(Parte II)

La revolución en la agricultura: Potencialidad transformadora del Poder Popular

¿Cuántas revoluciones se han hecho en nombre de la población campesina y cuántas quedan de pie?¿Cuántos de esa población campesina y aborigen han muerto en el mundo por la acción represiva de las fuerza reaccionarias por el solo hecho de convivir en el medio de los combates o ser parte de estos? ¿Cuánto poder realmente emerge de la clase campesina para hacer una revolución en la agricultura?

Para las familias campesinas, los pescadores, los aborígenes, los pequeños y medianos productores del campo venezolano, sobre cuyos hombros debe construirse la parte productiva fundamental del sistema agroalimentario venezolano, no ha terminado de amanecer. Todavía hay grandes espacios oscuros que deben ser iluminados con la luz de la revolución.

A veces resulta difícil precisar la magnitud del Poder Popular que subyace en medio de la responsabilidad de hacer la revolución en la agricultura. Del total de la población venezolana, menos del 10 % de la población total del país es campesina, y las familias dedicadas a la pesca marina y continental alcanzan cuando mucho unas 50 mil familias. Las áreas populares de las grandes ciudades venezolanas son en buena parte de la tercera a la primera generación de los que abandonaron el campo. La población aborigen, en sus diferentes etnias, es menor al 3% del total nacional, y a diferencia de otras regiones de América Latina, la gran mayoría no participa en la formación de excedentes para el sistema agroalimentario, sino que desarrollan la estrategia del autoabastecimiento, con muy pocas excepciones. El grupo de los pequeños y medianos productores del campo, que participan activamente en la producción de alimentos, pero que no residen en el territorio típicamente rural, representan menos del 5% de la población total. Por mucho que estiremos las cifras censales, la cifra de familias que participan de la agricultura no alcanzan las 500 mil familias. Existen otras familias que estando en los territorios rurales se dedican ocasionalmente a actividades agrícolas y a otros trabajos complementarios del ingreso familiar. Al final, todas estas familias no logran disponer más del 30 % de tierra agrícola nacional, con diferentes capacidades de uso. La restante 70 % está en manos de grandes productores integrados a los sistemas industriales y de los latifundistas, otra parte relativamente importante está en manos de los burócratas, jubilados, profesionales universitarios, militares y pequeños burgueses donde evidencian su poder político, antiguo o reciente. Estas cifras podrán verse con mejor claridad en el Censo Agrícola del 2010 (próximo artículo).

Esta es la primera contradicción histórica y política a resolver en la revolución de la agricultura. Toda medida que frene la lucha por la tenencia de la tierra para disponerla para las familias y comunas campesinas, y de los actores sociales con compromiso de patria, es per se contrarrevolucionaria. Y no se trata de un proceso de agitación demagógico, es la solución de un conflicto histórico de despojos y acumulación que se ha llamado terrofagia, pero que no se traga solamente la tierra, sino a los habitantes con mayores méritos para trabajarla, condenándolos a la pobreza. Hay evidencias que líderes campesinos han recibido el impacto de las balas asesinas defendiendo el derecho a la tierra.

Para avalar estas primeras notas se cuenta con la información el INE (2010) que evidencia dos tragedias sociales, la primera que los estados con mayor población rural, son a su vez los que tienen mayor pobreza, y la segunda, los estados agrícolas y pesqueros más pujantes, son los que tienen mayor pobreza. Ambas apreciaciones evidencian que deben existir unos procesos de despojo de la tierra a la población rural, y por otro lado una proletarización tal que los medios de vida de la población rural, incluida la producción, no es lo suficientemente consistente para mantener condiciones de vida digna en el campo, amén que tiene efectos sobre la migración interna y el abandono del territorio rural. A manera de ejemplos, veamos las cifras redondeadas de población rural y pobreza, respectivamente, expresadas en %: Apure (28 y 37); Guárico (19 y 36); Portuguesa (23 y 28); Barinas (28 y 26) y Sucre (18 y 30). Lo lamentable es que esta información no difiere de los datos disponibles diez años atrás. No se puede ser campesino o pescador, y conformarse con vivir en la pobreza, en la algarabía de un discurso meramente teórico sobre la transformación integral de la agricultura.

¿Por qué no han cambiado notoriamente estas cifras? Estamos claros que es la primera vez en la historia patria que la lucha contra el latifundio se declara con claridad meridiana, pero hay observaciones al uso ulterior de esas tierras, y a la omisión de ir contra tierras de mejor calidad, para ser entregadas a los campesinos. También es cierto que los pescadores artesanales han recibido con gozo la ley de pesca y acuicultura y las limitaciones que el Estado pre-socialista, ha impuesto a la pesca de arrastre; sin embargo, siguen indefensos frente a los intermediadores y sin adecuadas condiciones en tierra para contrarrestar el poder de la pesca industrial que se apropió de las lonjas pesqueras, y que utiliza como ventaja adicional el uso de combustible fósil para aumentar sus ganancias vendiendo parte de esa energía, aguas afuera, a embarcaciones internacionales. Es posible que profundizando el análisis lleguemos a la conclusión que las diferentes cadenas de la agricultura campesina, de la pesca y de la acuicultura artesanal, no han recibido todos los beneficios de políticas que integren esas cadenas, y les protejan de la vorágine intermediadora, depredadora y especuladora.

También en tiempos de revolución, hay evidencias que hemos sido prolíficos en plantear desde el poder cupular, diferentes formas de organización campesina y de pescadores. Saraos, saraitos, fundos Zamoranos, Nudes, EPS y pare de contar. Se puede decir que muchas de estas, hoy día, son fósiles de la política de improvisaciones en el sector agrícola. Sin embargo, desde la base, el Poder Popular ha estado progresivamente incrementando en número de consejos campesinos y de pescadores, la cifra más reciente es que existen al menos unos 800 consejos de pescadores y se estiman en diez veces más, el número de consejos de campesinos. He aquí el punto de apoyo para que la organización campesina rompa las cadenas que le tienen atados al poder de los amos de la tierra y de los amos de la burocracia oficial. También hay un fenómeno creciente de formación de comunas campesinas, que incluso extraoficialmente se sabe son casi el 50 % de las que se han conformado en la integralidad del país. Hay también organizaciones campesinas que han sobrevivido al embate capitalista donde la participación, el trabajo colectivo, la toma de decisiones por consensos revolucionarios y la educación son la principal fortaleza, y cuyas experiencias pueden ser el ejemplo para la propagación de estos sistemas de la organización campesina bajo el esquema de relacionamiento campesinos-campesinos. Profundizar en los resultados exitosos puede ser la vía para hacer de la agricultura la solución a la superación de la pobreza en los territorios rurales y a la superación de la abrumadora tendencia importadora, en tiempos de revolución.

El Poder Popular atado por la historia a la tierra y el agua es la base fundamental para la seguridad y la soberanía alimentaria. Maduro debe ser el Zamora de estos tiempos. La tierra y quienes la tienen es el concepto que más identifica las transformaciones de una sociedad donde prevalece la justicia social. Cuando la tierra es de otros, la revolución es un proceso fallido.

Los campos venezolanos deben ser un vergel, con gentes plétoras de la suprema felicidad que resaltó el Libertador y que Chávez remarcó como objetivo patrio.

Se requiere organización para la producción… pero también para la lucha.


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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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