Parte II (Estructura social y económica de la Colonia)

Haiti una resistencia de dignidad que no debe morir

Habitada y culturizada durante centurias por los Taínos —uno de los pueblos agroalfareros

más notables del Caribe— la isla que Colón bautizó con el nombre de La Española fue arrasada

por los conquistadores, a pesar de la resistencia de los caciques Caonabo y Cotubanama. A raíz

del exterminio de toda la población indígena —más de 100.000 personas— los españoles se

vieron obligados a importar negros esclavos para explotar el oro, y cuando éste se agotó en

1525, la caña de azúcar, las maderas preciosas y el ganado.

Interesada más en la parte oriental de la isla, la corona española desmanteló y despobló en

1603 el territorio actual de Haiti, sin tomar en cuenta las advertencias de numerosos colonos. El

Cabildo de Santo Domingo elevó, entonces, al Rey un memorial el 26 de agosto de 1604, donde

manifestaba: “Quedando los pueblos marítimos despoblados, y siendo como son de tan buenos

puertos y disposición, los ocuparán los enemigos.” Efectivamente, muy pronto desem-

barcaron los bucaneros en pos de ganado y, luego, los filibusteros, contrabandistas y reos

fugados, que fundaron Saint Domingue. La colonización francesa se hizo desde la isla de La

Tortuga, Para profundizar la colonización, el ministro Colbert escogió al gentilhombre

aventurero Bertrand d’Ogeron, amigo de los bucaneros y filibusteros. En 1670, Saint Domingue

comenzó a funcionar como una verdadera colonia, importando “engagés” o trabajadores

contratados en Europa, especialmente campesinos bretones y normandos, a los cuales se les

prometia tierras y casas. Posteriormente fueron reclutados a la fuerza y con engaños obreros y

marineros cesantes, hugonotes y calvinistas, vagabundos y prostitutas. A estas relaciones

serviles de producción, pronto se sumaron las esclavistas con la compra masiva de negros. En

1681, había 6.648 personas, de las cuales 2.970 franceses y 2.000 africanos, ocupados en unos

treinta ingenios azucareros; el resto eran mestizos dedicados al comercio y la agricultura.

La prosperidad de esta economía primaria exportadora comenzó hacia 1720. Treinta años

después, Saint Domingue había desplazado del mercado azucarero a Brasil, Jamaica, Barbados

y Martinica, convirtiéndose en la principal colonia de Francia en el Caribe. El auge se acentuó

con la necesidad que tuvo Estados Unidos de comprar azúcar a Saint Domingue, a raíz de la

orden dada por Inglaterra a sus colonias azucareras de las Antillas de no venderle productos al

país que acababa de independizarse. Norteamérica, cuya industria se basaba en gran medida en

las destilerías, se vió obligada a comprar masivamente azúcar a Saint Domingue que pasó a

convertirse en la colonia francesa mas rica del mundo.

La inversión metropolitana sobrepasaba los 1.600 millones de francos, de los cuales más de

la mitad correspondía a los comerciantes de Burdeos. “Para comprender la importancia

económica de la colonia, basta señalar que en 1789 las exportaciones francesas totalizaron I 7

millones de libras esterlinas. de las cuales 11 millones estuvieron dedicados al comercio

colonial de Saint Domingue”



La “sociedad hatera” o ganadera del Santo Domingo español pasó a depender en gran

medida del mercado haitiano, que era el principal comprador de ganado para los ingenios.

Esclavos y maquinarias necesitaban alimentos y animales de tracción en una cantidad que sólo

podía suministrarla la parte oriental de la isla. Este comercio, al principio de contrabando, fue

oficializado en 1760. A su vez, los colonos franceses revendían al Santo Domingo español

manufacturas y otros productos, estableciéndose entre ambas colonias un importante mercado

regional que, de hecho, quebraba en alguna medida los monopolios comerciales francés y

español. Un testigo de la época, M. Duclos, decía de los colonos franceses: caes ventajoso para

ellos tener vecinos españoles que les proveen de todo lo que necesitan, dándoles la oportunidad

de sembrar sus terrenos de azúcar o índigo y sacarles mayor partido que empleando una parte

para criar animales.



Como resultado de la tendencia ascendente de esta economía de plantación, en 1789 se

exportaron 163 millones de libras de azúcar, 68 millones de libras de café y cerca de un millón

de libras de añil. El comercio de Francia “con su colonia representaba cerca de dos tercios de su

economía general.” Esta importancia económica llegó a expresarse en términos de rangos

aristocráticos: “La nobleza de Saint Domingue contaba con los más grandes nombres de

Francia, y un colono impertinente podrá en Versalles decir al rey Luis XVI: Señor, vuestra corte

es criolla”.

Efectivamente. mas de medio millón de esclavos explotados en 800 ingenios y miles de

añilerías y cafetales habían arrojado un plusproducto tan fabuloso que contribuyó os-

tensiblemente al proceso de acumulación originaria para el despegue de la Revolución

lndustrial, al mismo tiempo que generaba en Saint Domingue uno de los sectores más ricos de la

burguesía francesa.

Este sector, integrado por los “Grandes Blancos”, se componía en 1789 de unos 30.000

franceses, que levantaron una ciudad ostentosa, “Cap Français”, el París de las Antillas. La capa

más ilustrada de esta sacarocracia leía a Voltaire, D’Alembert, Montesquieu y Diderot,

preparándose para el día del advenimiento del autogobierno, que ya se incubaba en los roces

cotidianos con la metrópoli y su sistema monopólico de comercio. En el Cabo existían varias lo-

gias masónicas y un círculo filadelfiano, influido por las ideas de la independencia

norteamericana, donde se discutía de política y literatura. Numerosos dueños de plantaciones

vivían en París, los absentistas, que luego de amasar grandes fortunas con el trabajo de los

demás se marchaban a la metrópoli, dejando sus ingenios a cargo de otros compatriotas meno-

res, los “petit blanc”.

Estos “pequeños blancos”, en número de 10.000, constituían una fuerte capa media

integrada por medianos y pequeños productores de azúcar, café y añil, artesanos (peluqueros,

zapateros, panaderos, etc.), notarios, pequeños comerciantes y funcionarios del estado colonial.

Muchos de ellos eran criollos, con cierto rechazo a la “madre patria”, actitud que los condujo a

conspirar desde temprano en favor de la independencia.

El otro sector medio estaba formado por unos 30.000 mulatos muchos de los cuales eran

propietarios de esclavos y de medianos ingenios. Estos “sang-melé” eran denominados “gente

libre de color”. El acelerado proceso de mulatizacion fue producto de la escasez de mujeres

blancas y de la cruza de franceses con esclavas negras, cuyos hijos pasaron en muchos casos a la

condición de libres. “Nosotros no vemos en este país —escribía M. d’Aquyan en 1713— nada

más que negras y mulatas a quienes sus amos han dado la libertad a cambio de su doncellez. Y

el Intendente Montholon declaraba, en 1724, que si no se tomaban medidas, los franceses han de

ser rápidamente como los españoles, sus vecinos, de los que las tres cuartas partes son

mestizos.’’

Los mulatos eran abiertamente discriminados por la sociedad blanca. No gozaban de

derechos cívicos y eran obligados a servir en la milicia encargada de perseguir a los cimarrones.

Estaban excluidos de las profesiones de médico o abrogado y de todos los empleos públicos. En

las iglesias, teatros y lugares selectos de diversión tenían asientos separados de los blancos

.

Importantes franjas de mulatos lograron acumular sustanciosas fortunas a base de la

explotación de los esclavos en las plantaciones, especialmente en la parte sur y occidental de la

isla. “Una fértil parroquia del sur (Jéremie) se hallaba casi enteramente en sus manos (...) Los

menos ambiciosos se dedicaban a la vida de los negocios en las ciudades (...) Algunos dicen que

en 1791 poseían la tercera parte de toda la tierra de la colonia y la cuarta parte de los esclavos;

otros, afirman que sólo eran dueños de un quinto, tanto de aquélla como de éstos.

Durante un tiempo lograron enviar a sus hijos a educarse a Francia; pero en 1777 se les

prohibió entrar a la metrópoli, a solicitud de los colonos. También se les prohibió contraer

matrimonio con blancos en 1778, reivindicación que habían logrado décadas antes por vía

con su etudinaria. “Puede suponerse —anota Franco— el odio que engendró esta teoría in-

terminable de discriminaciones e injusticias sociales en los mulatos ricos L e instruidos en

Europa.”

Como expresión de resentimiento 8 social, los mulatos acentuaron el odio racial y de clase

hacia los negros libres y, sobre todo, a los esclavos.

Los esclavos negros y los libertos mulatos se odiaban. Estos no cesaban de demostrar por la

palabra, por sus triunfos en la vida y mayor parte de sus actividades, la falsedad de la pretendida

superioridad racial (...) Los libertos negros eran menos numerosos, pero su piel era objeto de tal

Y desprecio que un esclavo mulato se consideraba superior a un negro libre y se hubiera matado

antes de ser esclavo de un negro.”

La clase social más explotada estaba constituida por los esclavos, que en 1789

sobrepasaban el medio millón. Sus condiciones de vida eran infrahumanas: “Desde las cinco de

la mañana, la campana los despertaba, y eran conducidos a golpes de látigo a los campos o a las

fábricas donde trabajaban hasta la noche (...) diez y seis horas diarias (...) Abatidos por el

trabajo de todo el día, a veces hasta la media noche, muchos esclavos dejaban de cocinar sus

alimentos y lo comían crudos (...) Inclusive las dos horas que les concedían en medio de la

jornada, y las vacaciones del domingo y días de fiesta, no estaban consagradas al descanso, pues

debían atender al cultivo de pequeños huertos donde trataban de encontrar un suplemento a las

raciones regulares (...) Se interrumpían los latigazos para aplicar al negro castigado un hierro

candente en el cuello; y sobre la llaga sangrienta se le rociaba sal. pólvora, limón, cenizas (...)

La tortura del collar de hierro se reservaba a las mujeres sospechosas de haberse provocado un

aborto, y no se lo quitaban hasta no producir un niño (...) Un género de suplicio frecuente aún

—dice Vassiére, testigo de la época— es el entierro de un negro vivo, a quien ante toda la

dotación se le hace cavar su tumba a él mismo, cuya cabeza se le unta de azúcar a fin de que las

moscas sean más devoradoras. A veces se varia este último suplicio: el paciente, desnudo, es

amarrado cerca de un hormiguero, y habiéndolo frotados con un poco de azúcar, sus verdugos le

derraman reiteradas cucharadas de hormigas desde el cráneo a la planta de los pies, haciéndolas

entrar en todos los agujeros del cuerpo.”

Los que lograban fugarse de este infierno se integraban a los grupos de cimarrones que se

gestaron durante 80 años de resistencia. El llamado despectivamente “marronage” obligó a los

refinados esclavócratas franceses a firmar en 1782 un tratado, por el cual se les reconocía la

libertad, luego de sucesivas insurrecciones armadas, como las de 1704, 1758 y 1781.

NoeI fue el negro que encabezó una de las luchas más importantes de los cimarrones de

Fort Dauphin. Otro jefe cimarrón sobresaliente fue François Macandal, que hacia mediados del

siglo XVIII logró huir del trapiche de Lenormand de Mezy, en el Norte. Era un gran orador, con fama de inmortal,

iluminado y profeta. Un día, metió tres pañuelos en un vaso. Sacó el amarillo y dijo: “He aquí,

los primeros habitantes de Saint Domingue eran amarillos. He aquí, los habitantes actuales, y

enseñó el pañuelo blanco. He aquí, en fin, los que serán los dueños de la isla; era el pañuelo

negro.” Su influencia se extendió por todo el norte, que era la zona de mayor concentración

esclava. En las veladas y prácticas mágicas se relataban las hazañas de Macandal, que

finalmente fue apresado en enero de 1758. No obstante ser quemado en la hoguera, sus

hermanos negros quedaron convencidos de que François no había muerto y que reapareceria

para redimir a su gente.

Hoy Haiti esta entre, la recolonizacion o refundacion por los profetas imperiales, al estilo de Irak o Afganistan. Ellos saben muy bien, nuestra pobreza es por nuestra contribución en la libertad de América, que los imperios nunca no perdona, ellos no empobrecieron para decir de que vale la independencia de Haiti.

Haiti país que dio grande Hombre y Mujeres que se emplendio la integración Latinoamericana merece respeto

Antropólogo


(*) Seg General de la casa Cultural Haitiana Bolivariana de Venezuela

Coordinador del Fuente Unido Socialista Haitiana

fritzsaintlouis8@gmail.com


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Fritz St Louis


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