Sobre pertinencia analítica de la distinción chavismo-madurismo

La historia de la izquierda no es la de los grupos u organizaciones llamados "de izquierda",

sino la historia de las políticas de izquierda.

Bolívar Echeverría. Modernidad y Blanquitud. p. 180

Con frecuencia analistas y políticos recalcan que la presente crisis general es consecuencia directa de los gobiernos de Hugo Chávez. Incluso muchos de los que aun apoyan al madurismo parten de la premisa según la cual los problemas sociales son responsabilidad del propio Chávez, como si entre los múltiples errores que haya podido cometer el chavismo y el actual gobierno no mediara la existencia de una gestión, o una no gestión (madurista), que en su momento tuvo la oportunidad de evaluar una situación seguramente problemática gestada durante los últimos años de gobierno bolivariano, para introducir los correctivos del caso, e impedir de esta forma la enorme expansión del presente desastre. Para el caso de los objetivos trazados por parte del discurso político opositor, es urgente imponer una opinión general que efectivamente amplíe el desempeño catastrófico del actual gobierno, hasta meter a la experiencia chavista dentro del mismo saco. En unos términos más absolutos la oposición fundamentalista afirma sistemáticamente la existencia de una dictadura que ahora alcanza más de 20 años. Como si desde la misma asunción de Hugo Chávez al poder en 1999 el país ya estuviera bajo los padecimientos de una oligarquía igualmente fundamentalista. Estos argumentos persisten incluso luego de que el BCV mostrara las pruebas según las cuales las expresiones más brutales de la crisis tienen comienzo a partir de 2014.

En realidad Chávez y el chavismo en el fragor de la lucha igualmente utilizaban esos recursos que tienen que ver con la disputa por la interpretación hegemónica de la historia y su proceso. Entonces Chávez sostenía sobre todo durante la campaña electoral que lo iba a llevar a la presidencia en 1998, que el régimen puntofijista había sido neoliberal desde un principio. Se trataba obviamente de una simplificación, los años en que la democracia liberal de partidos conquistó más legitimidad fueron mediante la implementación de políticas de intervención económica, vinculadas con alguna distribución social de los recursos obtenidos a través de la venta internacional del petróleo. La diferencia fundamental entre ambas estrategias asociadas al discurso es que el chavismo de esta forma trataba de implantar un nuevo orden político menoscabando "políticamente" la experiencia previa, y la oposición fundamentalista en su abandono de la política ahora trata de justificar una invasión militar norteamericana, caracterizando el tiempo de la revolución bolivariana como una dictadura que Maduro sencillamente heredó.

Otros analistas e incluso varios políticos tradicionalmente de oposición como consecuencia del incremento de la crisis general han comenzado a reconocer aunque sin explicitarlo, sin embargo, la existencia del madurismo como otra realidad "política", es decir, madurismo es tratado aquí como una noción separada de la experiencia chavista. En tales condiciones se entiende que el chavismo se crea en el contexto de la expansión de un movimiento de masas que en muchos sentidos representó una enorme ruptura con la historia política venezolana hasta entonces, una ruptura que sin embargo implica igualmente fuertes continuidades con nuestra cultura política, marcada por ejemplo con la presencia persistente del fenómeno del personalismo. Quien ha analizado, esta vez desde una perspectiva de izquierda, lo que llama la transición del chavismo al madurismo ha sido Jesús Puerta. https://www.aporrea.org/actualidad/a268930.html. El artículo publicado en Aporrea no es reciente, es del año pasado. Pero el problema que trata el autor va a ser pertinente por mucho tiempo, puesto que se trata de debatir en primer lugar sobre el carácter del actual gobierno, sin duda un producto de la revolución bolivariana, lo que no significa que se trate del mismo fenómeno político. Y en segundo lugar, se trata de responder a la pregunta por la misma continuidad de la revolución. Del texto de Puerta queda claro que estamos analizando dos fenómenos políticos que son expresión de dos momentos históricos diferentes.

Las diferencias que destaca son varias, resalto las que creo son de las más importantes. El chavismo fue un movimiento de masas que fue creando todo un sistema político históricamente especifico enmarcado por una parte en la constitución de 1999, pero de igual manera es producto, sostengo, de la institucionalización de demandas expresadas por los movimientos en los años previos al triunfo electoral de Hugo Chávez. Pero lo que parece crucial de los argumentos trabajados por Puerta, con respecto a las diferencias entre ambas experiencias es que ciertamente el sistema de poder chavista estuvo montado sobre un carisma, esto es, un conjunto de cualidades recreadas popularmente sobre el liderazgo de Chávez, (incluso potenciadas conscientemente por el propio Chávez), para como consecuencia de esta asociación legitimar un orden populista si bien con rasgos personalistas, enmarcado a lo interno de un proyecto democrático. El carácter populista de la experiencia bolivariana no tiene aquí una significación peyorativa.

En el caso de lo que podría llamarse la caída madurista de esta historia, el dominio que ejerce Maduro viene invertido, tal como creo lo plantea Puerta, proviene de una asociación corporativa entre partido, estado y gobierno, de cuyas relaciones a lo interno de lógicas oligárquicas, le han aportado hasta el momento viabilidad "política" a la dominación burocrática madurista. De esta caracterización se desprende una conclusión mencionada por Puerta: el madurismo decidió las contradicciones internas del chavismo hacia la derecha. De tales consideraciones uno podría concluir entonces que la dominación anti-política madurista es consecuencia de la derrota del campo popular chavista. Se trata de la clausura de la revolución cuyo momento decisivo fue la imposición de una Asamblea Nacional Constituyente creada si bien puntualmente para darle un piso legal a las iniciativas del gobierno, en definitiva fue impuesta para desplazar suspendiendo la Constitución de 1999.

En consecuencia: Chavismo no es madurismo, aunque son discernibles las interdependencias entre un fenómeno y otro. Chavismo es la democracia constitutivamente asociada como exceso plebeyo. El mayor desafío democrático a la implantación social de toda jerarquía arbitraria. La expansión libidinal de la política como plenitud emancipatoria. Democracia en peligro y democracia siempre peligrosa. Madurismo es la forma degradada que devino en anti-chavismo oligárquico, consistente en la operación continua de efectuar parricidio político como su inherente condición de posibilidad. Se sostiene aquí que es la peor expresión de antichavismo en primer lugar porque su control del poder político se sustenta en el usufructo del capital político-cultural acumulado durante los gobiernos liderados por Hugo Chávez, (una suerte de extractivismo simbólico), al tiempo en que, en segundo lugar, se caracteriza por el desprecio continuado hacia el dolor de los más débiles. Las mismas mayorías que en el lapso chavista fueron convocadas situándose en el centro de una historia (su historia), como el soberano, en tercer lugar, porque sus actuaciones han expresado sistemáticamente el abandono del principio chavista de soberanía popular. Se trata, el madurismo, de un movimiento regresivo que consiguió excluir derrotando en pocos años a las mayorías politizadas que había incluido los gobiernos de Chávez en el lapso anterior a 2013.

Tanto como el antichavismo conveniente (en rigor oposición oficialista), es siguiendo a Jesús Puerta, una modalidad de chavismo, en términos dialecticos pero también históricos, hay que reconocer que fue el chavismo el generador de las exclusivas circunstancias capaces de fraguar al madurismo realmente existente. Solo desde el chavismo (ciertamente a lo interno de y en parte auto-promovido por) se podría producir algo como el actual conglomerado dominante burocrático-militar, aunque siempre esta historia pudo ser en definitiva otra. Una consecuencia no deseada de la implantación de cierto segmento de funcionarios gubernamentales altamente leales, es decir, consistentemente incapaces de formular una opinión ciertamente comprometida, pero igualmente independiente, así implicara controvertir puntualmente con Hugo Chávez.

En este contexto, ¿en qué consiste la política en las actuales circunstancias? A lo interno de una lógica de la política por la política guarda prevalencia el interés por "el dominio", como incremento incesante y como preservación frente a cualquier "amenaza". Se estructura inevitablemente entonces como política corporativa, auto-justificativa (providencialmente distante de los asuntos humanos con la intención de no ser objeto de alguna interpelación popular: "leales siempre traidores nunca"). Puestas así las cosas, tal política por la política es anti-política sectaria, finalmente auto-destructiva como política, pero también como sistema de relaciones humanas regulador de un orden especifico. Más bien es incapaz de fundar un orden, cualquiera que sea, puesto que únicamente responde al establecimiento provisional de un dominio descarnado. Aquí es irrelevante postular que algunos de los miembros del actual conglomerado burocrático-militar hicieron parte de los gobiernos del chavismo, debemos fijar la observación en las prácticas regulares en desarrollo donde el peso de la contingencia tiende a ser determinante.

Unas últimas palabras esta vez para la "oposición oficialista". Siendo esta oposición una modalidad aberrante de chavismo, la desaparición física de su "anti-referente político" (finalmente su real referente), trajo como consecuencia la existencia de un malestar no asumido, expresado en su confusa caída en la anti-política integrista, y en su subordinación como nunca antes a los verdugos imperialistas de su propia nación. Su malestar constitutivo subyace en realidad en que ha dejado de ser anti-chavista (su único logro político-cultural "identitario"), puesto que en Venezuela ya no gobierna el chavismo. ¿Acaso fue únicamente para el mundo popular una fuerte conmoción la muerte de Hugo Chávez? Amplios segmentos de la oposición estuvieron largos años tomando como centro de sus actuaciones obsesivas al líder bolivariano. Intervenciones delirantes que trajeron como consecuencia por ejemplo el golpe militar oligárquico de 2002, el paro petrolero de diciembre de 2002 y primeros meses del siguiente año, el no reconocimiento del triunfo del chavismo en el referendo revocatorio del 2004 y elecciones subsiguientes, la retirada de las elecciones parlamentarias de 2005 y la no participación en las pasadas elecciones presidenciales del 20 de mayo de 2018, (porque sus organizaciones no podían ponerse de acuerdo en una candidatura única), precisamente cuando contaban, según las encuestas, con el apoyo de las mayorías electorales. El núcleo encubierto del malestar opositor es generado entonces por la "incapacidad" del actual gobierno en producir alguna variante de anti-madurismo, lo que ha traído como consecuencia en una oposición culturalmente subordinada, un estado de orfandad y de extravío que la lleva, frente al continuado parricidio madurista, a convertir al país en un territorio disputado por las potencias imperialistas.

La única manera de detener la escalada guerrerista de estos dos polos enfrentados pero al mismo tiempo gemelos en su proceso de degradación, es a través de un referendo consultivo donde la sociedad pueda expresarse políticamente. Una iniciativa trabajada desde la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución y La Alianza por el Referendo Consultivo. De concretarse un acuerdo oligárquico a instancias de las potencias hegemónicas, tal como está planteado, la primera víctima seria la propia Constitución bolivariana.



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