Dialéctica de la transformación socialista

De la revolución bolivariana de Venezuela al socialismo en Cuba

La respuesta de las urnas al referendo sobre la reforma a la Constitución Bolivariana no ha favorecido su implementación inmediata, sino sentado las pautas de las definiciones determinantes del socialismo emergente. ¿Serán causas o azares?

Quién pretenda ignorar dentro de las causas clave del resultado el papel jugado por los medios privados de comunicación en Venezuela, por los “comunicadores” reaccionarios - voceros de la iglesia, del empresariado oligarca, de los ámbitos universitarios estudiantiles re-ácidos al acceso universal e igualitario a la educación -, especial y jugosamente pagados también desde el gobierno de los EEUU (por distintas vías como la USAID y la CIA, se asesoró y se puso en manos de la oposición no menos de 80 millones de dólares), así como la orquestación mediática externa de los mismos medios de siempre como la CNN, y esta vez con rotundo énfasis de los medios españoles, orgánicos al poder del capitalismo rentista español presente también en América Latina, estará ignorando una de las insuficiencias claves de la campaña bolivariana a favor de la aprobación de la reforma: el no haber articulado una campaña mediática que con mayor eficacia neutralizara el efecto corrosivo de los mensajes de la oposición y pusiera de relieve las esencias populares de la reforma socialista.

Pero quien pretenda reducir a lo anterior el resultado desfavorable a la reforma constitucional, estará obviando lesivamente la complejidad socio-económica y política de la evolución del proceso de transformación del régimen capitalista que avanza con indudable éxito la revolución bolivariana.

El error de concepto y de percepción política que cometen aquellos analistas, observadores y voces críticas en general al establecer un “antes y después” con el resultado negativo del referendo estriba en desconocer la dialéctica de la lucha de clases que ha planteado en Venezuela la revolución bolivariana. En ese espectro se ubican las opiniones y posiciones de H.Dieterich y R.I.Baduel que constituyen el claro reflejo ideológico de la contracorriente del pensamiento oportunista burgués dentro y fuera de Venezuela.

El “antes y después” ha sido materializado en Venezuela por el empoderamiento del gobierno bolivariano en 1998. Sólo un año después se lanza y refrenda la nueva Constitución Bolivariana que deslinda la nación de la innombrable iv república. La consecuente lógica revolucionaria del proceso bolivariano lleva a la declaración por el presidente Hugo Chávez del carácter socialista de la revolución bolivariana que toma fuerza a partir del 2005. Por consiguiente, el referendo sobre la reforma constitucional se sitúa dentro de la era y la naturaleza del “después” marcado por el tránsito hacia un orden socialista. El “después” que encarna el carácter socialista de la revolución viene a cobrar con la propuesta de reforma constitucional un contenido cualitativo superior, por cuanto plantea el quiebre de la correlación de fuerzas económicas y políticas que favorece el orden capitalista.

En efecto, es así porque la revolución bolivariana presenta una ejecutoria de clara subversión del orden socioeconómico capitalista. La Constitución Bolivariana, conscientemente combatida por las clases (tanto las dueñas como las parásitas) del estado burgués pre-revolucionario, resultó el primer imprescindible y exitoso paso para actuar sobre la institucionalidad capitalista, sobre su superestructura. La reforma constitucional iba a por más, y la oligarquía presa de miedo con su "no" se aferraba a la Constitución Bolivariana que había combatido. Paralelamente la institucionalidad capitalista ha venido siendo horadada en su base a través del conjunto de programas sociales y políticos establecidos con la participación directa de las masas populares.

El empoderamiento del pueblo, de las mayorías que representan la esfera del trabajo – la marginada por la economía capitalista y la directamente por ella extorsionada –, se ha venido estimulando con una política de hechos consumados en términos de entrega de poder político y económico a un amplio diapasón de entes sociales catalizados por el gobierno bolivariano.

Puestos ante la posibilidad de cambio radical de la institucionalidad capitalista, el hecho de que un 50% de la población adulta venezolana haya votado por el “sí”, es decir, la aprobación de una propuesta política de convertir el estado y la sociedad en sujetos de un nuevo orden socioeconómico y político, abiertamente presentado como anti-capitalista, constituye una respuesta formidable a la proposición de transformación socialista.

En apenas 9 años de una abierta y conciente lucha de clases, en ése importante sentido de clase para sí, desencadenada por las ideas del presidente H.Chávez y la voluntad revolucionadora de su gobierno y las fuerzas sociales que abrazan su causa, la correlación de fuerzas políticas – aún no económicas – alcanza un momento de definición histórica. Y ése es el valor político de la jornada por el referendo y la adecuada interpretación de su resultado supuestamente “negativo”. La sociedad venezolana ha madurado políticamente hasta el punto de ebullición, poniendo el proceso de transformación revolucionaria a la orilla del Rubicón emancipador. Ése ha sido también el valor político de la propuesta de reforma presentada por el Presidente y ése el terreno a capitalizar políticamente.

Un resultado favorable a la reforma constitucional hubiera posibilitado la implementación práctica del salto inmortal a una nueva fase de la revolución, pero la respuesta negativa en nada cambia la importancia política de la estrategia presentada abiertamente al pueblo. De esa manera el pueblo bolivariano y la reacción burguesa quedan conscientes que la lucha de clases por un orden socioeconómico y cultural emancipador continúa.

Cuando se habla de lucha de clases, los adeptos orgánicos e inorgánicos al reformismo burgués se precipitan en la descalificación manida, pero cada vez más vacía de contenido, sobre la irrelevancia del hecho de la lucha de clases como un fenómeno objetivo. Con tales posiciones “esconden” o se agita abiertamente el fantasma marxista del comunismo. Ese mismo fantasma que justificó el vandalismo del macarthismo en la “democracia” más codiciada del mundo y obligó a las más cruentas violencias en contra de las corrientes revolucionarias y progresistas hasta el climax orgásmico del fascismo paneuropeo.

En efecto, toda la componenda ideológica capitalista se cuida mucho de exponer con honestidad política que las aberraciones del llamado real comunismo en tanto institucionalidad ideológica divorciada ad extremis del ideario humanista de la filosofía marxista, - justamente como explicación dialéctica materialista del modo de organizar las relaciones socioeconómicas entre los seres humanos -, ha venido a ser la negación en sí misma de la alternativa de sociedad y estado a la que obliga la persistencia del régimen capitalista. Hablo del régimen capitalista como expresión del modo de reproducción cultural de la vida, y no como vulgar interpretación del nivel de vida socio-material que distinga a una u otra realidad capitalista puntualmente asumida.

Un contenido progresista de la acepción política lucha de clases no puede ser más que socialmente incluyente y humanista. Para entenderlo basta preguntar: ¿cuál es el propósito de una transformación revolucionaria del paradigma capitalista sobre el orden de relaciones humanas?

Toda respuesta para ser certera tendrá que partir del reconocimiento que la división de la sociedad en clases antagónicas se genera en torno al sectarismo de intereses socioeconómicos disociados que genera la filosofía política del “desarrollo” capitalista. Donde la disociación de intereses se produce no por inexorabilidad darvinista de los individuos (ni por alguna imperfección divina), sino por la posibilidad del beneficio propio sobre y a costa en primera instancia del esfuerzo ajeno. Sobre esta simple circunstancia existencial, propia del instinto animal primigenio más que del animal superior cerebrado que nos hemos considerado, se ha construido de manera “natural” toda la cultura de las relaciones socioeconómicas entre los seres humanos posteriormente a la comunidad “primitiva” hasta nuestros días.

La revolución bolivariana ha catalizado la lucha de clases en Venezuela pero no la ha creado. Le ha dado un contenido humanista y emancipador. La lucha de clases impuesta por el sectarismo capitalista a la mayoría de la sociedad venezolana mantenía subsumida desde el poder económico toda la capacidad de liberación del pueblo. La revolución viene a poner de relieve de manera incuestionable la asimetría del poder en la sociedad, del poder económico y, en consecuencia, del poder político. Pero lo hace demostrando la posibilidad real de la transformación raigal de dicho orden de cosas, rescatando el concepto de democracia de su prostitución burguesa y exponiéndolo en su justo universo: el del poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. La revolución es un palo introducido en un hormiguero en aparente y febril armonía. Una sacudida que convoca a repensar la condición humana. Que invita a cuestionarse el paradigma capitalista de la reproducción de la vida. Y en ese sentido la revolución venezolana es un acontecimiento cultural.

Un acontecimiento cultural que se convierte en una conmoción sociológica. Frente a la cual la imagen de ese niño que, mimado y criado en la burbuja que lo aliena de la complejidad de la realidad que lo rodea, no tiene más explicaciones que las del ego ante todo aquello que pincha las paredes artificiosas de su balón de oxígeno. Una conmoción que le obliga tarde o temprano, más aún si es originada por una revolución consecuente, al mimetismo de las preguntas incómodas que sus tutores tratarán de evitar: ¿de dónde salía el dinero con que me criaban en tan asépticas condiciones? ¿Por qué falta el dinero para aquellos otros que no disfrutan de semejante placer existencial? ¿Qué es el dinero, cómo se fabrica, por qué existe, quién lo inventó, quién lo administra, por qué unos tienen mucho y otros tan poco? ¿Por qué todo depende del dinero si su disponibilidad es tan dispar? La imaginación plástica preguntaría de manera rotunda: ¿por qué existen los cerros abarrotados de chabolas y miseria en torno a Caracas? La oligarquía venezolana, la burguesía criolla colonialista y sus cuatro “repúblicas” han despreciado esas preguntas durante no menos de trescientos años. Lo han hecho succionando el petróleo con la misma adicción que a la cocacola.

Pero la revolución es una conmoción también para aquellos que han vivido fuera de la burbuja, asumiendo su suerte, descreídos o inconscientes de su capacidad y fuerza como sujetos políticos, como un falso destino manifiesto. La conmoción abraza igualmente a los mismos protagonistas de la revolución y los mueve por los caminos límites de las decisiones existenciales como individuos y seres sociales.

La lucha de clases desde la perspectiva de una revolución como la bolivariana recrea la dialéctica del cambio de las condiciones de reproducción cultural de la vida. Significa máxima inclusión y total redención. Esa redención concierne las ataduras éticas, morales e ideológicas del modo capitalista de organización de las relaciones humanas en la que quedan enredados todos. El capitalista es un esclavo de la propiedad. El fetiche de la propiedad ha calado en su sistema de valores porque es el medio que concibe la institucionalidad capitalista como fuente de la riqueza, el bienestar ilimitado material y social que particularmente llega a disfrutar él y su familia. Ese capitalista conoce, puede haberlo experimentado si no ha sido de “cuna bien nacido”, que aquellos que no poseen en propiedad sustancial medios de producción y capital están condenados a vivir de un salario que les impide acumular riqueza y bienestar. No es causa del azar, ha sido así institucionalizado por el orden burgués. El capitalista está plenamente consciente que debe evitar por todos los medios caer en la clase de los que poseen sólo su fuerza de trabajo, porque eso implicaría la reversión de los papeles en su vida y la de su familia. El propietario de medios de trabajo y capital (en la escala que fuere) no desea pasar a un estatus que lo condenase a tener que pedir permiso para vivir. Esas son las reglas del juego que han establecido los detentores del poder económico privado con el llamado estado de derecho capitalista. Se teme a la bancarrota del negocio propio no porque sea una derrota del ego, aunque también lo sea, sino porque ello implica descender al grupo mayoritario que conforma ese conocido “ejército de mano de obra intelectual o física”, con las consabidas consecuencias económicas y, por ende, sociales. La pequeña burguesía (incluida la aristocracia obrera) aspira y lucha por escalar hacia la burguesía mediana y ésta a la alta burguesía. Desde aquí las expectativas del salto al gran capital se le tornan palpables. Todas (las burguesías) temen hasta el pánico descender en la escala. Y ese es el componente sico-social determinante del crecimiento económico que se nutre del trabajo incansable de la fuerza de trabajo asalariada y del acicate implacable de los propietarios de los medios de producción y capital determinantes.

Esa muchedumbre que camina y hasta pasea por las ciudades, toma vacaciones en el patio de su casa o más allá de sus fronteras, que aparece en bares y restaurantes, presume de placer y se lo cree, se atasca en las carreteras y en los centres-shoppings, se viste de domingo o para bodas y cumpleaños o se disfraza según la moda en onda, que asiste a la iglesia y a los funerales, que cuenta a solas los céntimos o alardea en público sobre los 10 ó 20 dólares (o cualquier otra moneda) de salario por hora, esa multitud no puede más que guardar el tipo. Es la única propiedad que el capitalismo desarrollista está dispuesto a democratizar si las circunstancias lo obligan: la de la dignidad estrujada. Una masa de no menos de 89 millones de venezolanos no puede siquiera guardar el tipo, sencillamente vive en severa pobreza o en la miseria. En 1997 (un año antes de la toma de gobierno de H.Chávez) en Venezuela bajo la pobreza crítica subsistía el 36.6%(11% en 1982) de la población y en pobreza no crítica el 31% (22,5% en 1982). El total de la población bajo la línea de la pobreza es de 68%. Hasta el 2000 el proceso de empobrecimiento de la propia clase media se venía acentuando (aprox. un 37% de la población presenta ese estatus) y la mayor parte del patrimonio de la nación se concentraba en menos del 2% de la población. En 1997 el ingreso medio de las personas de más altos ingresos es 25 veces mayor que el de las personas en pobreza crítica, 10 veces superior que el estrato de pobreza no crítica y 4 veces superior que el de la clase media. Mientras tanto ya en el año 2000 en Venezuela el 70% de la población subsistía con menos de 3 dólares diarios, de ellos el 23% con menos de 1 dólar[1]. Ese paradigma de evolución social de la especie humana puede ser sólo cuestionado por las conmociones de los cambios revolucionarios que aspiran a la real civilización de las relaciones socio-humanas.

La conmoción de la lucha de clases por la igualdad socioeconómica, humanista por excelencia, expresa la lucha entre el egoísmo y la solidaridad humana. Donde la solidaridad se alza por encima de la concepción egoísta de la caridad burguesa y se define como igualdad entre congéneres. No es la igualdad, sin embargo, tal como muchos quisieran, un concepto romántico ni idealista. Puesto que la reproducción de la vida se da ni más ni menos que sobre la base de relaciones socio-económicas condicionadas por el modo de producción y distribución de bienes materiales e inmateriales. Por lo tanto, el carácter del modo de producción determina la naturaleza, la cualidad de las relaciones de igualdad entre congéneres.

La lucha de clases de signo contrario a la que impone la oligarquía en Venezuela, ha sido planteada por las fuerzas revolucionarias en términos pacíficos y edificadores. Ha sido así desde la ascensión de H.Chávez a la presidencia. La violencia: golpe de estado, paro petrolero que provoca una caída del 30% PIB, especulación con la producción y sabotajes a la distribución mercantil, agresión mediática, innumerables disturbios públicos, asesinatos; esa violencia ejercida por las clases reticentes a los cambios humanistas y emancipadores de la condición humana demuestra el grado de egoísmo por ellas cultivado. La preservación de los privilegios excluyentes de clase se convierte en el sentido de su existencia. Toda transformación del modo de producción y de relaciones socioeconómicas en que sustentan sus privilegios amenaza el orden institucional que alimenta sus intereses de clase. Eso explica que la conmoción de la revolución para las clases en poder del estado y del poder económico excluyente sea total.

La elevada abstención ante el referendo por la reforma de la Constitución Bolivariana expresa la complejidad política del carácter socialista de los cambios en una sociedad hasta ayer mismo sumergida en uno de los más oscuros regímenes capitalistas de la región. Se ha podido comprobar cómo para un amplio sector popular no han bastado los múltiples e importantes programas de rehabilitación de los desposeídos, la mayoría del pueblo venezolano, para que identificasen sin ambigüedad la franca inclusión social como una prerrogativa socialista. Hecho que apunta a la necesidad de la concienciación política de los cambios sociales. Un terreno que entra de lleno en el trabajo de educación política que ha de enfrentar el imprescindible Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV).

Muchos se han preguntado qué hacer ahora. La respuesta tiene dos vertientes simbióticas: 1) concentrar los esfuerzos en la consolidación de los logros, esencialmente en la eficiencia macro y microeconómica del nuevo orden económico en gestación, 2) profundizar las tendencias de la transformación sistémica socialista. Sobre la consolidación del piso alcanzado la proyección socialista podrá catapultarse hacia la toma del cielo por asalto. El marco constitucional actual (a través de la Ley Habilitante y los decretos sobre los cinco motores de la revolución) permite la continuidad de la refundación del estado capitalista hacia la antesala de la transformación socialista que ha quedado pautada precisamente por la propuesta de reforma constitucional.

Así asumida la etapa actual, la labor de concienciación política de los cambios socialistas propuestos por la reforma tendrá un fecundo escenario de trabajo en los tiempos venideros. El programa de la reforma constitucional deberá convertirse en material de estudio ciudadano. No debería escatimarse recursos para implementar la Misión Refundación Socialista del Estado. Un vasto movimiento social y político que lleve a cada ciudadano la letra y el espíritu progresista y emancipador de la propuesta de re-institucionalización socialista del estado que alberga la reforma de la constitución. Ello preparará el terreno ideológico de cara a la reniovación de la propuesta de reforma constitucional y, estratégicamente, frente a la necesidad del acontecimiento revolucionario de una nueva constituyente.

De primera importancia resulta el problema de la comunicación social y el tratamiento de la información. Los medios de comunicación al servicio popular están ante la oportunidad de replantearse críticamente el papel de vehiculadores del pensamiento revolucionario socialista. Venezolana de Televisión (VTV) y Tvés están llamadas a asumir el desafío de contrarrestar y neutralizar con arrojo creativo y compromiso político la efectividad propagandística de los medios privados reaccionarios (que copan el 90% de todos los medios en el espectro radioeléctrico). Telesur, la nueva y única corporación mediática de izquierda de alcance regional y en expansión internacional, evidencia ya el agotamiento de su fórmula comunicacional. La recurrente repetición de la programación documental, la estaticidad de su modo de comunicar, el ansia por la asepsia ideológica en nombre de una supuesta objetividad política del ejercicio periodístico se han puesto definitivamente de manifiesto en la cobertura de las jornadas del referendo por la reforma constitucional en Venezuela[2]. En contraste, el espacio televisivo La Hojilla de la televisión venezolana (VTV) ha sabido demostrar la eficacia de la agudeza política en tiempo real, con la originalidad del sentido común y la profundidad de la información y la contrainformación, disponiendo, como incluso se percibe, de modestos recursos. Esos medios deben abrir sus puertas a comunicadores, creadores y administradores de talento, valentía y compromiso revolucionario.

El espacio de la prensa plana en Venezuela está llamado a inaugurar un rotativo (periódico) capaz de convertirse en un nuevo paradigma del periodismo a nivel regional e internacional. No es posible que la creatividad intelectual de izquierda permanezca en el inmovilismo de no competir con el tradicionalismo obsoleto de la prensa local y regional, convertida por el eco transnacional mediático capitalista en injustificado referente de periodismo y comunicación social. Los medios comunitarios alternativos, televisivos, radiales y escritos deben ser objeto de especial atención y apoyo logístico y económico del gobierno, su ministerio de cultura y de los poderes comunales.

La consolidación de la trayectoria socialista dependerá en especial medida de la capacidad de los medios bolivarianos de revolucionar la percepción cultural de la sociedad sobre la realidad sociopolítica y económica cambiante.

En el plano de su proyección teórica y comunicativa el socialismo venezolano puede afincarse en el espíritu revolucionario bolivariano y romper el corsé del reformismo burgués que le intenta imponer el estereotipo de un supuesto teórico Socialismo del Siglo XXI.

Si la necesidad del estudio teórico sobre las determinaciones científicas del socialismo en Venezuela se ha de convertir en una exigencia ineludible de las ciencias sociales y el pensamiento político crítico, ello no podrá establecerse fecundamente por encima del reconocimiento científico que propicia el materialismo dialéctico sobre la realidad histórica y su devenir contemporáneo. Ni por encima de la experiencia acumulada por aquellos procesos sociopolíticos que intentaron e intentan la alternativa no-capitalista de desarrollo. No existe saber presente sin saber acumulado. La lucha de clases en Venezuela constituye la puja por un orden emancipador de los individuos y sus relaciones humanas. Por una nueva cualidad de la reproducción de la vida. La naturaleza de esa lucha de clases por tensa que resulte es incluyente y redentora y ésa ha sido justamente la perenne convocatoria del presidente H.Chávez, rechazada perennemente por las fuerzas sujetas al orden retrógrado.

En consecuencia, los aportes del pensamiento de cualquier auto proclamada escuela no pueden convertirse en dogmas a ultranza para la revolución venezolana, ni los modelos preenlatados servir de envase al que ha de amoldarse el proceso social por el consabido placer del “l.q.q.d.” matemático (lo que quería demostrar). Los planteamientos teóricos del socialismo no pueden sustituir la dinámica de la praxis revolucionaria, sino retroalimentarse de ella y metabolizar las esencias de las viejas y nuevas contradicciones para ofrecer síntesis orientadoras a la acción política transformadora de la realidad. En este sentido urge la creación de una Fundación Bolivariana de las Ciencias Sociales, que aglutine a académicos e intelectuales y permita proyectar el pensamiento crítico revolucionario venezolano y regional desde la perspectiva del compromiso revolucionario con la transformación de la realidad capitalista, hacia la superación de su formación socioeconómica y política.

El proceso sociopolítico que empuja la revolución bolivariana de Venezuela seguirá madurando ante sucesivas pruebas de empatía popular. Los planteamientos de la reforma constitucional no han dejado dudas sobre el carácter y los objetivos socialistas de la transformación en marcha.

Con la revolución bolivariana de Venezuela, por primera vez después de la segunda guerra mundial del siglo pasado, la experiencia socialista asume una proyección que apunta hacia la superación del paradigma del socialismo de estado. Para bien del ideario revolucionario y la viabilidad de la alternativa socialista de desarrollo los dogmas están siendo cuestionados. Donde las ideas de democracia económica y soberanía ciudadana no pueden más que convertirse en factores determinantes del poder popular.

Ése es también el legado político que está brindando la revolución bolivariana al socialismo en Cuba. La renovación socialista del proceso sociopolítico cubano es una necesidad objetiva. Es así no por la fecha de caducidad que, a imagen y semejanza de la reacción “cubano”americana de Miami ya le ponen los agoreros del socialismo de probeta - a la cabeza con H.Dieterich -, sino porque así lo exige el propio desarrollo alcanzado por la modelación estatista.

En Cuba han madurado condiciones internas, justo en el contexto de favorables condiciones externas regionales e internacionales, sobre las cuáles proyectar la transformación cualitativa del modo de producción y de las relaciones socioeconómicas de la sociedad. Se entraría con ello, tal como he venido analizando en disímiles trabajos, en un nuevo proceso cultural de entender y organizar la sociedad y el estado desde la perspectiva del real empoderamiento económico y político del pueblo. Un salto de orden cualitativo en la economía cubana es una condición tan imprescindible como urgente si se quiere poner en una inequívoca trayectoria de viabilidad el socialismo en Cuba. Y ese salto no se logrará sin la emancipación ciudadana de los individuos y, por consiguiente, de la sociedad en su conjunto.

La transformación de la realidad cubana en un sistema de eficiente participación popular que supere rotundamente la economía de la carencia y las carencias de la democracia, será el mejor apoyo y estímulo para el socialismo emergente en América Latina, especialmente para la revolución bolivariana en Venezuela. Sólo así el socialismo cubano dejará de ser agitado por la reacción capitalista como un fantasma en la región. La sociedad cubana ganará la coherencia orgánica y la cohesión política que le genere un ascendente y sólido desarrollo material y social. La alternativa de desarrollo será creíble y posible cuando se alce como una opción humanista definitivamente convincente ante el modo de vida capitalista.


[1] Ver los trabajos del Proyecto Pobreza de Matías Riutort. Dicho proyecto está asociado a los estudios económicos y sociales de Venezuela de la Universidad católica Andrés Bello, así como a los de la Asociación de Universidades jesuitas de América Latina. Consultar además “Cálculos delIDH” en: Informe sobre el Desarrollo Humano 2000 PNUD.

[2] De claudicación revolucionaria e intelectual ha de calificarse el que la dirección de Telesur – según constata Carlos Tena en Rebeliónhttp://www.rebelion.org/noticia.php?id=60016 y sin que esa información haya sido desmentida por la dirección de Telesur http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60090 – se haya dirigido al grupo financiero-mediático español Mediapro en auxilio para replantear la concepción programática del canal. ¿Podrá Mediapro asumir la empatía con el espíritu revolucionario y creadorde nuevo tipo que exigen los cambios progresistas en la región latinoamericana? ¿Falta el talento creador en el seno de las sociedades latinoamericanas involucradas en el proyecto de Telesur? ¿O estamos ante una onerosa expresión de auto colonialismo intelectual?


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Roberto Cobas Avivar

Economista, activista político y social

 rcavivar@gmail.com

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