Fascismo del siglo XXI

El fascismo, sin tanto preciosismo teórico, viene a ser un movimiento político de derecha, que valiéndose de vías represivas, impone su voluntad sobre el colectivo. El historiador español Iñigo Bolinaga (2008), expresa que éste tipo de apreciaciones, la de identificar al fascismo con la derecha y con un régimen de dictadura, no es correcta. Según éste autor, el “fascismo es una corriente revolucionaria totalitaria que tiende a subvertir el orden establecido en aras a una organización jerárquica de la sociedad…” Este punto de vista presenta al fascismo en su más macabra confección: como un anti-humanismo que está en contra de la igualdad y cree sólo para sí, el derecho al confort, a sentirse útil, a la convivencia, entre otros, en el espacio público social.

Ese fascismo que se teoriza, que se estudia en los tratados de politología, no es más que el resultante de una experiencia política que fusionó los ideales revolución y nacionalismo, para incentivar la movilización de las masas hacia el liderazgo de un solo hombre. Parte de su origen comienza en la Italia de Benito Mussolini (1883-1945), con la creación de los fascios italianos de combate, que suponía las uniones de obreros y campesinos; Mussolini quería un partido político nuevo que no sólo se entendiera con las palabras, sino también, si era necesario, con los puños. Hay evidencias igualmente en Francia, con el caso Dreyfus ( en el que se vio implicado el oficial del ejército francés Alfred Dreyfus, por el que se le declaró culpable del cargo de traición en 1894, siendo condenado y que provocó un conflicto nacional que llevó al sector republicano progresista a una posición dominante en la vida política francesa y que culminó con la separación de la Iglesia y el Estado), donde se creó el primer movimiento fascista verdadero, al unir a los conservadores con los monárquicos y otros opositores al Gobierno republicano contra los herederos de los valores franceses revolucionarios de izquierdas. En Europa se hizo hincapié al nacionalismo, pero su llamamiento no era local, sino internacional. Desde 1919 a 1945, tuvo su etapa de mayor auge, aparte de Italia y Francia, apareció en Alemania, no como cliché político, sino como una etapa de autodeterminación de una casta para imponerse contra las otras.

De esta experiencia se van a dar dos características que simbolizan el espíritu fascista en lo que restó del siglo XX, y en lo que se ha materializado en el siglo XXI, en los países desarrollados. La primera característica, que justifica el fascismo hoy día, es que es una doctrina sin acabar; y segundo, que lo que la sociedad moderna reclama es la preeminencia de los derechos de la nación sobre los del individuo. Es decir, que todo no está dicho y que el nacionalismo sigue siendo una opción de equilibrio y de legitimidad histórica que tiene una clase sobre las otras.

Ahora bien, hay que saber distinguir entre fascismo y socialismo, no son lo mismo ni están entrecruzados; han existido movimientos fascistas con un claro componente social, e incluso comunista, pero no por ello se puede afirmar que entre ambos hay una unidad ejecutora. El fascismo persigue fines y objetivos individualistas manipulando las masas, el socialismo persigue fines y objetivos colectivistas, de justicia social e igualdad plena.

En el caso latinoamericano, hay un reimpulso, por parte de la derecha, de llevar el discurso fascista al quehacer político local. Ya en los medios de comunicación venezolanos se aprecia una clara intencionalidad de vender al colectivo una conducta programática clasista, interventora, y dominadora del orden instituido, bajo premisas de crear condiciones de desarrollo que sólo importa y repercute en los que más tienen.

Apreciando esta posición, es válido hablar de un “fascismo del siglo XXI”, el cual no es sólo ansias de poder, sino una conducta política programada para destruir las instituciones sociales y erigir nuevas instituciones que sirvan a los intereses de los grupos de derecha y erradique, de la forma que sea, los movimientos progresistas latinoamericanos. Cuando un paisano de América del Sur habla de igualdad en el trabajo y en la distribución de riquezas, esta siendo un objetivo de guerra de los grupos fascistas, porque atentan contra lo más sagrado de los grupos de interés: el trabajo. Y para estos grupos significa una vía de acrecentar capital, que no debe tener más derechos que el de darles una oportunidad laboral, el resto es necesario que lo entreguen para el beneficio del patrono y para asegurar que la empresa siga allí, es decir, que exista empresa para trabajar.

En una palabra, la manipulación fascista del siglo XXI actúa con descaro, con prepotencia y con una clara lógica de continuar una doctrina no acabada y de mantener el perfil individualista como conducta ética para valorar las especializaciones y los roles técnico-profesional, de quienes hacen vida en los países en vía de desarrollo…El tiempo dirá si ese fascismo renacido podrá tumbar la égida de un ideario socialista que viene como legado de Miranda, Bolívar y Rodríguez.


*.-ramonazocar@yahoo.com


Esta nota ha sido leída aproximadamente 3939 veces.



Ramón E. Azócar A.*

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

Visite el perfil de Ramón Eduardo Azócar Añez para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: