Ruralidades

Señor Rosales, pida disculpas

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SEÑOR ROSALES; PIDA DISCULPAS

Pedro Méndez*


No solamente por mentirle a sus mermados seguidores. A propósito, ¿cuántos adeptos le aportaron Ledezma y Álvarez Paz?.

No por esa falsedad de avalancha en tierra cálida, donde solo son movedizos los alud que, peor aún, si es a estos a los que usted quiere referirse, entonces sus movedizos seguidores serían como un alud de tierra que se desprende con la presión de los cascos de una bestia endiablada, o de una recua arreada por el maligno en ventolera.

No por suficientemente arrepentido, pues eso de la constricción es una ética que no cuadra en los usos y costumbres de los peones del imperio, después que insultan y tratan de humillar a los pueblos que en algún momento callan, pero no doblegan. Menos con sus peroratas de conquista como si fuera un Colón, el de los espejitos, de quien usted sólo se diferencia por su tarjeta negra que, como el espejo colonizador, trata de encandilar a los pobres. Sobre todo a los que ustedes mismos condujeron a la más espantosa miseria.

No solamente por haber convertido al estado Zulia en un nido de asesinos, contrariando la voluntad de las zulianas y zulianos. De sicarios y paramilitares (la misma miasmática) que utilizan esa región limítrofe como bastión y escondite de los que asesinan, en todo el país, a los verdaderos productores del campo. A esos hombres y mujeres valientes, no cobardes como sus matones a traición y con alevosía. No como sus compañeros de tolda y pillería, que pregonan ser productores desde un bunker con aire acondicionado y, desde sus mansiones, ordenan y pagan la eliminación de los hombres y mujeres que sí se fajan de sol a sol para producir la comida de todos los venezolanos y venezolanas. Y en cuanto a usted, señor Rosales, en esa región pródiga del Zulia, está en circulación un legajo de documentos (los vimos en televisión) que, según la versión por ese medio, lo comprometen a usted en asuntos de adquisición de grandes extensiones de las mejores tierras. Si eso es así, no se duerma en los laureles de esas grandes fincas. Mire que, parte de los que se mueven detrás suyo, más temprano que tarde le van a pedir cuentas claras.

Sigamos. No por haber validado con su firma el golpe de estado de Carlos Andrés Pérez, su compadre, a través de Carmona el breve, y el generalato complotado y “preñado de buenas intenciones”, en contubernio con unos cuantos propietarios de los medios de comunicación privados.

No solamente porque, rendidos los golpistas, usted se fue corriendo a la frontera a poner un pie fuera de límite, y el otro para que se lo cuidara López Sisco, desde el lado zuliano. Mientras usted acordaba con el embajador norteamericano respecto al intento por separar al estado Zulia del resto de Venezuela, de modo y manera de ubicar allí, públicamente, un enclave de la CIA y el Mossad israelita con su brazo armado compuesto por paramilitares de camuflajeados uniformes a lo venezolano.

No por todo lo anterior y algo más. De esto se encargará la justicia a su debido tiempo. Lo que no le dará la anuencia para, mientras tanto, salir corriendo como fue el caso del “burro” Martínez, el de Maturin, compañero suyo de tolda, cuando salió huyéndole a una sentencia blandengue, y fue a parar la carrera a la madriguera de las ratas, con lo que no queremos decir que todos los residentes de Miami son ratas. La mayoría es gente correcta, pero no lo demuestran por temor a los terroristas que allí pululan, comiendo de la mano del otro Bush.

Ahora bien, para no meterle más el “NO” hasta por los ojos de gavilán pulpero, le pedimos que no se retracte. Sí que nos pida disculpas por habernos maltratado, sin misericordia, al llamarnos parásitos. Sepa usted, señor Rosales, que lo que más nos hace persignar, es que usted haya tenido la desfachatez de insultarnos desde Miami (eso de la llamada telefónica, fue una pantomima); desde la madriguera de los fugitivos terroristas escabullidos de estos contornos suramericanos.

No obstante, próximo ex–gobernador, nosotros los pobres tenemos un corazón bien grandote, capaz de perdonarle si usted nos lo pide. Pero eso sí, que se oiga clarito, si es posible que lo escuchen en Florida desde donde nos ofendió. Termino con las palabras del escritor irlandés Oscar Wilde: “perdona siempre a tu enemigo. No hay nada que le enfurezca más”.


pedromendez_bna@yahoo.es


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