Muy a propósito
de la fecha que exalta las luchas estudiantiles, sus sacrificios, desvelos,
compromisos, entregas que han llegado hasta
pérdidas de preciosas vidas y a la mutilación de sueños y esperanzas;
se amotinan en mi mente muchas vivencias y reflexiones de lo que fue
nuestro transitar por ese mundo maravilloso y ese momento tan peculiar
e irrepetible de nuestra existencia.
Solemos
comentar, entre contemporáneos de otros momentos del país, nuestra
pasantía como dirigentes estudiantiles y la convicción en algunos
de nosotros de sentirnos todavía estudiantes. A pesar de los años
y las canas. Y esto tiene sentido, en tanto en cuanto uno haya vivido
con pasión y convicción ese momento y que sea capaz de interpretar
el hoy de los estudiantes.
Contada
la historia desde nuestra perspectiva de los años sesentas, tendrá
sin dudas diferencias con quienes desde la experiencia del tránsito
por la dictadura de la década anterior; como las tiene con relación
a las siguientes décadas, cada una matizada con algún agregado, hasta
llegar a la pasada, los noventas, en la que se suman influjos en sectores
del movimiento estudiantil que requieren de una
revisión especial.
Sin embargo,
hay constantes definitorias, que muestran un hilo conductor
del “ser estudiante”, a saber: Rebeldía, inconformismo,
fogosidad, capacidad de respuesta inmediata, pasión, compañerismo,
solidaridad, sensibilidad a flor de piel, enamoramiento de causas, afectividad,
combatividad, espíritu justiciero para citar algunas.
La conciencia de esas constantes, es decir su conocimiento y dominio, han sido determinantes a la hora de conducir e inducir a los estudiantes a la acción, de la naturaleza que sea.
En las luchas contra el gomecismo derrocar la dictadura e instaurar una democracia era el objetivo, pero ya en el fondo había una gran división que estaba determinada por las organizaciones políticas nacientes y que serían después: PCV, AD, COPEI. Y por supuesto que desde el norte no veían con indiferencia los que pasaba.
En las luchas contra Pérez Jiménez el estudiantado pagó con cárceles, torturas y vidas su búsqueda del restablecimiento de la democracia.
La década de los sesentas nos arrastró a la lucha armada y a grandes esfuerzos, sacrificios y frustraciones. Pero no fue todo el movimiento estudiantil, fue un sector, el agrupado en el PCV, el MIR y un grupo de URD. De otros partidos nos perseguían, apedreaban, sapeaban, dígase AD-COPEI. De manera pues, que así como nos forjábamos en un sector estudiantil, dentro de una ideología revolucionaria, germinaban otras tendencias en las que se acuna hoy toda esa visión derechizada que domina sectores importantes dentro de la juventud. Para esa época ya existían los indiferentes, de dónde puede salir cualquier cosa.
Los setenta
marcan derrotas y decepciones; los ochenta el desplazamiento de
los partidos por otras formas organizativas, algunas muy espontáneas
y otras foquistas. Por cierto, en esos grupos se forjaron nuevas dirigencias,
con otras visiones.
De la explotación
de las constantes referidas, que se reflejan en los movimientos estudiantiles,
nace la estrategia de catequización y derechización de un sector de
esos jóvenes. Y algo muy peculiar ya no son los partidos políticos
ni otras organizaciones quienes los cobijan, ahora son los medios de
comunicación masiva y a través de ellos las directrices foráneas.
Se crean organizaciones para darle cobertura, pero ya la plataforma
está montada y la línea es una sola, por eso repiten como loros el
discurso.
Frente a
esa derechización del movimiento estudiantil se levantan otras voces,
con una serie de adversidades, que entre otras cuestiones no termina
de cuajar ideológicamente y vive los efectos de la dispersión y el
voluntarismo. Además de no haberse potenciado al máximo deseable los
avances y progresos de la gestión de cambios profundos que vivimos
y que en el plano estudiantil se evidencia en: Inclusión, más oportunidades
y mejores condiciones, incremento de la calidad de vida, becas, transporte
y por encima de todo, dignificación, orgullo de ser venezolanos.
Difícilmente,
puede uno abstraerse en estos momentos del acontecer de las luchas estudiantiles,
es parte de nuestra formación existencial. Ser estudiante es cargar
una llama encendida, haberlo sido deja siempre una candelita prendida
que nos orienta a ponernos en su lugar con respeto, admiración y deseando
que sean parte de la vida llena, plena, libertaria y al lado del pueblo
de dónde vienen y de dónde son.
Ñapas estudiantiles:
Ñapa 1.-¿Dónde están los revolucionarios de los sesentas qué desde la universidad ofrecían la dictadura del proletariado? Haga usted su lista.
Ñapa 2.-Con disculpas por el personaje que se nombra. A Rómulo Betancout cuando era presidente le preguntó un periodista: ¿Cómo es que usted fue dirigente estudiantil revoltoso y ahora persigue a los estudiantes? Muy sencillo, contestó, “yo quería tumbar a Gómez y ahora me quieren tumbar a mí”
Ñapa 3.-¡EMPÍNATE JOVEN! (Título de libre del maestro Luis B. Prieto F)