El silencio de los miserables

¿Qué silencio es culpable de la muerte de un hombre?

¿Qué silencio en nosotros a colgado INOCENTES?

¿Qué silencio maldito ha cegado algún nombre?

¿Cuántas veces al día merecemos la muerte?

Silvio Rodríguez


Otto, mi amigo Bombero de la ciudad de los crepúsculos, me narró el triste episodio de la muerte de un compañero, qué a pesar de los esfuerzos se fué y los dejó rodeados de lamentos y frustraciones, pero que éste suceso, lejos de aminorar su voluntad de servidor a sus semejantes, fortaleció su valoración por la existencia humana, por la vida. Sigue atento a su aporte por este noble objetivo. Me expreso en palabras su gran sensibilidad, su disposición de contribuir por el bien de todos y su desprendimiento a valores crematísticos.

Drena él, ese torrente de humanidad, como músico y cantor de estas tierras larenses donde brotan talentos y tonadas que nos traspasan el alma y nos serenan el espíritu.

Otto, el Bombero, el músico, el cantor, ya no es mi amigo; es mi hermano.

“Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Nuestro señor Jesús, nos señalaba en estas palabras que la vida es el objetivo final alcanzado a través del camino que él recorrió y la verdad de su palabra. Nuestro salvador nos enseño en su prédica y su “acción”, que la búsqueda de la justicia es una utopía, que debemos buscarla sin descanso por encima de caminos tortuosos, de penurias e incluso superando la muerte. Solo así nos acercaremos a ella. Es la vida, sí, el fin supremo de este mundo que enfrenta al bien contra el mal por lo siglos de los siglos.

Nuestro Papa Eterno, Juan Pablo II, se inclinó ante la humanidad, y pidió perdón por las barbaridades cometidas por los antepasados Católicos en nombre de Dios. Este inmenso gesto de humildad nos dio la certeza de que este hombre estaba realmente iluminado por el Espíritu Santo.

Los esfuerzos por un acuerdo humanitario en nuestra hermana Colombia han motivado pronunciamientos de apoyo en diversas esferas: en Europa. EE.UU., en toda América, en distintos sectores de la sociedad colombiana, incluyendo la alta Jerarquía Católica, hacen votos para que este sendero que recorren los mediadores, no solo haga posible un canje de prisioneros y secuestrados, sino que abone también el camino definitivo para la tan añorada Paz.

“Bienaventurados los pacificadores porque ellos conseguirán la Paz” Palabra de Dios.

En Venezuela; con pasmosa desvergüenza la alta representación católica guarda silencio ante un trajinar histórico que puede desencadenar acontecimientos tan positivos, que tendrían ya la impronta como uno de los grandes eventos de este siglo. ¿Será acaso la participación de nuestro presidente lo que los cohíbe a pronunciarse?

La conferencia episcopal rompe el silencio ante el proyecto de reforma con un análisis simple y subjetivo. Su posición haría evidente su incoherencia si a la vez ofrecieran apoyo y elevaran sus oraciones por un acuerdo humanitario donde solo un demócrata con el respeto y reconocimiento de la comunidad internacional puede fungir de mediador.

De nuevo se alejan sin rubor de la palabra de Dios y desprecian la voluntad de la gran mayoría de los venezolanos, como lo hicieron el 11 de abril suscribiendo la implantación de una dictadura. ¿Formará parte de una estrategia conspirativa publicar esta irracional condena a la reforma, simultáneamente a marchas y paro de transporte?

Esto seria de verdad hermanos obispos,”Moralmente Inaceptable”.

Las consideraciones políticas en el proceso de paz en Colombia, quedan sólo para los protagonistas de esta horrorosa guerra, que por décadas ha estremecido los cimientos del país hermano; Venezuela y Colombia fueron una sola nación amigos del episcopado. Nuestras selvas y ríos se mezclan en un territorio común, habitado, por seres humanos con el mismo idioma, cultura e idiosincrasia, donde la vida de niños, mujeres y hombres colombianos es la misma nuestra.

Deben estos altos prelados acercarse mas a la palabra de Dios, a la Grandeza del Espíritu conciliador que nos permite soñar con el fin del conflicto en Colombia, patria también de nuestro libertador.

La relevancia de la religión católica, sembrada en el corazón de una gran mayoría del pueblo venezolano, no dejará que escapen al juicio de la historia, nunca jamás, juicio que vendrá implacable, terrenal, aquí donde respiramos y existimos.

Como cantaba nuestro Alí Primera,”El Orinoco y el MAGDALENA se abrazarán… y tus hijos y mis hijos le cantarán a la Paz”


Es eso, amigos sacerdotes, es la vida, solo la vida.

Email: cesarevargasv@hotmail.com


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Cesar Vargas


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