La derecha venezolana y el síndrome de Hybris oficial

La política tiende a perecerse a la arquitectura o la ingeniería por la lógica de sus procedimientos intelectuales, aunque se distinga en todo lo demás. Equivocarse en esas disciplinas puede producir desastres sociales.

A nadie en sus cabales le cabe duda que si la derecha capitalista volviera al poder en Venezuela, así fuese por la vía electoral de Capriles Radonski (un hombre al que le gustaría otra vía), se produciría un desastre social para Venezuela.

El retroceso sería superior al vivido por el pueblo nicaragüense desde la auto-derrota sandinista de 1990. Pero los efectos tectónicos serían varias veces superiores en todo el continente. No sólo por el rol combinado de Venezuela como Estado nación y el de Hugo Chávez como líder latinoamericano.

También por un hecho decisivo en esta historia, tan complejo como mal comprendido: la existencia de poderosos movimientos que agrupan a clases explotadas y oprimidas del campo y la ciudad. Incluso, asumiendo sus debilidades teóricas y políticas, son parte esencial de cualquier avance o retroceso.

Para derrotarlos se requiere una fuerza física enemiga que acuda a métodos de guerra civil. Eso es lo que intuye el líder bolivariano cuando habla de la defensa integral del proceso, en sus discursos posteriores a las primarias del 12 de febrero. Esa respuesta es la medida inversa del avance electoral de la derecha en las primarias.


Qué quieren ellos
El programa y el discurso del candidato de la derecha se propone, y promete, desmantelarlos junto con el gobierno, aunque en tiempos distintos cuando la relación de fuerzas los favorezca. Anuncian la extirpación de las inversiones de Pdvsa en la vida económica y social de ellos, pero no porque tengan purulencias administrativas, sino porque no van a sus empresas.
El programa de ellos no lo esconde, aunque lo simula. Por ejemplo, en terreno militar, donde se concentra lo decisivo de la defensa de este proceso, “Los Lineamientos programáticos” de Capriles ofrece “Eliminar la Milicia Bolivariana (…) Profesionalizar la tropa (…) Eliminar gradualmente al soldado no profesional”.

Sobre los movimientos sociales es igual de claro: “proponer la reforma de la leyes de de los Consejos Estadales de Planificación y de los Consejos Locales de Planificación Pública (…) Igualmente será necesario reformas a las leyes del Poder Popular, de Consejos Comunales y de Comunas”. 5 páginas antes, asegura que “Se restituirá la concesión a Rctv”.
¿Alguien que no sean ellos o el Departamento de Estado, puede tener duda de lo que harán?


Nuestros “disociados”
Pero esa es apenas la mitad del proceso. Lo que quiere la contra revolución. La otra parte somos nosotros –dentro y fuera del gobierno aunque no tengamos el mismo programa ni conducta-, o sea, quienes participamos de este proceso político transformador, cuyos avances y desarrollos, sus conquistas, están amenazadas.

Lo nuevo no es que tengamos enemigos y que saquen votos, muchos o menos que muchos. ¿Acaso cambia algo cualitativo que en vez de tres millones sean dos millones 500 mil votos los obtenidos en sus primarias?
La cualidad distintiva es que adentro de la maquinaria que gobierna y en parte de la conciencia de la que no gobierna hay quienes manifiestan reflejos de “disociación” psico-política, como lo asienta la periodista venezolana Mercedes Chacín en el diario Ciudad Ccs del lunes 20 de febrero: “y el chavismo se creyó, contagiado del mismo síndrome de disociación psicológica que afecta a los opositores, que por una cuestión divina, casi metafísica, los 5 millones y pico de personas que votaron por la oposición en las parlamentarias, se convertirían en un millón”.


La peligrosa seducción de Hybris
En este punto del proceso comienza lo que el estudioso británico David Owen define como “síndrome de Hybris” para la política en su libro En el poder y en la enfermedad. Enfermedades de los jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años. No es la primera vez que se acude a esta imagen de la mitología griega para este fenómeno de desmesura de la conducta humana. Su originalidad es que lo aplica a situaciones de poder.
Se trata de un mecanismo por el cual los poderes establecidos tienden a olvidar, negar, despreciar, ridiculizar o minimizar el riesgo. Sobre todo cuando se trata del enemigo. Es una forma de autosuficiencia. Podemos completar que esta conducta se potencia cuando el mecanismo institucional dominante no es el de una revolución, sino el de la burguesía, como lo demostró el CNE.

Los resultados de las primarias del 12 de febrero, evidenciaron con pasmosa advertencia que el “síndrome de Hybris” está activado en las estructuras del poder bolivariano. Fue visible entre los voceros y propagandistas oficiales de la televisión y la prensa escrita. Prefieren negar los datos de la realidad que preparar al pueblo para enfrentarlas.

Olvida que en política 2+2 nunca da cuatro. Y que una encuesta electoral no es más que una muestra pequeña y superficial de una realidad que es mucho más compleja, dinámica y no siempre expresa.

Los pobres no tienen el hábito de decir lo que piensan como lo hacen otros sectores sociales.

En política vale todo, menos negar la realidad, especialmente cuando es favorable al enemigo. Es una antigua enseñanza de las guerras que la política asimiló con dificultad.

Pero hay una diferencia. Si un general desconoce los hechos perderá la guerra, pero si lo hace un burócrata o vocero de tal, el resultado no es igual porque no se trata de una guerra física, y el burócrata seguirá en su cargo emitiendo los artificios que conforman a sus jefes, y desgraciadamente a una parte del chavismo de base.

El asunto es que esa actitud no impedirá una derrota, porque esta no se decide en las encuestas, ni en los programas de televisión o en las declaraciones de los jefes del Psuv.

Las derrotas, como las victorias, son resultados políticos que se construyen en las profundidades de la vida social, en el enfrentamiento de clases y sectores de clase. Sin olvidar la relación dentro del sistema mundial de Estados.

A veces, por razones diversas que no caben en este escrito, direcciones políticas asumen la lógica de conducta del suicida. Cuando eso ocurre ha comenzado a activarse el “síndrome de Hybris” del que habla Owen. Ha sido más sensata la respuesta presidencial cuando alertó contra el ”triunfalismo” y convocó a preparar lo que llamó en su formato simbólico, “La batalla de Carabobo”.


Ganar perdiendo
Pero las revoluciones sociales, y menos un proceso como el nuestro, atrapado en la abigarrada trama institucional del enemigo, no dependen de la sensatez intelectual. Aunque sin ella sería más difícil.

Podemos ganar las elecciones de octubre, incluso es lo más probable si nos guiamos por las encuestadoras del enemigo, pero sobre todo por el sentido de preservación de los trabajadores, las capas pobres de Venezuela y una parte de sus clases medias. El sentido del suicidio no está en ellos. Actúa más arriba en los pasillos gubernamentales. En el fondo y desde su óptica, es lo que advierte con sensibilidad Reinaldo Iturriza este lunes 20 de febrero, entre otros.

La dialéctica de este proceso en sus dinámica actual, podrían conducirnos a ganar las elecciones pero perder el proceso político y social. De él dependen las elecciones, el gobierno y todo lo demás. La razón es simple, lo que no avanza retrocede.

Modesto Emilio Guerrero (*) es analista internacional. Escritor y periodista venezolano.

http://www.aimdigital.com.ar/aim/2012/02/21/la-derecha-venezolana-y-el-sindrome-de-hybris-oficial/


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Modesto Emilio Guerrero (*)

Periodista venezolano radicado en Argentina. Autor del libro ¿Quién inventó a Chávez?. Director de mercosuryvenezuela.com.

 guerreroemiliogutierrez@gmail.com

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