Base productiva de la defensa integral

Una defensa integral no puede sostenerse únicamente en la voluntad ni en la fuerza armada. Requiere, como columna vertebral, una base productiva que garantice la autonomía material del pueblo y la continuidad operativa de sus instituciones en escenarios de crisis. En ese sentido, la producción en áreas básicas como la agricultura, la industria artesanal militar y el sector médico no es un complemento: es un componente esencial del sistema de defensa.

Tomemos un ejemplo sencillo pero revelador. Si en Venezuela existen mil comunas rurales y cada una siembra una hectárea de caraota, en tres meses podríamos contar con 500.000 kilogramos de este alimento estratégico, suponiendo un rendimiento modesto de 500 kg por hectárea. Esa cifra no solo representa proteína vegetal para cientos de miles de familias, sino también una reserva alimentaria que puede sostener a unidades movilizadas, poblaciones aisladas o zonas bajo presión logística. No se trata de una utopía agrícola, sino de una decisión organizativa y política: sembrar es también defender. Y podría ser el inicio de una actividad dirigida productiva en los Consejos Comunales, abarcando poco a poco otros productos agrícolas.

La capacidad de mantenimiento de los equipos mecánicos es otro pilar decisivo en la defensa integral. Un torno, una fresadora y otras máquinas-herramienta pueden marcar la diferencia entre la operatividad y el colapso. Con ellas se pueden fabricar piezas, reparar componentes críticos, adaptar soluciones técnicas en tiempo real. Esta infraestructura debe estar presente en comunas, talleres regionales y espacios de formación.

En ese sentido, el papel del INCES es estratégico: su integración al Plan de Defensa Integral debe incluir la formación de cuadros técnicos en mecanizado, soldadura, electrónica básica y mantenimiento industrial. No se trata de enseñar oficios, sino de prever la formación de operadores tácticos de soberanía vinculados a tareas en el Plan Integral, tanto para las actividades militares como para el funcionamiento de la sociedad. Cada joven capacitado en el INCES puede convertirse en un punto de apoyo para la FANB, para Protección Civil, para las comunas y para cualquier institución que requiera respuesta técnica rápida. La defensa también se forja en el torno, en el banco de trabajo, en la capacidad de reparar lo que otros darían por perdido.

Lo mismo puede decirse de la producción militar artesanal. No tenemos una industria militar, salvo en algunos elementos, por lo que en tiempos de bloqueo o agresión, la capacidad de fabricar repuestos, reparar equipos, ensamblar piezas o incluso producir armamento ligero con recursos locales puede marcar la diferencia entre la parálisis y la resistencia. No se trata de competir con grandes industrias bélicas, sino de garantizar una respuesta básica, descentralizada y posible. Talleres comunales, cooperativas técnicas, ingenieros populares: todos pueden formar parte de una red de producción táctica que complemente el esfuerzo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, dentro de la red organizativa que se teje para la defensa de Venezuela.

El área médica merece una mención especial. La defensa integral implica prever escenarios de ataque biológico, sabotaje sanitario o colapso de cadenas de suministro. Por eso, formar brigadas de salud comunitaria, producir insumos básicos como alcohol, gasas, jabones, y fortalecer la fitoterapia con plantas medicinales locales no es solo una tarea de salud pública, sino una estrategia necesaria que hay que estudiar con detenimiento en la defensa de la soberanía. Un país que no puede curarse, no puede defenderse.

La clave está en la articulación. No basta con que existan esfuerzos dispersos. Y esa es la importancia vital de Plan Nacional de Defensa Integral, plan sistemático donde se integren estas capacidades productivas al diseño general de la defensa. Eso implica censar potencialidades, identificar áreas de desarrollo, asignar responsabilidades, establecer metas por territorio, y sobre todo, entrenar. Producir en tiempos de paz para resistir en tiempos de guerra requiere disciplina, constancia y visión estratégica.

La defensa integral no es solo un asunto de nuestros militares y de los milicianos. Es también una red de venezolanos que siembran, de técnicos que reparan, de médicos que previenen, de comunidades que se organizan, de políticos que planifican y todos pensando en la ¡Victoria¡ que alcanzaremos. Cada semilla plantada, cada herramienta reparada, cada medicina compartida, es un acto de soberanía. Y en ese tejido que se construye en lo cotidiano, y en la persistencia, se creará la verdadera capacidad de resistencia del pueblo.

Oscar Rodríguez Estrada

14 de octubre de 2025



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Oscar Rodríguez E


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