Los conservadores y la fuerza

No hay un pensamiento conservador. El conservadurismo no es una doctrina política. Es una actitud de inmovilismo ante los cambios que ocurren en una realidad permanentemente en movimiento. Los esfuerzos de los británicos Edmund Burke y Michael Oskkesshott por construir una teoría para este estilo político fueron inútiles.

Ellos fueron incapaces de sistematizar una tesis conservadora, distinta la simple preservación del statu quo de aquellos que tienen qué perder en la vida social.

Por eso, en las situaciones de crisis, como la que actualmente experimenta Estados Unidos, no es la negociación política explícita el instrumento para buscarle salidas a las contradicciones sorpresivas, amenazantes para su estabilidad, y con corto tiempo de reacción, que las han expresado en esta década.

La respuesta sistemática ha sido el empleo de la fuerza con objetivos concretos pragmáticos, sin que ellos estén orientados hacia fines (valores) que representen soluciones posibles a los problemas sociales de fondo originadores de la contingencia.

Hasta ahora Washington, como polo integrador de las fuerzas conservadoras, había ubicado, dentro de un fundamentalismo primitivo, un factor externo como "culpable" de esas crisis. Pero, dentro de la actual contingencia representada por la crisis de su sistema financiero, no hay un "demonio" extranjero aquien responsabilizar de la fatalidad. Ella tiene como variable fundamental dominante los propietarios del capital financiero que sirven de sustento cardinal al esquema de dominio, con vocación imperial, que controla la federación yanqui. Por ello, dentro del más puro instinto conservador, este grupo privilegiado es al que potencialmente hay que proteger. Y ésa es la decisión política. Una elección que genera una contradicción entre este pequeño grupo dominante, no con 30% de pobres que pueblan el país, sino con el sector medio de la sociedad, que es la base del régimen democrático representativo que gobierna la nación. Los que tienen que pagar los desafueros de los amos del capital. Se trata de un diferendo con un alto potencial de violencia política.

Y en el marco de esta crisis, que podría expresarse hasta en una guerra civil, la oligarquía dominante no descarta el uso de la fuerza en las relaciones internas. Para esta hipótesis de conflicto le ha dado atribuciones al Comando Norte (una nueva región militar de la misma categoría que el Comando Sur) para conducir operaciones estratégicas en su propio país, con capacidad para movilizar fuerzas militares y milicias estadales para tal efecto.

Por el momento se le asignó la 1ª Brigada de la III División, con larga experiencia en Irak, como elemento disuasivo para impedir movilizaciones populares. Se rompe así una ley –la "Posse Comitatus"– que por 230 años había impedido el uso de la fuerza militar para el control del orden público en ese país. De este modo Bush no podrá diferenciarse de un Somoza, un Pinochet o un Betancourt latinoamericano. Se rompe así el mito de la democracia estadounidense.


alberto_muller2003@yahoo.com


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Alberto Müller Rojas


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