Filosofía i Política

La iglesia católica i el Estado (I)

“Por religión entiendo una serie de creencias
sostenidas como dogmas que dominan la actitud
ante la vida, exceden las pruebas o son contrarias
a ellas y se inculcan por métodos emocionales
o autoritarios, no intelectuales”
Bertrand Russell

Siendo este un tema tan extensamente tratado por grandes pensadores i publicado en cientos o miles de libros en todos los idiomas del mundo, no pretendo agregar gran cosa a los que ya dejamos a un lado el envenenamiento intelectual por dogmas (sinónimo de pensamiento absurdo) i mucho menos a los creyentes sumergidos en un terrible miedo existencial; sino para hacer el enfoque del problema en nuestra realidad venezolana, tan empobrecida intelectualmente, porque el 80% de las “clases letradas” lee poco i estudia menos, ya que evidentemente no son la misma cosa. Cuando uno escucha disparates repetidos, así se hayan señalado, de manera que “vaguada”, “preveer”, “poblemática”, “prespectiva”, “hubieron” mal usado, el “alongamiento de términos” que ha hecho famoso a un prepotente i pedante comunicador social de TV, es cosa inevitable de cada día. I como algunos me ha comentado, “que tiene que ver ese mal uso del idioma, con el contenido de las proposiciones o discursos”, siempre he respondido que, el instrumento fundamental o formal del habla i el pensamiento, es el lenguaje i que, quien no se haya preocupado por hacerlo lo más correcto posible, es difícil que lo demás siga bien; es como el matemático que, si su instrumento formal en la ciencia son las matemáticas, i si estas son defectuosas, el conocimiento científico se viene al suelo. El mal uso del lenguaje, no solamente enseña los errores ortográficos, de sintaxis, léxico empobrecido, etc., sino que destruye los rasgos lógicos del mismo i el conflictos es mayor. El lenguaje en sí, es arbitrario (olvidemos lo platónico de que la palabra tiene una cierta “rectitud” con la cosa) i para hacerlo correcto para el aprender i estudiar, es una tarea que viene siendo eficientemente estudiada, desde los tiempos de Guillermo de Occam o William Ockam, hasta los filósofos del lenguaje como Wittgenstein, Wisdom, Hudson, Max Black, Russel, etc. o tratar de entender los conflictos irresolubles de las paradojas, ninguna institución en la vida humana, se ha valido más del uso laberíntico o esotérico del lenguaje, incluyendo por siglos el latín, las definiciones sin sentido, de las proposiciones sin significado, que la iglesia católica, para poder introducir en la mente de los “creyentes” tantos disparates sin fundamento histórico ni científico.

La iglesia nunca, jamás podrá armonizar con la ciencia porque ésta, sin ser su propósito, acaba con sus mentiras inventadas. Con la Astronomía es demás mencionar los disparates, algunos infantiles o atropellados, como cuando Galileo descubrió las siete lunas de Júpiter, dogmáticamente quien sabe porqué estupidez teológica, no podían ser siete; la medicina no progresaba por la prohibición de examinar cadáveres i creer las enfermedades imposiciones divinas; el arte perdió “´La muerte de la Virgen” del Caravaggio (una de las pérdidas artísticas que todavía llora Italia), porque tomó como modelo una mujer ahogada en el Tibet; la literatura porque para eso estaba el Index para censurar todo i si las matemáticas escapaban un poco, por considerarlas un lenguaje teórico alejado de la realidad, también sufrieron por dogmas numéricos o astrológicos i todo hasta el sol de hoi, cuando la Psicología es una de las ciencias más adversadas, i todavía en ciertas escuelas se prohibe la Teoría de la Evolución de Darwin, el oscurantismo dogmático i medieval nunca desaparece.

Por eso a muchos ( a más de 5.500 millones de habitantes del planeta, si es que les concedemos la otra mentira de existir un millón de cristianos i que clientela tiene el supuesto “infierno”) que no hemos tenido ni en el mundo occidental, ese “milagroso” don de la fe, no podemos estar de acuerdo con las doctrinas irracionales. Es extraño -dice mi maestro Bertrand Russell- que los hombres modernos, conscientes de lo que ha hecho la ciencia para aportar nuevos conocimientos y alterar las condiciones de la vida social, sigan dispuestos a aceptar la autoridad de unos textos que encarnan la perspectiva de unas tribus pastoriles o agrícolas tan antiguas como ignorantes”. Solamente bastaría al más retardado o aletargado creyente, comparar la cronología bíblica, en la cual, llevando hacia atrás la genealogía de los míticos Adán i Eva, llegamos apenas a unos 6.000 años, mientras está demostrado que el Cosmos debe tener unos 15.000 millones de años i que la vida apareció en la Tierra hace unos 4.500 millones de años, al punto que es reciente que los dinosaurio desaparecieran hace 165 millones de años (¿quién los creó?) . Por eso, con el mismo autor citado, podemos definir la fe “como una creencia firme en algo de lo que no existen pruebas”, pero eso se debe la existencia de un dios tan injusto i raramente parcializado que, por capricho, distribuye como le da la gana esa bondad suprema.

La iglesia católica desde la colonia, así como Neruda perdonaba de cierto modo la barbarie de los conquistadores, “porque de su alforjas se le iban cayendo las perlas del lenguaje”, a los sacerdotes, a los misioneros, a los hombres de sotana que, como los definía mi desaparecido amigo José Luis Rodríguez Meléndez, Cronista de la ciudad de Sevilla, decía con su singular gracia i humor: “Cura es un hombre con una bartola negra que, tiene una bragueta que le va desde el pescuezo hasta los zapatos, a quien los que son, le dicen tío, i los que no son le dicen padre”. Los curas de entonces eran cortados por la misma tijera de los hombres armados que realizaban el genocidio indígena, i ellos los apoyaban, porque en principio aquellos hombres semidesnudos, no tenían alma, pero luego de percatarse de esa barbaridad equivocada, entonces con similares torturas físicas i mentales, sembraron los dogmas cristianos con más furor o crueldad que nadie. Los caso como el Padre De Las Casas –uno que al perecer si tenía alma i la veía en los indios- fue de los pocos que protestaron la masacre física i la masacre espiritual, igual que Juan de Castellanos a quien defiende el excelente escritor joven William Ospina. La iglesia fue el instrumento opresor de la conquista, manejando por encima de los jefes guerreros, así los pintemos como terribles i sanguinarios; la economía, los saqueos, los engaños con vidriecitos de colores i espejitos, i todas las artimañas posibles, para poner dinero en manos de sus reyes católicos al principio i a los que vinieron después, fue obra de los misioneros. Muchos, calladamente, fueron peores que Cortés o Pizarro i fueron los que organizaron, reformadas las “misiones” (por eso me desagrada el título de las de hoi), la esclavitud de los indios como fuente de trabajo gratis, para las “encomiendas”. Contaminaron el sentimiento de los naturales con el veneno cristiano i le sembraron los miedos tradicionales (reemplazando tradicionales leyendas o mitologías bellas) e impusieron la más nefasta de las creaciones de la iglesia: la noción de pecado. Desde ese inexplicable racionalmente, “pecado original” hasta las otras variedades veniales o mortales que, unos tenían curación por el bautismo (i lo debió portar Cristo hasta que ya hombre lo bautizó San Juan) i los otros pecados con curación por el dinero (limosnas) o por el gran negocio de las indulgencias hasta plenarias, para ricos i reyes. Por eso el papado estuvo hasta por encima de reyes i emperadores. Los clérigos, son pues, hombres sobrenaturales que desde los primeros tiempos, no admitieron a los dos primeros i más grandes herejes de la iglesia, Orígenes (griego) i Tertuliano ( de la Cartago romana), porque ante el invento de un dios triple, un a trilogía o trinidad incomprendida e incomprensible, uno de ellos (Orígenes) dudara que Cristo pudiera ser a la vez hombre i dios, o que los representantes de ese dios (según Tertuliano), tuviesen el poder supremo de la “transustanciación” (porque serían hasta superiores al dios) de convertir un trozo de pan ácimo en el cuerpo de Cristo, i una copa de buen vino (son de “selección”) en la sangre del mismo dios, una especie de canibalismo espiritual i una ceremonia de beber sangre que Moisés prohibió al pueblo judío rescatado en Egipto, lo cual ha originado que cierta secta más ignorante, establezca que la sangre es alma. Por eso a estos dos señores, griego i africano, los apartaron por siglos; pero cuando organizaron bien la Maphia i establecieron jerarquías en tiempos de la Patrística i la Escolástica, a los más desconocidos, ignorantes o analfabetos los llamaron Apóstoles o Padres de la Iglesia; a los pensadores como Plotino, Santo Tomás de Aquino i al antiguo malandro San Agustín, los hicieron Doctores de la Iglesia i, a los antiguos herejes que sin embargo tragaron mucha Biblia, los calificaron Escritores de la Iglesia. Los magos más grandiosos de la humanidad, estaban en una institución que no fundó Cristo. I así tuvieron la suerte de extender, una de las tres iglesias del lejano oriente, convertida de la religión de los pobres en la de los ricos i poderosos durante el tiempo del Emperador Constantino, bajo la influencia de una madre beata (como muchas manipulan a sus hijos para hacer sacerdotes). Entonces, de una extensión territorial que apenas alcanzaba para Italia i España, con Cristóbal Colón, cuya firma indicaba que él era el portador de Cristo, la religión se vino para una mui extendida región de América, cuando ya en Europa La Reforma i la Iglesia anglicana, no soportada la romana, por algunos reyes como Enrique VIII de Inglaterra; había perdido terreno i credibilidad.

Favorecida por la conquista guerrera i sanguinaria bajo sus santas bendiciones i por la ignorancia de los pueblos vírgenes que adoptaron las grandes mentiras, copiadas o plagiadas casi todas del oriente Sumerio i más allá; atemorizados por los hombres poco pensantes, pero autonombrándose intermediarios de Dios en la Tierra, cuando a conciencia ellos mismos saben que es una temeridad o falsedad tan similar a los oráculos i las pitonisas de la antigua Grecia, para buscar la gracia de unos dioses antropomórficos de los que ya no existe ninguno, a no ser en las representaciones del arte.

Esta organización tuvo su empuje en el Renacimiento; se inventó el billete de cambio, se fundaron los Bancos, se perfeccionó la guerra i las triquiñuelas diplomáticas, i Borgias, Médicis i otras familias, con sus Papas i Cardenales exploraron hasta a los grandes artistas como Boticelli, Leonardo, Miguel Ángel, Rafael de Sanzio, Bernini, etc., consolidando un imperio económico, guerrero, invasor i temible, que no ha tenido altibajos, pues explotan en todo el mundo “cristiano” con eso que llaman derecho de curia i otros procedimientos de una transnacional. El Imperio Vaticano, el que durante Pio II colaboró con silencio con el nazi fascismo, absolutamente improductivo i mínimo territorialmente, Estado impuesto dentro de otro Estado, es el punto más rico en dinero en la Tierra. Si solamente “alquilaran” por tiempo, a La Piedad, El Moisés, el David i otras joyas de arte, tendrían para acabar con el hambre i la miseria de todo el continente africano que lo tienen al frente.
(Continuará)


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Roberto Jiménez Maggiolo


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