al VI Congreso del PCC.

De entrada hay que decir que ese documento –independientemente de otras consideraciones sobre su contenido- parece ser más un conjunto de sugerencias a ser examinadas por un órgano estatal relacionado con la toma de decisiones de política económica o por la Asamblea Nacional, que una plataforma destinada a ser examinada por un dilatado Congreso del Partido Comunista en un periodo de aguda crisis estructural e integral del modelo establecido,  de agotamiento de un  estatismo burocrático y antidemocrático (con alto riego de  retroceso contrarrevolucionario) y de una mega-crisis simultánea del sistema capitalista mundial acompañada de una compleja oleada de cambios revolucionarios, reformadores y reformistas en la región.  

A continuación es oportuno tener presente  que en sus partes más positivas sobre el impulso a las “cooperativas” y las autonomías financieras y descentralización empresarial, ese documento presenta ausencias, insuficiencias e indefiniciones; y en otras vertientes luce influido por ciertas recetas neoliberales, sobre todo en la forma de abordar desequilibrios, déficits, ineficiencias, plantillas supernumerarias y sub-empleo masivo; como también expresa inclinaciones a  modalidades de de-estatización pro-capitalistas y a ciertas respuestas clásicas y neoclásicas -mezcladas con algunas socialdemocratizantes-  sobre cuestiones de mercado, crecimiento, rentabilidad empresarial y equilibrios macro-económicos.

Más preocupante aun para los/as revolucionarios/as socialistas debe ser  la ausencia del pueblo trabajador en el meollo de la reforma empresarial planteada; quien como garantía de su curso socialista debería ser sujeto fundamental de la misma y pasar definitivamente a ser  propietario legítimo de los medios y patrimonios disponibles.

Relacionado con esta cuestión vital, se observa el desprecio por omisión a  diversas formas de socializar lo estatal a nivel de los grandes medios de producción, distribución y comunicación; así como el menosprecio por la autogestión y cogestión obrera y popular –aun dentro de lo positivo de las autonomías financieras y administrativas- como alternativa a la administración burocrática - tecnocrática  y a la gerencia de corte privado.

Vistos desde la óptica marxista, las insuficiencias, inconsistencias y desvíos son tan significativos como para afectar sensiblemente –independientemente de su buena fe- las proclamadas intenciones de “salvar la revolución y su carácter socialista”.

Los “lineamientos” hablan de que “primero es la planificación y no el mercado “, y de que se remunerará el trabajo conforme a su “calidad y cantidad”; identifica como socialista la empresa estatal (a la que denomina “empresa estatal socialista”) y la define como “ la forma principal de la economía nacional”, al tiempo de agregar  las empresas de capital mixto, las cooperativas, los usufructuarios de tierras y arrendadores de establecimientos públicos, los trabajadores por cuenta propia y otras formas que “pudieran contribuir a elevar la eficiencia del trabajo social”… sin definir el peso específico de cada una de ellas en el conjunto de la sociedad ni la dinámica hacia la socialización posterior de lo privado y lo estatal no socialista.

Declaran además la intención de separar las funciones estatales y empresariales en un proceso paulatino, de promover la autonomía financiera, de crear fuentes de recursos y mercados de aprovisionamiento a precios mayoristas, de establecer controles basados en mecanismos económicos y financieros (en lugar de los administrativos), de suprimir subsidios por pérdidas y financiamientos presupuestarios a las empresas dedicadas a la producción de bienes y anuncia proceder a “liquidar” sin contemplaciones las no rentables…en una confusa mezcla de valores positivos y negativos

La filípica contra el igualitarismo irracional, en lugar de aupar la igualdad de oportunidades y derechos dentro de una la diversidad socialista camino a más igualdad, es sutilmente empleada para fomentar la desigualdad y colar soterradamente la tesis de que primero hay que generar abundante riqueza para luego repartirla, de que entre el desarrollo de las fuerzas productivas y  la socialización media inevitablemente la propiedad privada capitalista en algunas de sus modalidades y de que, en consecuencia, desarrollo y socialización no pueden ir de la mano progresivamente.

En un esfuerzo de lógica puntual los “lineamientos” establecen que el proceso de cooperativización –cuya importancia para la socialización de lo estatal es indiscutible- sería voluntario y abarcaría tanto a  propietarios de los medios de producción como arrendatarios o beneficiarios de usufructos permanentes. La debilidad en este aspecto consiste en que lamentablemente su gravitación e importancia en la economía queda bastante  indefinida, mientras precedentes anteriores refuerzan los temores de que la cooperativización sea minimizada.

El sistema presupuestario se concentraría en la prestación de servicios de salud y educación, restándole al Estado capacidades para apoyar la descentralización y socialización frente al sector privado en otras múltiples vertientes. Mantener el carácter público de esos dos servicios vitales para el desarrollo es sumamente importante, pero debería acompañarse de otros ejes  hacia el predominio de lo público y lo socializado que precisaran del presupuesto estatal e incluso de subsidios temporales antes de lograr autonomía y autogestión total.

Las políticas macro-económicas no sobrepasan la lógica capitalista.

La política monetaria por igual, enfatizando en positivo favorecer el crédito para las áreas productivas y para sustituir de importaciones, lo cual es plausible aunque no sin rebace la lógica cepalina de los años 70.

La política cambiaria apunta en términos progresivo a la unificación monetaria en dependencia de la productividad del trabajo, lo cual es importante.

La política fiscal pasaría a ser un buen instrumento de recaudación estatal para fortalecer el presupuesto, respaldar el gasto público y distribuir ingresos, lo cual sería muy positivo si se hace con sentido de justicia y equidad.

La política de precios combinaría la regulación estatal centralizada en áreas interés con el papel del mercado y el interés de las empresas concurrentes en otros renglones.

La política económica externa perseguirá incrementar exportaciones y sustituir importaciones, estimular las inversiones extranjeras y la asociación con  capitales transnacionales y procurar “transferencias de tecnologías”  dentro de las reglas del mercado internacional capitalista;  sin darle ahora  perfil alto a las reivindicaciones “tercermundista” en cuanto a modificación de términos de intercambio perjudiciales, las injustas reglas de juego del comercio y de flujo de capitales; sin meterle el pico a profundidad a las características y condiciones de concertación y pago de la deuda externa; y sin darle tampoco el rango que merece –por el que tanto a propugnado Fidel- a la integración continental y mundial no subordinada a los grandes centros capitalistas. . .

La planificación que se anuncia se parece mas a otra variante de la planificación burocrática-centralizada, que a una planificación democrática-participativa y además equilibrada en cuanto a la trascendente relación entre centralización y des-centralización.

El mercado, supuestamente subordinado a ella, quedaría de más en más sujeto a la concurrencia del sector privado de la economía  y sería impactado sin contrapeso por un intercambio basado en precios y no en valores. El proyecto socialista de una economía de equivalencias, basada en el valor real de los productos y servicios por cantidad y calidad de trabajado contenido en ellos, no aparece ni siquiera esbozado.

La remuneración del trabajo, aun se diga que sería en función de calidad y cantidad, no superaría con esa propuesta el trabajo asalariado fijado por administradores y/o nuevos dueños, al margen de los productores.

Como la gran propiedad estatal no equivale a propiedad social (propiedad colectiva o comunitaria), y  de por sí no es necesariamente socialista, es claro que lo que garantiza su carácter socialista es su traspaso a  los/as trabajadores/as a través de la autogestión o cogestión obrera y popular, de la creación ingeniosa de modalidades de propiedad comunitaria y de diversas formas de control de la sociedad sobre el patrimonio público y las riquezas naturales. Y eso no cuenta en las propuestas al Congreso.

En los “lineamientos” –reitero- no se habla de desestatización del gran parque empresarial de Cuba en favor de su socialización, sino que se insiste por un  lado en la continuidad de las grandes empresas estatales poniéndole el apellido “socialista”, pero sin traspasar ni la propiedad ni la gestión a los/as productores/as y a la sociedad. Y, por el otro, cuando se habla de forma de propiedad “no estatal”, salvo en el caso de las cooperativas, se enfatiza en la propiedad privada de diverso tamaño (con fuerte acento en las inversiones extranjeras) y en la propiedad individual.

El importante aspecto de las “formas no estatales” de propiedad es tratado en forma sumamente insuficiente y además ambigua, haciendo referencias a las cooperativas, al “cuentapropismo” (propiedad y trabajo individual), a pequeñas y medianas empresas (con derecho a la explotación del trabajo ajeno de acuerdo a disposiciones previas y, por tanto, con vocación a convertirse en grande),  a las empresas mixtas (que incluye asociación del Estado y el capital privado) y las inversiones transnacionales privadas (ambas también basadas en la explotación del trabajo asalariado).

Las diferentes empresas cooperativas bien podrían ser vías de socialización de una parte de lo estatal, pero se precisaría definir en grande el alcance, la dimensión, las áreas y vertientes de ese sector, es decir, su peso y papel real en el conjunto de la economía cubana.

Resalta la ausencia de propuestas sobre otras modalidades de propiedad social (asociaciones comunitarias de unidades pequeñas y medianas, y formas modernas de economía solidaria); como también lo relativo a métodos y sistemas de gestión colectiva, a procedimientos y políticas estatales de impulso a la colectivización voluntaria y a leyes y normas que contribuyan a la creación de unidades autónomas de producción y servicios municipales descentralizados en gran escala…

La apertura en grande de las compuertas al “cuentapropismo” como respuesta al tema de las plantillas súper abultadas, que junto a la autorización de la explotación del trabajo asalariado a nivel privado, parecen ser las inciertas áreas de destino de la dramática supresión de un millón y medio de empleos estatales en dos etapas, no está planteada dentro de un  preciso proceso de socialización paulatina; dado que se asume más bien como una forma de sobrevivencia para la liberación de una carga presupuestaria, sin  acompañarse de una política y un plan integral que pueda conducir a actividades bien sustentadas y  a la asociación voluntaria progresiva y ascendente de sus componentes .

La válvula abierta a la explotación del trabajo asalariado podría conspirar contra procesos de ese tipo y estimular de paso la formación de empresas capitalistas pequeñas y medianas a partir de la propiedad individual y de empresas más grandes a partir de las  pequeñas y medianas autorizadas; como también alimentar el volumen de la inversión privada y de la explotación capitalista en mega-empresas y parques industriales “especiales” (asociada o no al Estado), sobre todo a partir de la inversión extranjera.

A la deriva, condenada a la ruina en medio de una gran precariedad de recursos, podrían quedar las iniciativas “cuentapropistas” más endebles,  las pequeñas empresas incapaces de subsistir en el mercado y los/as desempleados/as que no  puedan insertarse en el trabajo por cuenta propia por la dimensión del problema social, la escasez de recursos financieros y los límites de la demanda.

 Los “lineamientos” dejan así un campo abierto favorable a la restauración capitalista.

Recordamos también que una parte de las medidas contempladas para el debate en el  Congreso y otras de peor estirpe (no mencionadas en el documento), ya están en vía de ejecución (primera supresión masiva de de empleos, autorización de la contratación de trabajadores/as en la economía privada, eliminación de la libreta de racionamiento,  concesiones para establecer campos de golf y zonas residenciales exclusivas y autorizaciones al uso los transgénicos…)

Es evidentes que esas “actualizaciones” al modelo, las ya puestas en marcha y las presentadas al Congreso -más allá de lo que positivamente conllevan en cuanto a “racionalización “ del desastre paralizante acumulado durante décadas- no apuntan precisamente a más socialismo, sino a un modelo que combinaría el gran poder estatista (mejor estructurado y racionalizado) con el capitalismo privado en crecimiento y la posibilidad de conversión de la clase imprevista (burocracia)  en clase propietaria desde su poder estatal; esto es, viéndolo  con más detalles, conduciría a una mezcla de capitalismo de Estado, propiedad privada capitalista en ascenso (sobre todo desde su matriz transnacional), usufructo de propiedades públicas dentro de lógicas capitalistas, “cuentapropismo” o “economía informal en gran escala (una parte con destino incierto) y un sector cooperativo de alcance no determinado.

En las actuales condiciones de Cuba una parte de los/as afectados por el desempleo -acompañada esa medida de la eliminación de la tarjeta de racionamiento-  podría correr el riesgo de ser precipitada al empobrecimiento extremo y a la delincuencia; lo que convierte este problema (sus posibles soluciones, aciertos o  fallas) en algo crucial desde el punto de vista social y político para el futuro inmediato de ese país hermano.

El mercado –que transitoriamente podría tener connotaciones diferentes en función de las políticas aplicables y de las relaciones de propiedad y gestión- en el contexto que desatarían esos “lineamientos”, tendería a crecer dentro de la lógica capitalista.

Esa ruta, incluidas las características de la reforma empresarial y el tipo de gerencia estatal y privada que se ha esbozado, difícilmente puede conducir a mantener y/o profundizar la orientación socialista en el campo de la economía y de las relaciones sociales, sino que  mas bien abriría cauces a un proceso de conversión de elites burocráticas, militares y tecnocráticaqs en nueva burguesía de Estado y/o privada asociada o coexistente con el capital transnacional. Ese es, en otra dimensión y con otras  desventajas, el caso de la China Popular.

Temas tan cruciales como el impulso a una tecnología apropiada y armónica con un proceso transformador dentro de la especificidad cubana y la particularidad latino-caribeña,  que ponga en la médula de sus metas el ser humano y todo su entorno natural, que se proponga romper la lógica destructiva de generación de riquezas a base de crear pobreza y empobrecer, se queda en el limbo en el referido documento; ignorando lo vital que es definir rumbos estratégicos que distancien y diferencien el proceso de transición socialista de la infernal dinámica capitalista y de los condicionamientos de mercado mundial y las llamadas transferencias tecnológicas permitidas.

Ideas trascendentes sobre las vías, métodos y concepciones socialistas-comunistas para disminuir el Estado (camino a su necesaria extinción), apoderando progresivamente a la sociedad -y no a la tecno-burocracia o a instancias privadas- del patrimonio empresarial y natural, de la gestión del mismo y de las decisiones económicas y políticas fundamentales, penosamente  no han sido contempladas en las propuestas al VI Congreso del PCC.

Algo similar pasa con el debate sobre el nuevo socialismo o  los socialismos para el siglo XXI y el ajuste de cuenta con el llamado “socialismo real” euro-soviético.

Las relaciones de Estado, junto al empeño de mantener al partido fundido con el Estado, aprisionan la imperiosa necesidad de debatir sobre los socialismos pasados y por venir, incluyendo el curso controversial pro-capitalista de experiencias presentes como la china (y en menor grado -y con mejores tonos- la vietnamita); o procesos reformadores, estimulantes y en disputa, con vocación socialista, como el bolivariano de Venezuela, el comunitario de Bolivia y el ciudadano de Ecuador, con sus fortalezas, debilidades e incertidumbres.

A eso ayuda el monopolio mediático a favor del discurso oficial, desbordado limitadamente por ingeniosas iniciativas de debates alternativos y expresiones críticas desde sectores intelectuales y las bases populares del proceso.

Tales carencias van de la mano de la no mención de la dimensión y del carácter internacional del socialismo, y son afines a la creciente relegación de los esfuerzos por el avance de la revolución continental y mundial, en tanto revolución social, popular, antiimperialista y anti-capitalista con perspectivas socialistas; esto a consecuencia del peso contrario de la mancuerna entre los intereses de Estado y partido, asumido éste cada vez más como partido gobernante y menos como vanguardia o fuerza transformadora.

Esos esfuerzos de más en más son reemplazados por las preferencias por modelos como el chino y por una visión pragmática y posibilista de adecuación a la dinámica del mercado capitalista de estos tiempos; combinadas sí con loables pero todavía limitados proyectos de cooperación e integración entre los  Estados más independientes y avanzados de la región, tipo Alba.

El partido, como parte del sistema dominante, se ve imposibilitado de asumir la autonomía, la visión, la voluntad y las ideas necesarias para integrar, coordinar y ser parte de sujetos sociales y políticos de vanguardias promotores de internacionalismo revolucionario y las transformaciones  globales radicales.

  • Los “lineamientos” obvian la  democratización y socialización del poder y otros aspectos vitales

A esto se agrega, por las mismas causas y por motivaciones afines, que los “lineamientos” presentados al V Congreso del PCC obvien totalmente lo relativo a la socialización y democratización del poder y del sistema político.

A tono con los nuevos lineamientos el mando político altamente centralizado quedaría intacto, el partido único seguirá fundido con el Estado, las organizaciones y movimientos sociales seguirían atadas al partido, el espacio legal de libertades seguiría tan limitado como en la actualidad, bajo las mismas constitución y las mismas leyes.

Las democracias directas, comunitarias, participativas; el poder de revocación de los/as electores/as; la vanguardia en lucha contra todas las formas de exclusión y opresión… de ceñirse a lo planteado por la dirección central, no serán motivos de reflexión en un evento tan importante y esperado.

Las enseñanzas de la Comuna de París, el marxismo originario y todo el acervo del pensamiento socialista moderno sobre democracia y participación, sobre democracia obrera y popular,  libertad multicultural y de género, seres humanos-sistemas y naturaleza nueva vez  ha sido dejado de lado para poner acento en continuidad de la experiencia autoritaria integral y procurar prolongar las nuevas variantes y los significativos lastres de la cultura burocrática, machista-patriarcal, racista, adulto-céntrica…

Esa precaria movilidad burocrática-tecnocrática que se sugiere habrá de ser extremadamente riesgosa y controversial. Y aunque se diga que es de factura netamente cubana, tiene un fuerte color amarillo-chino, con el grave inconveniente de que ni Cuba continental es igual a China, ni China es un modelo hacia el socialismo. El propio Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular afirmó en Pekín: "Cuba está preparada para aprovechar la experiencia de desarrollo en reforma y apertura de China" en ocasión de una reunión con su homólogo chino, Wu Bangguo, según recoge la agencia estatal de noticias Xinhua en cable fechado el 27 de noviembre pasado.

Ausente de la propuesta está –repetimos- todo lo relativo a la democracia participativa e integral, a la socialización progresiva de la economía y del poder político; entendido éste en todas sus dimensiones: Estado-sociedad, clases relación entre géneros, vínculos entre generaciones, seres humanos-naturaleza, familia, pareja, fenotipos humanos, opciones sexuales….

A un modelo que necesita ser reemplazado, pretenden solamente “actualizarlo” o readecuarlo”, combinándolo con modalidades de capitalismo privado en el campo de la economía, dejando intacta la estructura política y la preeminencia de la generación que lo ha  forjado y conducido, con sus logros y reveses, con sus aciertos y errores, en los últimos 50 años.

A un lado, con un acentuado dejo de menosprecio, quedan las propuestas dirigidas a socializar lo estatal devolviéndolo al pueblo trabajador como su legitimo dueño, socializando progresivamente la propiedad y la gestión, definiendo las áreas de las empresas autogestionada y cogestionadas, impulsando en grande la cooperativización, abriéndole cauces a la asociación colectiva del “cuentapropismo”; otorgándole a las(os) trabajadores/as el poder para  definir el destino de sus empresas, puestos de trabajo y fuentes de ingresos…; reduciendo a lo necesario -y regulando debidamente las áreas de inversión privada; retomando con brios la integración continental no subordinada y las demandas “tercermundista”, impulsando al máximo la transición al nuevo socialismo a escala mundial y recreando democracia participativa y autogestionaria a partir de todos los sujetos explotados, excluidos y discriminados: ¡democracia socialista integral!

  • El debate toma vuelo y debe profundizarse y ampliarse

Pero de todas maneras está abierto el debate por más que se intente y se logre dosificarlo y/o contenerlo temporalmente. Un debate que trasciende las fronteras cubanas por implicar valores y soluciones universales.

La última palabra no se ha dicho. Tampoco existen las estaciones finales.

Los “lineamientos” tienen la virtud de definir el movimiento y los cambios a que aspiran los meritorios, pero no infalibles, conductores del poder establecido en Cuba; dejando pendientes los resultados de la brega y las contradicciones con otras maneras de pensar y de ser, que tienen notoria presencia al interior de la sociedad cubana y se expresan a escala continental y mundial, y que coincidiendo con el Che consideran imposible construir el socialismo con los métodos , herramientas y ajustes propios del capitalismo.

El gran debate sobre los socialismos para el siglo XXI asume nuevos niveles e importantes temas, y al parecer se seguirá  expresándose en controversias transcendentes como ésta.

Unas relacionados con el tránsito desde el capitalismo neoliberal a los nuevos socialismos y otras con la vía y manera de revertir  procesos de orientación socialista que devinieron en estatistas y pasar de inmediato a la socialización del súper poder del Estado sin retroceder a la privatización.

Dos tránsitos diferentes, pero convergentes en el proyecto emancipatorio global.

Algo crucial, pendiente todavía, es abrir en grande las compuertas de la opinión y la participación en las decisiones trascendentes de la culta clase obrera cubana, de los/as productores agrícolas (independientes, asalariados o asociados), de los desempleados potenciales, de sus jóvenes preteridos e inconformes, de sus mujeres apoderadas de la idea de emancipación del yugo y la cultura patriarcal, de sus ambientalistas, de los/as abusados por la homofobia y el racismo residual, del enorme potencial intelectual y científico de ese país…

Procurar que hablen, actúen y decidan sobre el destino inmediato y futuro del Estado y sus instituciones, de sus fábricas, de sus escuelas y universidades, de los servicios públicos, de las tierras y haciendas, del ambiente, de los recursos naturales, de las relaciones económicas y sociales, la familia, el sistema político; del entorno continental y mundial…

Facilitar que las bases del partido decidan sobre sus políticas nacionales e internacionales con independencia del Estado y sobre los temas a tratar en sus eventos nacionales.

Ahí está la clave de la nueva “creación heroica”, continuidad ascendente de la que se convirtió en victoria popular el primero de enero de 1959.    (13-12-2010, Santo Domingo)



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Narciso Isa Conde


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