Las guerras justas del G7

Es un verdadero trastorno la política de la comunidad internacional con la fundación de la sociedad de naciones en 1919 y la creación de la ONU en 1945, política internacional militar absorbido en su totalidad por EEUU y Europa después de la segunda guerra mundial.

Las bombas atómicas fueron decisivas para el final de la segunda guerra mundial que situó a los EEUU como potencia hegemónica en el mundo ayudándole a monopolizar los negocios energéticos, de armas y políticos y, junto al club de los 7 promover y aceptar dictaduras para violar los derechos humanos practicados especialmente por Washington y por una gran mayoría de naciones europeas que siempre forman parte de la coalición internacional encargadas de invadir naciones en nombre de la democracia con el visto bueno de la ONU.

Desde entonces la seguridad internacional así como la paz están sujetas a los intereses económicos de las naciones más industrializadas manejadas por el pentágono y la OTAN ampliando para si los negocios energéticos, alimenticios, de drogas y bélicos, que en gran medida justifican las guerras justas propuestas por ese grupo de naciones ricas que gobiernan el mundo.

Este nuevo periplo de guerras justas para el siglo XXI empezó hace dos años cuando Obama, recibió el Nobel de la paz por proponer el congelamiento en la producción y la destrucción de misiles nucleares entre EEUU y Rusia, interés político que lo llevo a un nuevo comienzo de las guerras justas propuestas siglos atrás por Santo Tomas de Aquino y San Agustín, quienes esbozaron las bases para las guerras justas que reza: “solo son justas las guerras necesarias y solo cabe apelar a las armas cuando no hay otro remedio”.

Sin embargo, esta doctrina expresada por Santo Tomas y San Agustín, es constantemente destrozada en el transcurso del tiempo por la política expansionista de los imperios. En la actualidad, EEUU y Europa someten a las petromonarquias o dictaduras hereditarias para asegurar que el petróleo y el gas fluyan a las potencias del G7 sin mayor obstáculo, sus multinacionales encuentran en estos países esclavizados a punta de desiertos petrificar sus culturas y estancar el desarrollo de su gente que por miles emigran por falta de oportunidades hacia Europa, mientras sus líderes se enriquecen desmesuradamente.

Política globalizada que incrementa la tendencia natural del ser humano hacia la violencia a pesar que la mujer y el hombre anhelan la paz, pero, el poder político del sistema capitalista encargado de controlar la energía, la alimentación y la venta de armas, impulsan acciones orientadas a desestabilizar la democracia internacional a sabiendas que la democracia por sí sola no se puede sostener.

Es cierto que Europa desarrollo la democracia en un conjunto de principios para facilitar la representación y articulación entre la clase media y trabajadora buscando asegurar de forma pacífica las diferencias, nunca lo logro, porque, en esas democracias las monarquías y la Iglesia, conservaron las diferencias de clases produciéndose en ese continente las más grandes revoluciones que repercuten hasta el día de hoy, revoluciones que buscan combatir la pobreza y la desigualdad provocando conflictos contra el capitalismo.

Desde esas sociedades imperialistas, altamente industrializadas, económicamente ricas, se formulan las guerras justas caracterizadas por la superioridad militar contra naciones mal armadas, propulsando enormes brechas económicas con países cuyos gobiernos y pueblos son inestables, inestabilidad socio-económico que alimenta el negocio de las armas con los cuales se ayudan a sostener los países que forman parte del Consejo Permanente de Seguridad de Naciones Unidas.

G7 y ONU sostienen en una especie de invernación al mundo árabe y africano, sociedades que viven en una especie de tumba de terror, pueblos que hoy despiertan por los intereses del G7 que proyectan otro orden regional para empezar de cero destruyendo las constituciones sin aprobación religiosa para salvaguardar a los sauditas e israelíes ante la arremetida política de los iraníes que, según Washington, Libia es clave para detener el avance de AL Qaeda y evitar el terrorismo en las costas de Francia, España e Italia. Es lo que proyecta el G7 para Egipto, Libia, Yemen, Marruecos, Bahréin. La monarquía saudita es intocable porque cada vez que Washington solicita más petróleo, Arabia Saudita eleva la producción traicionando al cartel para satisfacer la demanda de energía estadounidense ante los descalabros en Irak y Libia.

La OTAN tomo la posta para bombardear Libia, le sirve para estrenar sus nuevas aeronaves en combate, las británicas Tornado GR4 y Typhoon, la francés Mirage 2000-5 y los aviones canadienses CF-18, porque los F16 y 18 estadounidenses están más que probados en asesinatos masivos de civiles en Irak, Afganistán y en la ex Yugoslavia.

Durante décadas estadounidenses y europeos durmieron con ronquidos con Gaddafi, Mubarak y otros presidentes sin importarles que al sur de África, se vive la mas dantesca violación a los derechos humanos, pueblos que escriben con su sangre la liberación de la colonización europea, naciones que en el transcurso del sometimiento a esos países acumularon enormes capitales que los catapultaron a ser las mayores naciones industrializadas a la par del subdesarrollo y miseria en el sur del mundo.


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Raúl Crespo


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