La acción colectiva en la política: Los partidos ¿Sectas, mafias u organizaciones necesarias? II

II

En estas consideraciones, obviamente utilizo conceptos generales o universales, sobre lo escrito en distintas latitudes sobre los partidos políticos, pero naturalmente en relación a la historia i organización de los nuestros, porque podemos encontrar peculiaridades interesantes o alarmantes; como se ha dicho tantas veces, en esas “toldas políticas”, tanto en sus organizadores, líderes i militantes en general, se observan realmente carencias teóricas impresionantes. Para citar un ejemplo, tanto en los partidos de derecha, en los hombres de fanatismo religioso (por ejemplo, “opudeistas”) i en general, en personas que no tienen inquietudes intelectuales sino que interpretan la vida “de oídas”, i escuchar hablar de comunismo o de marxismo, es como nombrarles al diablo cojuelo; ven eso como un terror sobrenatural, el “fuego del infierno”, pero no saben absolutamente nada, “ni papa” como dice el común de las personas, sobre lo que es marxismo o comunismo, pero en cambio toleran como si fuese una simple moda, al fascismo o al neonazismo. Los curas en las iglesias, desde los tiempos en los cuales usaban el “púlpito” para sus “sermones”, infundían más miedo con la palabra “comunismo” que con la de “infierno”; la primera era algo real que debían combatir, i la segunda, una solemne mentira inventada, para constituirse en el castigo, opuesto al premio del cielo. Sin embargo, no sabían nada de política, ni de historia ni de comunismo; i ese miedo persiste. En cambio, durante la Guerra Civil Española, exaltaban el franquismo hasta la idolatría religiosa; recuerdo que mi madre, mui católica pero sin saber nada de política ni de esa guerra, tenía un retrato de Franco en su altar, a lado de los santos i de una bendición Papal, con la efigie de Pío XII. La iglesia siempre especula con mentiras i mantienen en la ignorancia a sus “fieles”. Por eso, cuando en ocasiones he dicho, como profesor de filosofía, que Marx es un gran pensador i un verdadero filósofo, cuyas ideas pueden estar tan vigentes como las de Descartes, Galileo, Bacon, Kant, Hegel, Russell, Wittgenstein, Sagan o pensadores actuales, mucha gente me mira con asombro i deben hasta pensar, “este es un comunista disfrazado” porque, realmente, la ignorancia a veces es un veneno. Por eso le dije una vez a un colega de apellido Ferrer que era “comunista fanático”; tú eres un comunista a priori; yo no soi comunista, pero a posteriori, aunque respeto sus ideas i creo que tiene asidero filosófico, además de político i social. En el mundo contemporáneo, la filosofía es distinta. Ya no hai sistemas filosóficos; se dice metafóricamente que, el último gran sistema filosófico −el kantiano− está enterrado en una tumba en Koenisberg, ciudad otrora prusiana, hoi rusa con otro nombre. Algunos han dicho que así como si Cristo volviese no sería cristiano, si Marx regresara no sería marxista, porque primero lo transformó Lenín, luego lo deformó e hizo atroz Stalin i por último su aplicación práctica en la Rusia Soviética ni parecido tuvo; muchos, incluso los que dicen conocer de esto, deberían haber leído el libro EL GRAN VIRAJE DEL SOLICALISMO de Roger Garaudy.

Los partidos políticos eran vislumbrados como una variedad de las asociaciones gremiales o artesanales de la Edad Media i, cuando empiezan a tomar forma las disidencias i las pequeñas revoluciones, toman cariz de sectas. Por eso, cuando la independencia de los Estados Unidos, ya la sociedad se ve dividida en partidos, el mismo Jorge Washington, primer presidente se ese país, “ponía en guardia a sus conciudadanos frente al riesgo de la división y fragmentación que significaban los partidos en contraste con un presunto interés general”.(Joseph M. Vallés)

Siguiendo en parte a este autor citado, en una primera etapa, los partidos responden a la necesidades (yo diría mejor, intereses) de los grupos sociales dominantes i provienen, entonces, desde las posiciones de poder, como antes provenían las cortes, desde los reyes i sus familiares. Son organizaciones elitescas que, responden a las necesidades i los privilegios de una parte reducida de población i toman vida o se movilizan en los períodos de elecciones. En consecuencia, no les interesa para nada la democracia “sino para votar” i carecen de programa político definido. Veremos que nuestros partidos principales AD i COPEI, son híbridos.

En una segunda etapa, dice Vallés, aparecen los partidos creados desde una oposición política i social. Se constituyen por parte de los sectores excluidos del escenario político i arrastran con ellos a trabajadores asalariados, sectas religiosas minoritarias (porque en muchos países la iglesia ya se había colocado “como religión oficial”) i progresan por el número de sus partidarios (extensión de votos) i programas que no pasan de proyectos apresurados, sin tener real sustento en ideas, cálculos, recursos, etc. Es, lo que decimos aquí, organizarse para “quítate tú i los tuyos, i ponerse los míos conmigo o con nosotros a la cabeza” (aquí si invierten la gramática). ¿La ideología? ¡Vaya usted a saber! Por eso los clasifican en “partidos de notables” i “partidos de masa”; los primeros nunca, ni ayer, ni hoi ni mañana, serán partidos numerosos sino reducidos, pero con el poder del dinero, las posiciones claves, los medios de comunicación i la facilidad para concertar alianzas secretas i comprar voluntades, conquistan a unos pocos engañados. No aportan nada a la democracia, ¡pero cómo la desvirtúan u obstaculizan, pues no creen en ella! Por eso a este nivel, son más mafias que sectas; los mafiosos son malos en general; los sectarios (de allí viene sectarismo) son fanáticos miopes i a veces hasta poco dotados intelectualmente.

Entonces, el problema del análisis está en los partidos de masa, que para éste i otros autores, es una aportación de la socialdemocracia alemana de finales del siglo XIX a la tipología de los partidos, estructura u organización compleja (porque sería conjunción de “lo social” con “pueblo”) que fue escogida con variantes por otras corrientes socio políticas, como comunistas, nazi-fascistas, demócratas cristinas i nacionalistas en países ex coloniales, por lo cual, después de señalar este aparente “tronco común” –señala Joseph Vallés− pareció durante mucho tiempo que iba a ser el único modelo definitivo de organización partidaria, aunque no señala, como pienso particularmente, que entre las variantes, lo que sería fascismo o nacional socialismo o nazismo, tiene el más grande parecido con la organización mafiosa tradicional de la iglesia, mientras que si examinamos antecedentes del comunismo, filosóficamente se parece al idealismo alemán, a la filosofía de Hegel i hacia un camino hacia el Absoluto mundanizado –que fue la obra de Marx respecto a Hegel− para pensar avanzar hacia una sociedad donde no desparece el Estado como se cree, sino que la sociedad esté por encima del Estado. Propone la desaparición del estado “policial” (que no es de policía, sino de política) i conservar necesario el Estado administrativo (la URSS naturalmente, desvirtuó todo esto). I lo que ese modelo alemán de socialdemocracia, tendría, entonces, de común con algunos de los modelos derivados, sería el sufragio universal masculino, extendido a una mayoría de países europeos, después de la Primera Guerra Mundial, aunque con grandes retrocesos, como la Guerra Civil Española, que de República se regreso a la dictadura.

Luego, una diferencia que causó divisiones del modelo i que persiste, es la división entre una burocracia profesional que dirige el partido i los afiliados, agravado porque el crecimiento de lo que califico de sectas, se preocupó más del crecimiento en cantidad que en calidad, a lo cual se suma el inevitable paso del tiempo i el envejecimiento de los líderes i de sus ideas que pretenden permanecer estables, mientras el cambio social es incontenible. Así nacieron los que convirtieron la dedicación al partido, en su ocupación principal o exclusiva, buscando por el egoísmo i las apetencia de poder i dinero, excluir a los miembros de base i evitar la renovación i el progreso de la asociación. Ese proceso lo hemos podido ver ante nuestros ojos, en la historia de los dos grandes partidos (AD i COPEI) que durante más de cuarenta años llevaron al país −igual que los dictadores del pasado− como una Hacienda de unos pocos, saqueándolo i arruinándolo, logrando miseria material i humana (dictadura de partidos), porque jamás dieron oportunidades verdaderas de instrucción, educación, trabajo i vivienda al pueblo, como es lo más llamativo del momento presente.

(Continuará)


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Roberto Jiménez Maggiolo


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