El títere mercenario

El diputado suplente de La Guaira un día 11 de enero del 2019, amaneció de rodillas y decidió autoproclamarse presidente de la república ante no más de un centenar de personas en una plaza del Este de Caracas, cumpliendo órdenes del jefe de las marionetas políticas en América Latina, Caribe, Europa, África y Medio Oriente, es decir, los EEUU, ahora es un ladrón y mercenario público esperando el tiro de gracia que la historia le tiene reservado para el momento oportuno.

El descarado asalto, en proceso, a las reservas de oro que posee Venezuela en Gran Bretaña (imperialismo decadente), es otro intento ruin, maquinado desde los tabernáculos del poder imperial yanqui que no tolera un suspiro de soberanía e identidad de los pueblos subdesarrollados y periféricos del planeta. Triangulando acciones, fríamente calculadas por los tanques pensantes norteamericanos y europeos, el títere mercenario guaidoso no encuentra forma de postrarse con mayor descaro. Más temprano que tarde, el delito por traición a la patria será la condena que lo desinfle y reduzca, por el resto de vida que le queda, a ver el mundo a través de las rejas en una celda de cuatro metros cuadrados.

El cerco financiero, el despojo de empresas venezolanos ubicadas en el exterior, la canalla mediática interna y externa más los globos de ensayo armados para ejecutar el "perfecto" golpe de estado que deponga al actual inquilino de Miraflores, tiene como contrapeso una nación con treinta y dos millones de habitantes, donde una mayoría no se acobardará ni bajará la cabeza si los gringos osan pisar y vulnerar el suelo patrio.

Este títere mercenario y traidor es, simplemente, uno de los innumerables monigotes, civiles y militares que, desde finales del siglo XV, se venden por las mismas monedas de oro que recibió Judas por delatar a Jesús, el hijo del Carpintero. Cuando el amo no los necesita, los desechan y echan a la calle como si fueran perros sarnosos. Disfrutan con besar la mano de quien entrega millones de dólares, placeres carnales y alucinantes soplos de falsa gloria, a cambio de avalar el despojo de los recursos naturales renovables y no renovables por tiempo indefinido. Humillar y explotar a la población, violar mujeres y niñas indígenas como sucede en Colombia a manos de las tropas acantonadas en las once bases militares que instaló EEUU, en el país de los "Cien años de soledad".

Llama la atención, por recurrir a una expresión "ingenua", ¿por qué se da larga a la captura, procesamiento y condena de este títere mercenario cuando los hechos en los que está abiertamente involucrado, gritan por si solos? ¿Por qué tenemos cárceles con miles de hombres y mujeres, procesados y condenados por delitos donde la patria no está amenazada mientras este siniestro monigote, anda haciendo y deshaciendo con una libertad inmerecida? Es paradójica la contradicción manifiesta entre la fuerza legal de la Constitución Nacional y el extremo cálculo político para tomar decisiones, de quienes gobiernan frente a un enemigo interno, declarado y notorio.

Los procesos revolucionarios exigen de su vanguardia cierto nivel de coherencia doctrinaria, ideológica y de hechos capaces de convencer a la mayoría del pueblo, en cuyo nombre se elevan estridentes discursos y se corren riesgos de perder la vida misma. El enemigo imperial trama minuto a minuto, el plan para apoderarse de lo que no le pertenece pero lo enriquece abruptamente. Necesita petróleo, coltan, oro, cobre, cocaína, carne vacuna, gas, muelles, rutas aéreas, marítimas y oceánicas para importar y exportar los productos que produce y la materia prima que expolia a países atrasados.

Enfrentarlo en el terreno interno (del país "rebelde") exige unidad cívico-militar sólida. Efectiva. Eficiente. Permanente. Infranqueable y con visión de transcendencia. La Historia no se hace para ser recordado como si hubiesen sido unos jugadores de póker gobernando un país, apostando a ganar o perder, sacrificando la fe y esperanza del pueblo.

Hasta ahora, ninguna sociedad en estado de podredumbre estructural ("en crisis", llaman los tecnócratas de Derecha y los demagogos de Izquierda) como la que vive Venezuela, ha logrado cambiar de modelo con medidas timoratas y a cuentagotas. El capitalismo desarrollado y subdesarrollado como el socialismo reformista, sufren metamorfosis peligrosas para las próximas generaciones. Los cambios con manos de seda son gatopardeanos y el precio termina empobreciendo y desmoralizando aún más a las mayorías que, como siempre, quedan mirando para el cielo, esperando la llegada del Mesías de quien nadie sabe aún si vive en Marte o en el infinito imaginario popular, amansado y deformado por unos manipuladores llamados medios de des-información, Iglesia Católica y partidos políticos.

 



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Elmer Niño


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