La crisis inmobiliaria de los Estados Unidos ha sido calificada por algunos economistas como la mayor de las debacles que en este sentido ha tenido el país del norte. Otros han señalado que la misma es comparable a la del año 1929 con el crack de la bolsa de Nueva York. Sin embargo, hay quienes opinan que Estados Unidos podrá “torear” este incomparable episodio debido a la alta capacidad de innovación de ese país, a su productividad y a la inversión en el recurso humano, variables que tienen un peso importante a la hora de realizar los pronósticos sobre una economía.
Lo cierto es que la llamada burbuja inmobiliaria no es lo inofensiva que parece. Algunos le han conferido el adjetivo de “letal”. Y no por razones de azar, fortuitas o por capricho. En Estados Unidos, el país que ha demostrado ser el más consumidor del planeta, hay notorios problemas de demanda. La gente ya ha salido a colocar sus cartelitos con la esperanzadora frase de “se vende esta casa”, sin lograr el objetivo propuesto, pues el colectivo tiene evidentes dificultades para comprar.
¿Qué pasó? ¿Por qué ocurrió? Llegó, no sé por cuanto tiempo -creo que los economistas tampoco lo saben- la burbuja que a decir de los profesionales de la economía no es más que una ola especulativa: Sube la demanda, incrementan los precios… Al parecer, sin forma de detenerlo.
Y a lo anterior se suman varios escenarios adversos en Estados Unidos. El primero de ellos tiene directa relación con un esquizofrénico gasto destinado a alimentar la guerra. El segundo, la adversidad desde el punto de vista social y político con que cuenta el primer mandatario de ese país. Otro elemento que no puede desestimarse es el acrecentamiento de la crisis, de forma sostenida, en virtud de que EEUU es, por naturaleza, el gran importador de productos debido, ya lo he dicho, a su elevado consumo.
Economistas de la talla de Krughman, Stiglitz e incluso Soros (no entiendo por qué un personaje de este perfil, a quien se le ha atribuido tener relación con la crisis asiática de 1997 tiene la osadía de pronunciarse sobre este hecho) han corrido para levantar su voz en torno a esta crisis. Y palabras más, palabras menos, han señalado que la culpa es de la “desregulación financiera”, es decir, que falta regulación en los bancos. En otras palabras, que la premisa fundamental del neoliberalismo y del capitalismo se cayó de forma aparatosa dejando con una herida de muerte a esos marcos ideológicos.
Otro grupo (cuya orientación es de izquierda) ha dicho que la raíz “productiva” no ha sido tocada, que esta es una crisis del capitalismo y que por lo tanto es una grandiosa ocasión para discutir cómo este modelo económico y social produjo este tipo de situaciones, nada halagadora para un país. Los argumentos de quienes lideran estas posiciones son los siguientes:
1. Existe una sobreproducción en EEUU
2. Hay una sobreacumulación del capital
3. Se ha creado un capital ficticio
4. Los salarios de los trabajadores permanecen bajos (contribuyendo así a la sobreproducción y en consecuencia sobreacumulación de capital)
Estos economistas han arribado a la nada desdeñable conclusión según la cual “esta crisis puede ser importante para golpear al Neoliberalismo y al capitalismo como ideología”
Lo cierto es que los precios de las viviendas en Estados Unidos llegaron a incrementar un 70% de su valor normal en esta coyuntura. Y en lo que va de año mucha gente ha sacado sus cartelitos para vender. Pero el asunto es que no muchos tienen para comprar. Lo anterior se traduce en una suerte de contracción de la demanda. Y no son pocos los que opinan que esta crisis se alargará. Además, el dólar tiene un bajo valor en este momento, y el dólar –lo sabemos- tiene un valor estimulante en la economía de ese país.
La conclusión que parece inevitable es que es necesario el rescate o reivindicación de la política keynesiana para posibilitar una fuerte intervención del Estado que impida, a su vez, socavar las bases de la economía estadounidense y sus ¿irreversibles? consecuencias para su pueblo.
La economía mundial (a juicio de Carlos Roux, otro economista versado en estas materias) es más que la suma de las economías nacionales y estas economías nacionales van a generar un repliegue de los Estados que les permitan la construcción y/o reforzamiento de los bloques regionales. Este asunto aunque no luce tan fácil, ha empezado a marchar ya en nuestras latitudes. Y aunque no podemos lanzar el grito triunfal de la victoria, las acciones emprendidas por países como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Brasil y otros en aras de la unión regional, sobre la base de los principios de solidaridad y cooperación, han sido definitivamente acertadas.
¿Y Venezuela?
Pues bien, hay quienes señalan que Venezuela no será tan golpeada por esta crisis. La razón es que nuestro país no ha firmado acuerdos de libre comercio con Estados Unidos que puedan afectar nuestro destino, y arrastrarnos o contagiarnos de los efectos de la burbuja inmobiliaria.
Y a pesar de que existen quienes parten de la tesis según la cual nadie, pero nadie saldrá ileso, hay expresiones que despejan dudas y algunas incógnitas: “las economías latinoamericanas están más protegidas que en los años 80 y 90”, de acuerdo con Claudio Katz, economista argentino, quien no titubea al argumentar que los procesos de integración en estos escenarios latinoamericanos y del Caribe mucho han contribuido en ese proceso de protección regional.
De manera tal que el nivel de afectación, no sólo de Venezuela, sino de los países que forman parte de la Patria Grande, será en función de las relaciones económicas que tengan con Estados Unidos y de los tratados suscritos… Lo lamentable es que una vez más México será fuertemente vapuleado.
(*) Periodista. Trabajadora Social
Prof. Universidad Bolivariana de Venezuela
marbemavarez@yahoo.es