Cada uno con sus cuentos

En Venezuela, las películas planificadas para tener una segunda y una tercera parte, de manera de poder completar la historia relatada y que el espectador experimente la influencia del paso del tiempo, en las acciones y destino de varias generaciones, o aquéllas tramas, que por ser exitosas en su estreno se hacen acreedoras de otros capítulos, y me refiero a obras como "El Padrino", "Stars Wars", Terminator, Harry Potter, Misión Imposible o las de Harrison Ford buscando reliquias religiosas, derivan en pálidas representaciones, sin mucha inventiva e ingenio, ante la sucesión de capítulos de la política venezolana de la última década. Los capítulos iniciales, ocurridos entre 2001 y 2005, estuvieron mucho más llenos de contenido original, por lo que fueron mucho más exitosos y famosos. Empero, estamos en este momento, quizás, en presencia del final de una larga saga, que ha hecho de su último guion: "El rescate milagroso", el más atrevido y emocionante de todos.

De niño, junto con Iván, mi hermano, íbamos al cine los domingos, de la mano de nuestra recordada, amorosa y dedicada madre, a las funciones de matiné: 3 a 5 p. m. Recuerdo una película que vimos en ese entonces, en el cine Reforma del Cementerio, mexicana, pues Hollywood no había aún penetrado nuestras pantallas, que eran ocupadas por los mexicanos, argentinos y algunos europeos: italianos, suecos y franceses. Era una saga de tres partes, que se sucedían, pero tenían existencia autónoma: la primera: "El Diablo a caballo", en la que, curiosamente, el diablo era el muchacho de la película, una suerte de vaquero, que se cubría el rostro, para enfrentar de incógnito a los bandidos (siempre la justicia ha sido temerosa de la justicia oficial), y terminar derrotándolos. Las partes segunda y tercera eran: "El regreso del Diablo", pues nuestro héroe debió dejar su retiro para resolver nuevos problemas, y "El Diablo desaparece", al dar por terminada su tarea de hacer brillar la justicia, quitarse la capucha e irse cabalgando, a vivir con menos zozobras.

Dejo claro, que estoy muy lejos de ser un especialista en cine, es más, confieso que casi no voy, y cuando lo hago es por presiones suaves de mi esposa Elsy, ante películas propagandizadas como muy buenas, las cuales, curiosamente siempre disfruto. Pero volviendo a nuestro tema, la extracción novelesca de María Corina Machado, del lugar secreto en que se escondía, que los habladores dicen que es el edificio de la Embajada gringa en La Alameda, ha superado todas las aventuras fantasiosas pasadas de este personaje (no se dice personaja, ni estudianta, ni elefanta, ni taxisto, artisto o cineasto, ni mucho menos se me ocurre el horror de usar el símbolo de @, como si fuera una letra). En las sagas, con excepción de las muy buenas, que mantienen guiones de calidad estable, la primera representación es la mejor, mientras la calidad de las otras es inversamente proporcional a su número. La última representación de María Corina, sin embargo, debo reconocer que supera a todas sus anteriores.

La "exitosa" extracción la hace la empresa de Miami "Rescates Toro Gris", al mando de un veterano de guerra gringo, a quien sin embargo le ocurren algunas contingencias, que elevan el suspenso al poner a la protagonista en grave peligro, quien, pese a todas las tribulaciones de su aventura, tuvo la suficiente serenidad y tiempo para un retoque cosmético de su cara y para medirse los hermosos vestidos de Carolina Herrera, usados luego en Oslo, gracias a la valiente custodia de éstos por el presidente panameño. No dicen cómo la sacaron de su concha, sólo que la llevaron a un barrio capitalino, desde donde la trasladaron al litoral y de allí a Curazao, primero en una lancha muy modesta, sin GPS, pues el que llevaban se les cayó al mar. La ruta escogida fue la más difícil y tuvieron que enfrentar un mar embravecido en oscuridad total, infestado de buques de guerra gringos, que no sabían de la operación, por lo que podían confundirlos con narcotraficantes y hundirlos con un bombazo, según relató vibrante el propio jefe de la operación.

Después de hacer un video promocional que seguramente veremos, los rescatan y la llevan felizmente a Curazao, cuyo gobierno negó que allá hubiera tomado el avión que dicen tomó rumbo a Oslo. Pero sin duda hay otro cuento, que quizás no llegue ni al nivel de video de youtube o de tik tok. Es el cuento del gobierno, que coincide en lo de los retoques faciales de la heroína, pero que dice que fueron ellos quienes caballerosamente la llevaron a Europa, así como en otro momento le dieron la cola en una motocicleta policial. Al margen de ambos cuentos viven los venezolanos, aterrados más por la inflación gigantesca y la devaluación indetenible del bolívar que por Trump, burlándose de los cineastas y cineastos, con la leve esperanza, de que alguna negociación impida que esto empeore a morir.



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Luis Fuenmayor Toro

Médico-Cirujano, Ph. D., Ex-rector y Profesor Titular de la UCV, Investigador en Neuroquímica, Neurofisiología, Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología. Luchador político.

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