Veía aquel rostro

“que se venga el mundo abajo, y que se convierta en abismo”

(de una canta popular)


Veía aquel rostro, la sangre dibujándole sus hoyitos en las mejillas, y recordaba a nuestro Andrés Eloy; “cuando se tiene un hijo, se tiene a todos los hijos del mundo”. Aquel niño libio entre las manos de un enfermero en una especie de hospital de campaña, pagando con su vida los errores a los que nos ha acostumbrado el imperio, aquel niño, es también nuestro niño, aún muerto sigue siéndolo, así como lo es el niño etíope o el niño haitiano, el de Nueva York, el de Somalia, o el de alguno que otro barrio nuestro donde la acción de gobierno sigue siendo muy débil porque el burócrata de turno tiene un concepto así de chiquitico de socialismo. Todos son nuestros hijos. Son nuestros, tan nuestros como lo son aquellos que acabamos de dejar en casa frente a Pokemon, como una ofrenda nuestra a una especie de masacre silenciosa que los devora, con sus efectos, con sus colores, con su violencia. Es como si a nosotros también se nos cayeran una especie de torres gemelas internas, se nos cayeran, pero por cuotas.

Pero aquí estamos, renegando de la vida, desde la vida misma. A cuantos kilómetros de distancia están siendo masacrados esos hijos nuestros, y nosotros preocupados por trivialidades, sin poder hacer nada, sólo sentir la lastima que nos han metido hasta los tuétanos, a costa de la ética puritana. Henos aquí preocupados, llenándonos de oraciones metafísicas, para ganarnos el cielo, mientras otros inocentes se “ganan la tierra” en improvisados cementerios que promueve la OTAN. No importa que infinidades de inocentes prueben lo último en tecnología de guerra, ¡como blancos! claro esta. Total, cualquier falla que pueda detectarse en algún misil, de nueva generación podrá ser subsanada...pero…para la otra guerra, para otros niños.

Que es lo que nos preocupa? Acaso una que otra arruga en el rostro, que nos hace centrar la atención en el ultimo catalogo de L´ebel o Lancome, acaso la última innovación de Avón, para que las células del rostro se renueven mientras dormimos, retroactive el de Avón, retroactive el de la HISTORIA, ella, VUELVE A REPETIRSE, y nosotros, preocupados, por el avance silencioso de unos kilos demás, que si el colesterol, que si los triglicéridos, que si alguna que otra cana. Quien en este shoping center, de ofertas, de marcas puede pensar en ese hijo nuestro, libio o somalí, que retrata la prensa mundial, que si se llama Yaser, que si se llama Salim, que importa si no entendemos que desde hace mucho tiempo... los muertos somos nosotros y nuestra postiza vida con la no menos postiza alma de silicona que nos hace esculpir el cuerpo, pero escupir el alma.

Es que los tantos kilómetros de distancias que nos separan nos hacen más ajenos, ¡pero ajenos de nosotros!. Pues no habrá nadie que pueda descubrir una coenzima Q – 10, para embellecer el alma exclusivamente. Es que esos miles de kilómetros de agua, de aire y de tierra que nos separan terminarán extirpando de nosotros aquello que guardamos de Alí. ; “no hay distancia ni tiempo cuando el amor es sincero”. Pero no, definitivamente nos estamos quedando solos. Llevamos la vida a punta de celular, podemos comprar allende los mares con sólo apretar unas cuantas teclas y podemos, en la realidad virtual de nuestra última pentium, deshacer escritura, como borrando todo aquello que no nos guste. Lo que, pese al avance tecnológico, nunca se podrá borrar aquellos rostros de niños de adobe, de niños con sangre que una vez, en una tierra como la de nosotros una potencia se equivocaba diariamente, se equivocaba con ellos. Hará falta que los dueños de las guerras en la distribución “equitativa” de estas tengan que iniciar, a costa de tantos errores, una campaña para “alfabetizar” sus bombas inteligentes, para que no se equivoquen tanto. En nuestras pentium, una tecla, la F1 nos puede brindar ayuda, mientras en otros lares, un F 16 que no dispara chucherías, puede ayudar, pero a la muerte.

El riesgo de convertir la pólvora en golosina haría que nuestros hijos se pusieran flacos de tristeza y por allí se les vaya la vida, porqué más están acostumbrados a la primera que a las chucherías. La cotidianidad en tierras santas, se esta vistiendo de balas y sirenas, sencillamente porque los espacios para la vida son muy pocos o ya no son.

Aquí mismo, en nuestro país todavía el himno diario de balas y sirenas es casi que común, habrá quien diga que es de Chávez para acá, en la mejor de las ignorancias. No, por el contrario aquí se ha hecho el esfuerzo, sin duda, solo que la brevedad de las relaciones está penetrada cada vez con mayor intensidad en un individualismo posesivo que hace diariamente los intentos por convertirnos en antropófagos, ¡y vaya que intentos tan exitosos!. Nos acostumbramos a ver el mundo por la ventana y eso nos gradúa de los más radicales opinadores en las tertulias. Basta creernos articulistas, para dictar cátedras sobre ese mundo que se ve “desde la ventana”, por ese mundo que grita a “brinco rabioso” porque se cumplan las palabras del siempre con nosotros Facundo Cabral, en las que se pide que los billetes de todas las denominaciones tengan fecha de vencimiento. Esto incluso ayudaría a despejar incógnitas entre lo que es ser bolivariano y bolivarista (por su acentuada adición al Simón moneda que invita a muchos a la tentación).

Mientras... pueden ir surgiendo nuevas promociones de estupideces como esa del alcalde de mi ciudad de poner a trabajar a mujeres en la noche a recoger basura – sabrá que es un efecto negativo que esos niños allá en el barrio no tengan el calor de madre a esa hora- mientras esta suda y pide para una “peisi” en un ratico de descanso. Es que a todo lo que tenga que ver con dar una medicina gratis, o el trabajito ocasional hay que enlistarlo como una practica socialista?

Ahora que las tentaciones son más fáciles –como dice alguna canción por allí - ,a quien puede importarles, los niños nuestros, los de Andrés Eloy, los tuyos, los de ellos, los míos. ¿A quién?

Acaso hay que sentarse a esperar por un milagro de yeso, para nuestros niños, ¿no¿ porque el milagro nunca viene, hay que buscarlo. Y el milagro nunca vendrá...por ser de yeso, por ser de yeso. Pero que lastima, que no se tenga conciencia ética, y mucho menos revolucionaria para discernir entre un santo de yeso y la necesidad de una conciencia socialista de verdad, verdad. La otra formula es cerrar los ojos para no ver, cuando la “cosa” casi nos toca, o decir Somalia esta lejos, cuando la muerte ronda por allá. .

Y pensar que nuestros niños alla en Libia siguen siendo masacrados, miren ese rostro, la sangre dibujándole sus hoyitos en las mejillas Y ¿NOSOTROS? ¿DÓNDE ESTAMOS?, acaso refugiándonos en una que otra oración para apostar a curar las llagas de pies y manos de un Jesús, que lo hacemos cada día más a-histórico y metafísico. Desinflamar con un Hirudoy espiritual es difícil cuando las hinchazones son de yeso. Y es que esta hinchazón, en la muelita del niño nuestro, no debe ser descuidada porque ella es hinchazón real y duele, saben...DUELE. Lo cierto es que JESÚS está allí, lo acabo de ver esta misma mañana, viviendo en una muela podrida. Pueda que ahorita a la muela le “preste” el flemicaine, pero en esa muela, adentro, a Jesús le debe prestar la FE arrechamente comprometida por una sociedad nueva con un nuevo hombre y una nueva mujer, en los “poderes creadores del pueblo”. Jesús, esta allí, mírenlo todas las noches, en esa niña que aún no se ha sorprendido “por la regla” y ya está “ganando” cinco mil “bolos” viejos por sexo oral. Jesús esta allí, en los ojitos de aquel niño, al que un vigilante de una conocida cadena de farmacias, le dio por rociarle un spray...POR INDESEOSO, por fastidiar a los grandes.

…Veía aquel rostro, la sangre dibujándole sus hoyitos en las mejillas...y el, inerte entre las manos de un enfermero improvisado. Es nuestro también, como nuestro es el que lo dejamos a merced de las “comiquitas” , antes de salir a una reunión del partido, ahora que las reuniones se hacen en buenos hoteles.

NELSON ESPAÑA
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Nelson España

Miembro del Frente Antiimperialista de la Zona Sur - Anzoátegui

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