El capítulo XIII de “El Capital” (II)

Entrevistando imaginariamente a Marx sobre lo tratado en:

¿Cuáles son las distinciones entre la cooperación de muchas máquinas similares y el sistema de máquinas?

La máquina, de la que arranca la revolución industrial, reemplaza al obrero que manipula una herramienta única por un mecanismo que opera simultáneamente con una masa de herramientas iguales o parecidas a aquélla y que es movido por una fuerza motriz única, sea cual fuere la forma de ésta. Tenemos aquí la máquina, pero sólo como elemento simple de la producción mecanizada.

Al ampliarse las dimensiones de la máquina de trabajo y el número de herramientas con las que opera simultáneamente, se vuelve necesario un mecanismo motor más voluminoso, y este mecanismo, para superar su propia resistencia, requiere a su vez una fuerza motriz más poderosa que la humana, aun dejando a un lado que el hombre es un instrumento muy imperfecto en lo que se refiere a la producción de un movimiento uniforme y continuo. En el supuesto de que el hombre opere únicamente como fuerza motriz simple, o sea que una máquina-herramienta haya sustituido a la herramienta de aquél, las fuerzas naturales pueden ahora sustituirlo también como fuerza motriz. De todas las fuerzas motrices que nos deja el período manufacturero la peor era la equina, en parte porque el caballo es testarudo; en parte porque es un animal caro y porque es limitada la escala en que se lo puede emplear en las fábricas. Su utilización, no obstante, fue frecuente durante la infancia de la gran industria, como lo atestigua sobradamente, además de las quejas de los agrónomos de la época, el hecho de que hasta el presente sigamos expresando la fuerza mecánica, a la manera tradicional, en caballos de fuerza. El viento era demasiado inconstante e incontrolable, y además en Inglaterra, el lugar de nacimiento de la gran industria, ya en el período manufacturero predominó el empleo de la fuerza hidráulica. Ya en el siglo XVII se había intentado poner en movimiento, con una sola rueda hidráulica, dos muelas correderas y por tanto dos juegos de muelas de molino. Pero el mayor volumen del mecanismo de trasmisión entró  en conflicto con la fuerza hidráulica ahora insuficiente, y es ésta una de las circunstancias que dio el impulso para investigar de manera más precisa las leyes de la fricción. Del mismo modo, la acción irregular de la fuerza motriz en los molinos puestos en movimiento por impulsos y tracciones con palancas, condujo a la teoría y la práctica del volante, que más tarde desempeñaría en la gran industria un papel tan destacado. De esta suerte, el período manufacturero desarrolló los primeros elementos científicos y técnicos de la gran industria. Las fábricas de hilados equipadas con los telares continuos de Arkwright, desde un principio tuvieron como fuerza motriz el agua. No obstante, también el uso de la fuerza hidráulica como fuerza motriz dominante presentaba dificultades muy serias. No se la podía aumentar a voluntad, ni remediar su escasez, en ocasiones faltaba, y, ante todo, era de naturaleza puramente local. Sólo con la segunda máquina de vapor de Watt, la denominada de efecto doble, se encontró un primer motor que mediante el consumo de carbón y agua genera él mismo su fuerza motriz, un motor cuya potencia energética está por entero bajo el control humano, que es móvil y un medio de locomoción, urbano y no, como la rueda hidráulica, rural; que permite concentrar la producción en ciudades, en vez de dispersarla por el campo, como hacía aquélla; universal en sus aplicaciones tecnológicas; relativamente poco condicionado, en cuanto a su ubicación geográfica, por circunstancias locales. El gran genio de Watt se pone de manifiesto en la especificación de la patente que obtuvo en abril de 1784, y en la cual no describe su máquina de vapor como invento para fines especiales, sino como agente general de la gran industria. Consigna allí aplicaciones de las cuales no pocas, como por ejemplo el martillo de vapor, sólo se introdujeron más de medio siglo después. Sin embargo, dudaba de la posibilidad de aplicar la máquina de vapor a la navegación oceánica. Sus sucesores, Boulton y Watt, presentaron en la exposición industrial de Londres, en 1851, la más colosal máquina de vapor para transatlánticos de vapor.

Sólo después que las herramientas se transformaron de instrumentos del organismo humano en herramientas pertenecientes a un aparato mecánico, en la máquina-herramienta, también la máquina motriz revistió una forma autónoma, completamente emancipada de las barreras inherentes a la fuerza humana. Con ello, la máquina-herramienta aislada, tal como hasta aquí la consideramos, se reduce a mero elemento de la producción efectuada con máquinas. Ahora, una máquina motriz podía accionar muchas máquinas de trabajo. Con el número de las máquinas de trabajo empleadas simultáneamente, se agranda la máquina motriz y el mecanismo de trasmisión se amplía hasta convertirse en un aparato de considerable extensión.

Debemos distinguir ahora entre dos cosas: cooperación de muchas máquinas similares y sistema de máquinas.

En el primero de estos casos, la misma máquina de trabajo fabrica íntegramente el producto. Ejecuta todas las diversas operaciones que ejecutaba un artesano con su herramienta, por ejemplo el tejedor con su telar, o que efectuaban por turno diversos operarios con distintas herramientas, ya fuese independientemente o como miembros de una manufactura. En la manufactura moderna de sobres, por ejemplo, un obrero doblaba el papel con la plegadera, otro lo engomaba, un tercero daba vuelta la solapa en la que se imprime la marca, otro abollonaba dicha marca, etc., y en cada una de estas operaciones parciales cada uno de los sobres tenía necesariamente que cambiar de manos. Una sola máquina de hacer sobres ejecuta todas estas operaciones de un solo golpe y produce 3.000 y más sobres por hora. Una máquina norteamericana de hacer bolsas de papel, exhibida en la exposición industrial de Londres de 1862, corta el papel, engruda, pliega y hace 300 piezas por minuto. Una máquina de trabajo, que opera por la combinación de diversas herramientas, lleva aquí a cabo el proceso total que en la manufactura estaba dividido y se efectuaba de manera sucesiva. Ya sea tal máquina de trabajo nada más que la restauración mecánica de un instrumento artesanal más complejo, o la combinación de instrumentos simples heterogéneos, particularizados por la manufactura, en la fábrica esto es, en el taller fundado en el empleo de maquinaria reaparece siempre la cooperación simple, y ante todo, por cierto (prescindimos aquí del obrero), como conglomeración espacial de máquinas de trabajo similares y que operan simultáneamente. Así, por ejemplo, una fábrica textil está constituida por la yuxtaposición de muchos telares mecánicos, y una fábrica de ropa por la yuxtaposición de muchas máquinas de coser en el mismo local de trabajo. Pero existe aquí una unidad técnica, puesto que las numerosas máquinas de trabajo similares reciben su impulso, simultánea y uniformemente, del latido de un primer motor colectivo, y lo reciben por medio de un mecanismo de trasmisión que también les es común, en parte, ya que sólo está ligado a cada una de las máquinas-herramientas por ramificaciones particulares que de él derivan. Exactamente al igual que muchas herramientas constituyen los órganos de una máquina de trabajo, muchas máquinas de trabajo no constituyen ahora más que órganos homogéneos del mismo mecanismo motor.

Un sistema de máquinas propiamente dicho, no obstante, sólo remplaza a la máquina autónoma individual allí donde el objeto de trabajo recorre una serie conexa de procesos graduales y diversos, ejecutados por una cadena de máquinas heterogéneas pero complementarias entre sí. Reaparece aquí  la cooperación característica de la manufactura por la división del trabajo, pero ahora como combinación de máquinas de trabajo parciales. Las herramientas específicas, por ejemplo, de los diversos obreros parciales en la manufactura lanera, del batidor, el cardador, el tundidor, el hilandero, etc., se transforman ahora en las herramientas de máquinas de trabajo que se han vuelto específicas, cada una de las cuales constituye un órgano particular destinado a una función particular en el sistema del mecanismo combinado de herramientas. En líneas generales, la manufactura misma proporciona al sistema de máquinas, en los ramos en que éste se introduce por primera vez, la base natural para la división y por tanto para la organización del proceso de producción. Con todo, de inmediato hace su aparición una diferencia esencial. En la manufactura los obreros, aislados o en grupos, ejecutan con su instrumento artesanal cada uno de los procesos parciales especiales. Si bien el obrero ha quedado incorporado al proceso, también es cierto que previamente el proceso ha tenido que adaptarse al obrero. En la producción fundada en la maquinaria queda suprimido este principio subjetivo de la división del trabajo. Aquí se examina, en sí  y para sí, objetivamente, el proceso total, se lo analiza en sus fases constitutivas, y el problema consistente en ejecutar cada proceso parcial y ensamblar los diferentes procesos parciales, se resuelve mediante la aplicación técnica de la mecánica, de la química, etc.; en este caso, y como siempre, la concepción teórica tiene que ser perfeccionada por la experiencia práctica acumulada en gran escala. Cada máquina parcial suministra a la que le sigue inmediatamente su materia prima, y como todas operan a la vez, el producto se encuentra continuamente en las diversas fases de su proceso formativo, y asimismo en el tránsito de una fase de producción a otra. Así  como en la manufactura la cooperación inmediata de los obreros parciales generaba determinadas proporciones numéricas entre los grupos especiales de obreros, en el sistema de máquinas organizado la ocupación constante de unas máquinas parciales por otras establece una proporción determinada entre su número, su tamaño y su velocidad. La máquina combinada de trabajo, que ahora es un sistema organizado compuesto por diversas clases de máquinas de trabajo individuales y de grupos de las mismas, es tanto más perfecta cuanto más continuo sea su proceso total, es decir, cuanto menos se interrumpa el tránsito de la materia prima desde su primera fase hasta la última y, por tanto, cuanto más completa sea la sustitución de la mano humana por el mecanismo en el pasaje de la materia prima desde una fase de producción a otra. Si en la manufactura el aislamiento de los procesos particulares es un principio establecido por la división del trabajo misma, en la fábrica desarrollada, por el contrario, domina la continuidad de esos procesos particulares.

Un sistema de maquinaria, ya se base en la mera cooperación de máquinas de trabajo homogéneas como ocurre en la tejeduría o en una combinación de máquinas heterogéneas como en la hilandería , constituye en sí  y para sí un gran autómata, siempre que reciba su impulso de un primer motor que se mueva a sí  mismo. Puede ocurrir, sin embargo, que el sistema total sea impulsado por una máquina de vapor, digamos, pero que o bien algunas máquinas-herramientas necesiten todavía del obrero para ciertos movimientos (como el movimiento que, antes de la introducción de la hiladora alternativa automática, era necesario para correr el carro de la mule y que aún lo sigue siendo en la hilandería fina), o bien que el obrero, para que la máquina pueda ejecutar su trabajo, tenga que manipular con determinadas partes de ella como si se tratara de una herramienta, que es lo que sucedía en la construcción de máquinas antes de que se transformara el aparato de tornear en un mecanismo automático. Tan pronto como la máquina de trabajo ejecuta sin el concurso humano todos los movimientos necesarios para la elaboración de la materia prima y tan sólo requiere cierta asistencia ulterior, tenemos un sistema automático de maquinaria, sistema que es susceptible, sin embargo, de desarrollo constante en los detalles. Así, por ejemplo, el aparato que detiene automáticamente la hiladora mecánica apenas se rompe una sola hebra y el freno automático, que interrumpe el funcionamiento del telar perfeccionado de vapor no bien el hilo de la trama se escapa de la canilla de la lanzadera, son inventos muy recientes. La moderna fábrica de papel puede servir de ejemplo, tanto en lo que se refiere a la continuidad de la producción como en lo tocante a la puesta en práctica del principio automático. En el caso de la producción papelera es posible, en general, estudiar provechosa y detalladamente la diferencia que existe entre diversos modos de producción basados en medios de producción diferentes, así como el nexo entre las relaciones sociales de producción y esos modos de producción: la antigua elaboración alemana de papel, en efecto, nos proporciona un ejemplo de la producción artesanal; la de Holanda en el siglo XVII y Francia en el XVIII, una muestra de la manufactura propiamente dicha; la Inglaterra moderna, un modelo de la fabricación automática en este ramo, y además en China y en la India subsisten aún dos formas paleoasiáticas diferentes de la misma industria.

Venezuela, 19 de julio de 2010

nicolasurdaneta@gmail.com



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Nicolás Urdaneta Núñez


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