La Venezuela bajo Maduro: un país que se apaga

 

La escena dantesca de miles de venezolanos caminando por los rieles del sistema metro de Caracas, dejando tras de sí los vagones inertes, representa solo una muestra más de la infinita capacidad de destrucción que tienen Nicolás Maduro y su régimen nefasto. En tiempo record se encargaron de arrasar con una de las naciones más ricas del mundo. Y todavía quieren más, si los dejamos no dejaran nada en pie, para ellos no hay retroceso posible, se juegan todo o nada, eso está claro, la pregunta es: ¿y nosotros que vamos a hacer para impedirlo?

El colapso del sistema eléctrico nacional es un capítulo más de la novela de terror que estamos viviendo, los apagones se distribuyen de forma equitativa por todo el territorio nacional, ni siquiera la zona protegida de la gran Caracas escapa a esta terrible realidad; lo ocurrido la semana pasada, donde prácticamente toda el área metropolitana quedo sin servicio eléctrico durante varias horas, es solo la punta del amenazante iceberg que se nos viene encima si no logramos canalizar el descontento colectivo para despachar de una vez a los responsables de esta tragedia.

Ningún país del mundo puede desarrollarse sin contar con un suministro de energía eléctrica eficiente, ya se pudo observar con los apagones de Caracas, prácticamente todo se paralizo: dejaron de funcionar los bancos, el comercio, las instituciones públicas y privadas, colapso el transporte; al quedar inoperativo el metro, miles de personas se vieron obligados a buscar otro medio para movilizarse, pero, para frustración de esos desesperados usuarios esa opción también se convirtió en pesadilla, por horas tuvieron que esperar para encontrar un bus, o una perrera, a la mayoría no le quedó más remedio que caminar varios kilómetros para poder regresar a sus hogares, o sitios de trabajo. Venezuela se retrotrae al siglo xix; vamos totalmente en sentido contrario al resto de las naciones del continente; hundidos en la desidia y la mediocridad, conducidos por los gobernantes más incapaces que se recuerden por estas latitudes.

El sistema eléctrico es un enfermo en fase terminal, no existen paliativos que puedan retrasar su muerte; la falta de previsión es dramática, desde hace años no se realizan las inversiones mínimas para mantener el servicio en condiciones razonables de operatividad; además, la crisis económica ha pulverizado los salarios de la mano de obra calificada del sector, ingenieros y técnicos huyen del país antes que el hambre y la miseria les pasen por encima. Se calcula que más de 10.000 se han sumado a la diáspora, lo cual representa un pérdida irreparable, cuyo efecto es irreversible, porque no existe la posibilidad de sustituir a este personal en el corto plazo; mientras, Corpoelec agoniza, los cortes y apagones se presentan a diario, y en algunos lugares se prolongan por horas, e incluso días; el pueblo en su desespero se lanza a las calles como medida de protesta, pero sus gritos se pierden en el vacío de la indiferencia gubernamental, que ya no haya a quien culpar: sabotaje imperial, el sol, la lluvia, el viento, el calentamiento global, las iguanas…….. para cuando ellos dejen de alucinar ya estaremos sumergidos en la edad de piedra.

Para algunos podría parecer exagerado, pero la realidad ya está frente a nosotros, en todas las áreas de la vida nacional ocurre lo mismo; ya no solo estamos hablando del proceso hiperinflacionario más agudo de la historia, que ha liquidado el poder adquisitivo de los venezolanos de un plumazo; a esto, hay que sumar, la crisis humanitaria que se presenta en el sistema de salud, donde la falta de medicinas ha condenado a miles de pacientes a una muerte anticipada y cruel; con un éxodo masivo de médicos y enfermeras, impulsados por los magros salarios que cobran en nuestro país, que ya no alcanzan ni siquiera para costear el pasaje hasta sus lugares de trabajo, y mucho menos para renovar sus uniformes. Como respuesta ante el desastre del sistema público de salud, los trabajadores del sector han alzado las banderas de lucha, ya tienen más de un mes en huelga, exigiendo a Maduro salarios dignos, pero, sobre todo, exigiendo que se atienda la crisis humanitaria, que se proporcionen las condiciones mínimas de trabajo, para salvar a todos los que están en riesgo de perecer a causa de la criminal omisión del ejecutivo nacional, que le niega al pueblo el derecho a la salud, y a la vida.

El corazón financiero del país también está herido de gravedad, conectado a un respirador artificial; de nuestra gran PDVSA solo quedan las ruinas, la producción va en picada producto de la nefasta administración del madurismo. Para finales de julio, la producción en b/d de petróleo apenas superaba los 1,2 millones, de los cuales la gran mayoría estaría destinado al consumo interno, y al pago de nuestros acreedores; la gallina de los huevos de oro ya no genera las divisas que requiere el país para sus importaciones, y tampoco puede satisfacer sus propios requerimientos internos, lo que nos coloca en el escenario apocalíptico de que, la vital empresa se encuentre de hecho, a las puertas de un cierre técnico.

No puede existir mayor ironía; con las reservas de petróleo más grandes del mundo, y con una producción que disminuye de forma acelerada por la incompetencia y la corrupción de este gobierno.

Nuestra querida Venezuela es un país que se apaga en manos de Nicolás Maduro; este personaje de opereta se ha convertido en la versión opuesta del Rey Midas; Maduro ha destruido todo lo que ha tocado, él y su grupo actúan con plena conciencia, el desastre que han ocasionado persigue un propósito claro, crear un estado de sumisión, donde el pueblo pierda totalmente su capacidad de discernir, y se acostumbre al sometimiento permanente; por eso, no les incomoda la hemorragia de personas que a diario cruzan los pasos fronterizos, la diáspora representa para el régimen una bombona de oxígeno, porque le quita presión interna, ya que, la mayoría de quienes se marchan son jóvenes, es decir, la gente más combativa, los que tienen más que perder con la permanencia de Maduro en Miraflores; además, entra en juego el factor de las remesas, se calcula que este año serán varios cientos de millones de dólares que entraran a la economía nacional, y se constituirá en el sustento principal de millones que se quedan en casa. El gobierno se alista para echarle mano a esas divisas a un costo irrisorio, ya que solo tendrá que poner a funcionar la maquinita mágica del BCV, y lanzar más dinero inorgánico a la calle.

Los apagones continuaran, cada vez con mayor frecuencia, Venezuela seguirá hundiéndose en una crisis con características catastróficas, tan terrible que costara muchos años poder revertirla, y mucho menos mientras Maduro y su mafia se mantengan en el poder. La explosión social sigue revoloteando en el ambiente, una huelga general parece inminente, y a estas alturas puede ser la única alternativa para librarnos de la peste madurista. El 20 de agosto se antoja como una fecha promisoria; el gobierno pondrá en circulación el nuevo cono monetario, alimentando con fuego la llama hiperinflacionaria. En este escenario solo nos queda una opción, desconocer a este gobierno en todos los espacios, tomar la calle sin retorno, hasta que se hayan ido para siempre.

Que dios nos bendiga a todos los venezolanos, los de aquí y los que están afuera, en un obligado exilio.

Leisserrebolledo76@gmail.com



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