El drama de la clase media venezolana

El problema de la clase media venezolana es que fue deformada por el sello que le imprimieron tanto los adecos como los copeyanos, a lo largo de más de cuatro décadas de gobiernos que actuaron en función de los intereses norteamericanos, y en detrimento de los nacionales. Es decir, se trata de una clase ignorante y estupidizada, cuyos rasgos centrales porque no se puede hablar de valores, son el individualismo, el consumismo, la banalidad y la palanca, ésta última como mecanismo para escalar posiciones, cuando no se tienen competencias para un ascenso limpio basado en méritos. El Pacto de Punto Fijo acordó crear como sostén de la democracia representativa, una copia de la clase media gringa en el sentido de la enajenación que caracteriza al modelo, pero con el rasgo criollo de la soberbia que nace de la influencia, sea por la posesión de un carné del partido de gobierno, de un compadre con cargo oficial importante, de un militar de alto rango en la familia, de un pariente o amigo en Country Club, etc.

Con el fracaso de las políticas sociales implantadas después de la caída de Pérez Jiménez (que cuando las hubo en la Cuarta República no pasaron de ser asistencialistas y con espasmos quinquenales), la pobreza en Venezuela aumentó en vez de disminuir, y con ello empezaron a acentuarse los rasgos distintivos de la clase media actual, que se hizo cada vez más egoísta, ensimismada y exclusiva. Gracias a las tácticas neoliberales de desmembramiento sistemático del poder estatal, recomendadas por el FMI y el Banco Mundial, el sector privado se fortaleció como un parásito a expensas del sector público. Así se sumió la educación en una crisis permanente, estimulándose la creación de escuelas, liceos y universidades privadas, es decir se consolidó la educación como negocio, mientras otro tanto sucedía con la salud, al desarticularse el sistema de hospitales públicos y del Seguro Social, para favorecer a las clínicas privadas.

En tal escenario jugó un papel muy importante el nexo funcional entre Fedecámaras y los partidos de la derecha tradicional, mediante el soporte económico de las campañas electorales de los segundos por parte de los primeros, a cambio de la asignación de cuotas crecientes de ministerios y entes del estado para la alta jerarquía empresarial. Para cerrar el ciclo, la cúpula católica bendecía el status, y se esforzaba porque los pobres entendieran que debían ser conformes con su pobreza; el Consejo Supremo Electoral garantizaba el triunfo de la derecha mediante el principio de “acta mata votos”, mientras que los dos partidos que conformaban las caras de una misma moneda manipulada desde Washington, controlaban los sindicatos y la CTV, de forma tal que los contratos colectivos siempre beneficiaban sólo a los patronos y a los dirigentes sindicales, que cobraban el servicio prestado a los primeros.

Pero en el plano ideológico quizás el máximo logro de los adecos fue sembrar en el colectivo el pánico al comunismo, con el apoyo del Departamento de Estado norteamericano y su propaganda permanente a través del cine y otros medios, después de que el PCV jugara un papel de primera importancia en la organización y triunfo de la resistencia popular contra Pérez Jiménez. El rechazo automático a cuanto tuviese tintes de socialismo o comunismo se ejerció sistemáticamente a través de las escuelas y liceos, como elemento fundamental de la ideología educativa de la época, reforzada por la acción de curas y monjas en las escuelas católicas subsidiadas como hasta hoy por el estado venezolano.

El resultado neto fue una clase media reducida pero económicamente fuerte, ya que obviando por supuesto a los oligarcas, solo sus miembros podían darse el lujo de inscribir sus hijos en colegios privados, contar con seguros personales, tener acceso a la medicina privada local o extranjera (se pudieron de moda entre los pudientes, los viajes de turismo de salud a Houston), adquirir apartamentos y casas en Miami, llevar todos los agostos los niños a “vacacionar” en Disney World, comprar carros lujosos, etc., mientras que los cerros de Caracas y la periferia de las ciudades más importantes del país se llenaban paulatinamente de ranchos y marginales.

El ensimismamiento hace que los jóvenes de la clase media que actualmente son usados como vanguardia de la oposición, ignoren no solo esa historia reciente del país, sino que desconozcan hasta la forma como sus padres accedieron a sus bienes. Simplemente no les importa. La razón de fondo para oponerse al gobierno es que hay un inquilino negroide en Miraflores, que no les ha quitado ni les quitará nada, pero es amigo de Fidel y enemigo de Bush, que está distribuyendo mejor la ganancia petrolera con participación de los pobres que poco a poco están dejando de serlo, porque ahora cuentan con salud y educación gratuitas, y eso es intolerable.

¿Que pueden hacer esos jóvenes conservadores, derechistas e ignorantes? Simplemente seguir como autómatas la pauta dictada por Gabriel Puerta, Hermann Escarrá, Alvarez Paz y otros jefes de la derecha fascista, de darle rienda suelta a sus instintos asesinos metiéndole candela a cuanto puedan, en una suerte de Ku Kux Clan sifrino que quema aulas con estudiantes chavistas dentro, palmeras, centros estudiantiles adversos y destroza obras de arte.

Es un lugar común eso de que en política los errores se pagan. Y el error más grave de los adecos y copeyanos fue crear una sociedad con 80% de pobres, marginados y excluidos y 15% de una clase media narcisista. Los estudiantes de las manitas blancas simplemente deberían mirar hacia los cerros y percatarse de porqué Chávez no necesita hacer trampas electorales, como era usual en tiempos del CSE, para ganar cuantas elecciones se presenten. Vivimos la hora del pueblo y en democracia se impone la mayoría.

Palmicam7@yahoo.es


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Camilo Palmares

Profesor universitario.

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