El lobo feroz se encontró su Caperucita

Los gringos no encontraban un motivo para lanzarse sobre Afganistán e Irak. Una tarde se reunió el alto mando en una oficina de la "casaguai". "Señor, dijo el secretario de Finanzas, tenemos problemas con el petróleo. Se nos está acabando y, como usted sabe yo he hablado con los fabricantes de pendejadas electrónicas marca Acme, centros comerciales, torres altísimas y demás fuking y ellos dicen que EL SUEÑO AMERICANO SI NO SE CUMPLE NOS APLASTA LA HISTORIA; nada podemos hacer. Por otra parte los fabricantes de autos, yates, barcazas, y casinos, animalitos que hablan y hombres sajones que se dejan puyar…los ojitos, dicen que la "marcha ha de continuar y que el avance significa muchos para ellos, porque, ¿a quién vamos a joder entonces, diciéndoles que Estados Unidos es el reino del diablo, perdón de Dios?"

El Presidente se echó un largo trago de rongüiski y escupió por la comisura de la boca: "Algo hay que hacer, hip, hip", dijo, mientras se apuraba otro trago en una copa del burro sobre la mesa". Condolezza, mientras tanto se notaba nerviosa. Se había desayunado con un perro caliente y una caja de chicle y la barriga le roncaba como el aburrido tigre del Zoo de Caricuao. El secretario de Defensa se paseó por la estancia. Afuera el smog cubría todo el espacio hediondo de Washington Disip. Dijo de pronto: ¡Eureka! El Presidente, que ya se había molido casi todo el frasco eructó. Condolezza salió corriendo al baño. Un pérfido olor voló como una paloma sin alas Ka. "Ya sé, dijo el secretario, ¿usted sabe cuántos hombres perdimos en Vietnan?", señaló al Presidente. Éste se pasó el dorso de su mano derecha por un ojo. La lagaña le quedó impresa allí. Luego contestó: "Mas de medio millón, creo". El Secretario le agarró por un brazo. "Bueno y que coño nos ha importado…para eso son los soldados, para que mueran en la guerra por nosotros" El Presidente pidió otra botella. En el baño, solo aire le emergía por la ranura anal a Condolezza. "¿Qué carajo estás pensando, Donald?"Refunfuñó el Presi. El aludido sonrió con sus macabros labios estirándose como esperanza de loco. "Debemos provocar unas muertes, Presidente, para atacar a esos países del diablo. Diremos que son terroristas y el mundo bobo nos oirá".

Se escuchó una risa terrorífica. Era Condolezza que había lanzado su último hálito de gas sobre la poceta negra de la "casaguai". "¿Y qué es lo que haremos, Donald?", agregó el Presidente. Donad se escupió una mano y se frotó la otra. "Derribaremos una torre y le echaremos la culpa a Osama Bin Laden". El Presidente sintió que su alcohólico corazón le palpitaba como una noche de bombardeo sobre Irak. "Oh, ye, yes. Eso es lo que haremos, perooo…, ¿qué torre derribaremos?" En eso entró Condolezza. Tarareaba una canción que decía, "Oh, oh, twin of my live". El secretario saltó como lo que es: un energúmeno: "Has dado en el clavo, yes, yes, si esas son…" Condolezza apretó sus bembas de yoyo. "Qué dice, patán, antes de que te de por el trasero?". Donald tenía los ojos como desempleado que se encuentra un billete de cincuenta mil bolos. "Yes, yes, ser las Torres Gemelas…sí, las derribaremos para causar una conmoción mundial". Esa tarde siguieron el plan. En la mañana no pudieron porque el Presidente se tomó tres botellas y se quedó dormido horizontalmente en la oficina oval…(esta historia continuará)

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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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