Bajo cualquier amenaza de invasión debe izarse la bandera nacional en todos los rincones de la patria, para que el viento y las aguas griten el Gloria al Bravo Pueblo.
I
Al Enemigo en el Cielo
El silencio se quiebra con un gruñido lejano,
un trueno que anuncia un nuevo y metálico verano.
En el azul, una mancha, luego diez, un enjambre,
que dibuja en el viento su estandarte de hambre.
No es la lluvia la que cae de esas nubes de acero,
es un mensaje oscuro, un irreversible aguero.
Y ante el rugir que apaga todo grito en la tierra,
se iza la bandera de la que nunca se encierra.
No es un trapo de colores, es un juramento a voz,
hecho de miradas fijas y de coraje rudo.
Es el lienzo del pueblo, valiente y guerrero,
izándose en el alma, contra el invasor extranjero.
Es el "aquí estaremos" frente al fuego que amenaza,
la raíz de la patria, firme, tenaz y rasa.
Mientras llenan el cielo de su sombra asesina,
nuestra enseña en el corazón, más fuerte, se ilumina.
II
Cuando la Marea Trae Acero
La brisa salada se quiebra de repente,
el rumor de las olas ya no es suficiente.
Entre la espuma blanca, formas extrañas y lentas, sombras de un verde olivo en las playas sedientas.
Llegan con la marea, en lanchas de funesta proa, pisando la arena que la infancia habita.
Un frío recorre la costa, una alerta remota, y en el corazón del pueblo, un viejo grito brota.
Se izan las banderas donde el mar besa la tierra, no son de seda suave, son de roca y de guerra. Hechas de sal bravía y de antiguo juramento, ondean en los riscos, desafiando al viento.
Son el "no pasarán" escrito sobre el litoral, la sombra del farero que no apagará su luz. Mientras las hélices giran y las barcazas tocan, nuestras banderas clavan al viento su voz ronca.
Por cada grano de arena que un pie extraño pretende, una enseña de dignidad en los balcones prende. Y el eco de las campanas se vuelve metralla oscura, contra la invasión que mancha la playa más pura.
III
Cuando la Llanura Despierta
Un temblor nace en el horizonte lejano,
no es el paso del ganado ni el soplo del verano. Es un ritmo de acero sobre el trigal ondulado, un ejército extraño, en formación ha cruzado.
La tierra que era cuna de un sueño verde y quieto, siente el frío de las botas que profanan su secreto. El viento, que traía canciones de labranza, hoy arrastra un murmullo de oscura vigilancia.
¡A izar la bandera en los surcos de la tierra! ¡En cada poste, en cada balcón, en cada piedra! Que el paño de la patria, al viento, sea escudo, un manto tricolor contra el invasor gringo.
¡A izar la bandera donde el río serpentea!
¡En el alma del pueblo que resiste y no se queja! Que en cada casa humilde, en cada esquina, ondee, y en el pecho del niño que sin miedo la vea.
Que el campo se vuelva un mar de rojo, blanco, amarrillo y azul, un horizonte de fe y de firmeza.
Por cada soldado extraño que avanza en la llanura, mil banderas responderán con ardiente bravura.
Porque la patria no es un trozo de geografía,
es este lienzo al viento que proclama cada día:
"Esta llanura es mía, este cielo es mi corona,
y nadie hará que mi tres colores se doblegen en la zona" IV
Cuando la Selva Llora
Un silencio abrupto corta el canto del jilguero,
la ceiba ya no escucha el rumor del cafetal.
Bajo el dosel esmeralda, entre lianas y misterio,
avanza un fuego extraño que no calienta el tropical.
No son jaguares ni serpientes de piel vibrante,
son formas con uniforme, metálico y pesado.
Pisando orquídeas, rompiendo el verde elegante, con un olor a diesel y a temor helado.
La selva que era templo de vida en libertad,
siente el frío del hierro en su corazón sagrado.
Pero en la sombra húmeda, con feroz voluntad,
un antiguo instinto despierta, alerta y apresurado.
¡A izar la bandera donde el río hace su curva!
En las manos del hombre que conoce la selva.
Que cada hoja y cada liana su mensaje conserve: "Esta verde espesura su defensa no pierde".
Por cada intruso que mancha la verdor con su guerra, mil raíces se enredan, mil banderas se alzan tierra. Porque la patria no es sólo el muro de la ciudad, es esta selva inmensa que también sabrá luchar.
V
Izar la Bandera de la Mañana Quieta
Al fin el hierro forastero mordió el polvo de la llanura, y el último eco de su guerra se apagó en el cañón. El silencio no es vacío ahora, es una paz profunda y segura, es el alba que nace lavando la herida de la invasión.
Ya no rugen los motores que rasgaban el canto del monte, ni hay sombras con armas profanando la playa o el trigal. Sólo queda el paisaje, cicatrizando su horizonte, y el orgullo de un pueblo que supo resistir y luchar.
¡A izar la bandera en este día que ya no tiene dueño! No como un grito de guerra, sino como un suspiro inmenso. Que suba lentamente, como el sol sobre el sueño, como el pecho que exhala un temor ya vencido e intenso.
¡A izar la bandera sobre el puente restaurado!
Sobre la torre que vigiló la lucha sin descanso.
Que ondee no para marcar un territorio conquistado, sino para bendecir el derecho recobrado al reposo.
Es la misma que flameó en la selva, en la azotea, en la trinchera, la que fue juramento de los que no se rindieron.
Hoy es la tela del triunfo que la brisa verdadera
levanta para que el cielo liberado la acoja y la mire.
Por cada nombre que se fue, por la tierra que fue defendida, por el futuro que regresa a ocupar su lugar.
Esta bandera izada es una promesa cumplida:
que la patria es un nido que jamás se dejará quebrar. INCONFORMIDAD, IDEOLOGÍA Y TRABAJO.
(Poema conformado con ayuda de las herramientas de IA)