La doctrina del uno por ciento

La guerra siempre es en parte una representación y en parte una forma de comunicación de masas, pero la organización a partir de sus conocimientos de tecnología y medios de comunicación situó el marketing del miedo en el centro de la doctrina militar estadounidense. Durante la Guerra Fría, el temor a un ataque nuclear fue el eje de la estrategia disuasoria, pero con la idea de que los misiles nucleares permaneciesen en sus depósitos. (Más que una estrategia de guerra fue un “experimento global sobre conductismo”).

La teoría del shock y la conmoción se presenta habitualmente como una simple estrategia de potencia de fuego aplastante, pero los autores de la doctrina la consideran mucho más que eso; afirman que se trata de un diseño psicológico sofisticado dirigido “directamente a la voluntad pública del adversario de resistir”. Las herramientas ya resultan familiares en el complejo militar estadounidense; privación y sobrecarga sensorial con el fin de inducir un estado de desorientación y regresión. Con ecos claros de los manuales de interrogación de la CIA, “Shock and Awe” afirma que “en términos crudos, el dominio rápido tomaría el control del entorno y paralizaría o sobrecargaría las percepciones y la comprensión de los hechos por parte del adversario”. El objetivo consiste en “dejar al adversario completamente impotente”, e incluye estrategias como “manipulación en tiempo real de los sentidos y los estímulos: “encender y apagar” literalmente las “luces” que permiten que un agresor potencial vea o aprecie las condiciones o los hechos referentes a sus fuerzas y, en última instancia, a su pueblo”, o “privar al enemigo, en zonas específicas, de la capacidad de comunicar y observar”.

El Pentágono invitó al cuerpo de prensa militar de Washington a un viaje especial a la base aérea de Eglin, en Florida, para presenciar la prueba de la MOAB (oficialmente, Massive Ordnance Air Blast [munición de golpe de aire masivo], aunque todo el mundo de la esfera militar la conoce como “la madre de todas las bombas”). Con sus 9.500 kilos de peso, es el explosivo no nuclear más grande jamás construido. En palabras de Jamie McIntyre, de CNN, es capaz de crear “un hongo de 3.000 metros de altura que recuerda al de una bomba nuclear”.

En su reportaje, McIntyre señaló que, aunque no se llegase a utilizar nunca, la mera existencia de la bomba “podría suponer un golpe psicológico” (un reconocimiento tácito del papel que el mismo estaba desempeñando al transmitir esa idea).

El siguiente sentido fue el de la vista: “No hubo una explosión audible, ni un cambio discernible con respecto a los bombardeos, pero en un instante toda una ciudad de cinco millones de habitantes quedó sumida en una noche pavorosa y eterna” informó The Guardian. La oscuridad se vio “mitigada sólo por los faros de los coches que pasaban”. Atrapados en sus casas, no podían hablar con sus vecinos ni ver qué ocurría fuera. Como un prisionero destinado en un “black site” de la CIA.

El mensaje es el siguiente: “No eres nadie, eres quien nosotros queremos que seas”, la esencia de la deshumanización. Los bombardeos dañaron seriamente la ciudad, pero los saqueos (ignorados por las tropas ocupantes) borraron el corazón del país.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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