Reflexiones sobre la inseguridad en LUZ

Cuando nos detenemos a reflexionar sobre la inseguridad que sacude a La Universidad del Zulia, tengo que expresar –porque así lo siento-- que me embarga una profunda tristeza.

Además, no creo que alguien pueda experimentar otro sentimiento diferente al dolor, al repudio, que originan esos delitos producidos en predios universitarios, después de tener el privilegio de haber pasado por las aulas de esa prestigiosa casa de estudios.

De haber transitado por el corazón de esa Alma Máter, a la que nunca dejaré de agradecer la oportunidad de estar ahora, bajo la condición de licenciado en comunicación social, expresándoles a ustedes amigos lectores, mi parecer, mi opinión, mi punto de vista, acerca de ese flagelo que, evidentemente, le hace un gran daño.

Un mal que, por cierto, no podemos ver aislado de la inseguridad del Zulia, sino inmerso dentro de ese contexto en el que día a día vemos como pierde la vida más gente inocente. Eso sería como sorprendernos porque en un hogar de padres antisociales nace y crece un hijo con problemas de conducta.

Y es que si hacemos un pequeño análisis de tal situación, nos damos cuenta de que las cusas de la delincuencia que estremece a esta región, literalmente hablando, son las mismas que hicieron que en LUZ se desbordara la inseguridad.

¿Qué hizo exceder la inseguridad en el Zulia? La impunidad, la injusticia, la corrupción, las omisiones, el silencio, cerrar los ojos ante hechos delictivos evidentes con el pretexto de resguardar el prestigio de las instituciones, cuando en realidad esas acciones son meras alcahueterías que, a la larga, les cavan sus propias tumbas.

En mí época de estudiante ya se escuchaba del peligro que existía en la travesía que hay de la Facultad de Humanidades al antiguo edificio de Grano de Oro, paso que casi siempre tomaban los estudiantes que abordaban el carrito de Circunvalación Dos, en el semáforo de la esquina del Cuartel Libertador.

La cuestión no pasaba de rumores, pero estoy seguro que así como se comentaba entre los estudiantes, llegaban a los profesores, empleados y personal rectoral, sin embargo, pese a la gravedad del asunto, estos hechos no trascendían.

La situación fue empeorando. Y ya no eran sólo los comentarios esporádicos de agresiones contra muchachas, sino de carros robados enfriados en los terrenos universitarios. El delito iba subiendo de categoría. Los vehículos implican mafias.

Igualmente, se daban casos en la que las protestas universitarias se convertían en descarados hechos delictivos. Los estudiantes amparados en ellas sometían a choferes de camiones, los despojaban de sus pertenencias, se robaban la carga, y al día siguiente, para “proteger” la integridad de la universidad como institución, se le atribuía la acción a supuestos infiltrados.

Ciertamente, en muchas oportunidades, la policía detectó a infiltrados, pero actuaban conjuntamente con estudiantes identificados y eso era del conocimiento de la masa estudiantil y de las autoridades universitarias.

En varios procedimientos cayeron grupos de alumnos, que pasada la violencia, eran de manera impune, dejados en libertad sin la más mínima sanción que acarrea la comisión de un delito.

He escuchado que los eventos delictivos en LUZ son muy anteriores a mí época estudiantil, si tomamos en cuenta, por ejemplo, los desencadenados por la diatriba política que se intentaban resolver a plomo limpio, pero bueno, lo que en realidad pretendo referir, debido a que está a la vista de todos, es la manera progresiva como la delincuencia se fue apoderando de esa casa de estudios, frente a la indiferencia de estudiantes, empleados, docentes, autoridades universitarias, en fin, y ahora no encuentran la forma de detenerla.

En el Zulia, la delincuencia se desarrolló dentro de esos parámetros y a la fecha sigue creciendo ante la mirada de una policía corrupta y un gobierno parapléjico en materia de seguridad.

Esperemos, pues, que al contrario de los gobernantes regionales, las autoridades rectorales de la Universidad del Zulia, aunque en una institución inmersa en el mismo entorno social, si tenga la suerte y la firme decisión y voluntad de retomar la seguridad y el sosiego de los estudiantes dentro de sus aulas de clases, hasta donde, lastimosamente ha llegado la delincuencia.

*Periodista

mailto:albemor60@hotmail.com


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Alberto Morán*


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