En este pequeño ensayo abordamos de manera sintética lo que conocemos como la subjetividad fragmentada a fin de desarrollar las condiciones de Absorción Neofascista en la Conciencia Latinoamericana.
El planteamiento inicial de que la disponibilidad filosófica al fascismo radica en la subjetividad como núcleo de despliegue de la condición del Ser, invita a un examen de las vulnerabilidades existenciales e identitarias que caracterizan al sujeto en la modernidad tardía, y en particular, al hombre latinoamericano. Este ensayo teoriza que la facilidad de absorción de ideas neofascistas en América Latina se funda en la intersección de tres fenómenos filosóficos y psicosociales: la angustia existencial ante la libertad radical, la crisis de la identidad histórica y la sublimación del nihilismo a través de la voluntad de poder.
Desde la perspectiva de la filosofía moderna, especialmente la existencialista (Sartre, Camus), el Ser es una nada que está condenada a su propia libertad, debiendo elegir constantemente su esencia. Esta carga de la libertad, lo que Erich Fromm llamó el miedo a la libertad, en su análisis del autoritarismo, genera una profunda angustia en la conciencia. El neofascismo actúa como un antídoto existencial, ofreciendo una identidad prefabricada y totalitaria. Al integrar al individuo en un cuerpo místico de "Nación", "Raza Pura" o "Voluntad Popular Absoluta", se le exime de la responsabilidad de la elección individual. El sujeto latinoamericano, en un contexto de desigualdad histórica y fragilidad institucional, encuentra en el relato neofascista un alivio ontológico a la inestabilidad de su ser-en-el-mundo.
El segundo aspecto atañe a la crisis de la identidad histórica. La subjetividad latinoamericana está marcada por la colonialidad, el mestizaje y la dependencia económica y cultural (filosofía de la liberación). Esta condición ha generado una permanente tensión entre la búsqueda de una identidad auténtica y la adopción acrítica de modelos de pensamiento importados. El neofascismo capitaliza esta fragmentación, no ofreciendo una síntesis, sino una reacción simplista y violenta a la complejidad. Al proporcionar chivos expiatorios y narrativas de pureza histórica y moral (ej. la lucha contra el "comunismo", el "globalismo" o la "élite corrupta"), esta ideología permite al sujeto resolver de manera inmediata su conflicto identitario al proyectar la culpa de su fracaso existencial o social hacia el "otro" (el migrante, el intelectual, el adversario político).
Finalmente, el neofascismo puede interpretarse como una sublimación de la respuesta nihilista a través de la voluntad de poder, siguiendo la línea de la crítica de Nietzsche. El colapso de los grandes meta-relatos (la Razón ilustrada, el Progreso histórico) ha dejado un vacío de valores (nihilismo). Sin embargo, el neofascismo no se queda en la pasividad. En lugar de construir nuevos valores, impone una afirmación irracional de la voluntad encarnada en el líder fuerte (el neo-caudillo). Esta figura se presenta como la única entidad capaz de "dar sentido" y "orden" al caos percibido. El ciudadano, al adherirse a esta voluntad autoritaria, renuncia a su conciencia crítica y canaliza su frustración nihilista en una acción política destructiva pero cohesionadora, lo que le permite sentir que su Ser tiene, por fin, una función definida y poderosa dentro del orden jerárquico.
De allí que, la permeabilidad del hombre latinoamericano a las ideas neofascistas es un síntoma de una crisis profunda de la conciencia en el contexto de la modernidad dependiente. La subjetividad, agotada por la responsabilidad de la libertad, fragmentada por la historia y desorientada por el nihilismo de la época, busca refugio en las estructuras totalitarias que le prometen un retorno ilusorio a una "esencia" y un propósito claro, a costa de la razón y de la humanidad del otro.