Más allá de las balas: Cuál es la capacidad de guerra psicológica de nuestras Fuerzas Armadas

Venezuela se encuentra sometida a una de las guerras psicológicas más feroces del último siglo, un fenómeno que afecta por igual a la población y a las Fuerzas Armadas, trascendiendo cualquier división política. Esta realidad es denunciada constantemente, desde el Presidente de la República hasta todos los portavoces del Estado, quienes alertan diariamente sobre las agudas y potentes campañas de presión psicológica dirigidas contra la nación. Pero quizás esta alerta sea insuficiente. 

En el marco conceptual, las Operaciones Psicológicas se definen como acciones planificadas que transmiten información e indicadores a audiencias específicas, con el fin de influir en sus emociones, motivaciones, razonamiento objetivo y, en última instancia, en su comportamiento. El objetivo final es inducir o reforzar actitudes y conductas favorables a los intereses del emisor. 

El arsenal tecnológico para estas guerras ha evolucionado radicalmente, desde los folletos de la Segunda Guerra Mundial hasta el complejo ecosistema digital actual. Su efectividad reside en estrategias basadas en el estudio profundo de la psicología de masas, la sociología y la ciencia política. 

Estrategias clásicas aún vigentes: 

Folletos y publicaciones: Siguen siendo un recurso táctico, modernizado con drones o artillería para su distribución precisa. (Recordemos la pública oferta de actores estadounidenses de lanzar folletos sobre Venezuela, por las acciones en el Caribe). 

Propaganda de demostración: Exhibición de poderío militar (como despliegues navales en aguas del Caribe) para disuadir o intimidar. 

Desmoralización: Acciones para degradar la voluntad colectiva, resaltando un supuesto aislamiento internacional o vulnerabilidades (el cierre propuesto del espacio aéreo por EEUU). 

Incitación a la deserción: Ofertas de recompensas o asilo para miembros de Las Fuerzas Armadas, una táctica documentada históricamente y de la que han sido objeto oficiales venezolanos. 

Estrategias modernas en la Guerra Híbrida: 

La guerra psicológica es un pilar fundamental de la guerra híbrida, que combina medios convencionales, irregulares y cibernéticos. Se integra con:

Lawfare (Guerra Jurídica): Uso instrumental de sistemas legales para deslegitimar al adversario. (La declaraciones judicial extraterritorial gringa de narcoterrorismo para Venezuela y presiones sobre la CIP para fallos a su favor). 

Guerra Económica: Imposición de sanciones y bloqueos, presentados como legítimos o necesarios. Venezuela ha sido blanco de miles de estas medidas coercitivas unilaterales. 

Guerra de Narrativas: Construcción de un relato dominante (como la etiqueta de "narcoestado" o "crisis humanitaria fabricada", tren de Aragua o cartel de los soles) para justificar acciones. Medios de comunicación y redes sociales son vectores clave para proyectar estas narrativas, utilizando casos amplificados o descontextualizados. 

Los bloques de las cadenas televisivas, se encadenan con el mensaje “ La bomba ya va a caer”, “ Esta llegando”, “Del viernes no pasa”, “ Todos sabemos que ocurrirá”, estos y otros mensajes de contenido similar son a diario emitidos por los Estados Unidos y sus filiales de derecha en otros países. 

Límites legales, éticos y su transgresión: El derecho internacional prohíbe la incitación directa a cometer genocidio, crímenes de guerra o violencia contra civiles. Sin embargo, en el caso venezolano, con frecuencia se observa en medios internacionales un lenguaje que deshumaniza a funcionarios y justifica abiertamente acciones letales contra ellos, traspasando claramente estos umbrales éticos. además estos límites claramente han sido traspasados en el caso de los asesinatos en las lanchas del Caribe. 

La imperiosa necesidad de la contraofensiva y la capacitación: Resulta crucial desarrollar una capacidad sólida de respuesta en este ámbito. Es vital buscar cooperación y conocimiento de países con experiencia reconocida en este campo. Los ejércitos más avanzados, incluyendo el estadounidense, el ruso y el chino, cuentan con unidades permanentes especializadas en operaciones psicológicas y guerra cognitiva. Trabajar con rapidez y precisión para dotar a nuestras Fuerzas Armadas de estas herramientas defensivas y activas es fundamental para evitar que nuestros soldados y nuestra población sean víctimas pasivas de estas técnicas. 

La batalla por la percepción y la mente se ha consolidado como un dominio de conflicto tan crucial como el terrestre, marítimo, aéreo o cibernético. Los ejércitos modernos disponen de un arsenal invisible pero formidable para esta contienda: unidades especializadas permanentes, herramientas tecnológicas sofisticadas y una doctrina basada en décadas de estudio psicológico. Sin embargo, este poder conlleva una gran responsabilidad. La integración con la guerra híbrida las hace más

efectivas, pero también más difíciles de atribuir y contener, desafiando constantemente los límites éticos y legales en un mundo de información global. En definitiva, el recurso final y más crítico en la guerra psicológica podría no ser una tecnología o una estrategia en particular, sino la credibilidad. En la era de la desinformación masiva, la verdad o su percepción sigue siendo, paradójicamente, el territorio más disputado. 

Contrarrestar con más fuerza significa entender que esta es una guerra por la percepción, la voluntad y la cohesión social. No se gana solo con discursos o desmentidos, sino con una estrategia integral que combine: 

Ofensiva narrativa (construir nuestro propio relato). 

Defensa social (educar y cohesionar). 

Guerra tecnológica (dominar los espacios digitales).Legitimidad institucional (ser creíbles y transparentes). 

La máxima eficacia se logra cuando la población deja de ser un "blanco" pasivo y se convierte en un "anticuerpo" activo, inmune a la manipulación y comprometido con su propio relato veraz. 

INCONFORMIDAD, IDEOLOGÍA Y TRABAJO. 

 


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José F. Medina


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