La educación religiosa ideologizante

La nueva Ley de Educación

A propósito de la discusión que tiene lugar en escala nacional, de la nueva Ley de Educación, me permito esbozar algunas ideas de mi libro “Creencia y Barbarie” (inédito)

“Con los primeros balbuceos comienza el largo proceso educativo que culmina cuando se alcanza la mayoría de edad. A partir de este momento, la vida pasa del exclusivo aprendizaje (formación familiar y escolar), a la vida en sociedad, a la práctica y la convivencia en la comunidad, a la actividad propia de cada quien montada sobre el riel de los conocimientos aprendidos.

“Con la ingenuidad propia de la infancia, la curiosidad de la adolescencia y los cambios de la pubertad, durante este período y etapas de la niñez, recibimos en la mente el conjunto de ideas que nos dan una visión parcializada del mundo (adoctrinamiento), y deberán perpetuarse por toda nuestra existencia.

“En el hogar que nací y desde la más tierna infancia, recibí la educación propia de una familia burguesa que, aun cuando de modestos recursos económicos, estos, nos brindaban la posibilidad de satisfacer las necesidades elementales: vivienda, alimentación, vestido, diversiones, ciertos lujos, en medio de relaciones familiares y sociales propias de aquella sociedad regida por los cánones de la buena educación, la moral burguesa y las prácticas religiosas católicas.

“Todo conocimiento giraba en torno a la creencia. Allí estaba el origen, meollo de todas las cosas: todo está en dios y proviene de dios. Todo sometido al temor. Creencia y temor como conceptos siameses, inseparables, inculcados desde la más tierna edad. Creencia y temor metidos en la mente, como “perro guardián”, para que ladre cada vez que surgen dudas sobre los conceptos, preceptos, cánones, dogmas inculcados.

“Las primeras letras las aprendí con mi madre y en la pequeña escuela del caserío La Playa (Bailadores), donde mi padre realizaba las actividades económicas para la subsistencia familiar.

“A los ocho años de edad fui interno a colegio de curas, católicos (La Grita y Pamplona), donde cursé la primaria y el bachillerato. Todo aquel bagaje de conocimientos recibidos durante los primeros dieciséis años de existencia, obedecían al mismo patrón y a la única y exclusiva explicación de todas las cosas: dios, creencia y temor.

“El “perro guardián” de la mente quedaba de esa manera remachado, soldado con arco de alto voltaje. Fundido en el crisol del fundamentalismo, y en los altos hornos del dogmatismo y el fanatismo.

“Según esta visión del hombre y de todas las cosas, la historia de la humanidad es la historia de la religión católica, la Historia Sagrada: la Biblia. Todo conocimiento estaba vaciado en los moldes de la sumisión regida por el temor y la creencia.

“Prohibido dudar y en consecuencia pensar: “Pecar de pensamiento, palabra y obra”, decía el catecismo.

“Sin libertad de pensamiento y con la vigilancia inextinguible del “perro guardián” ¿Cómo cultivar la mente? La racionalidad negada por el dogmatismo.”

“La mayoría de edad nos trajo independencia física para ir, venir, hacer o deshacer, siempre bajo los cánones del dogmatismo aprendido y la vigilancia inamovible del “cancerbero mental”.

“Si somos sinceros consigo mismos, llega el momento de preguntarnos: ¿Qué somos? ¿Cómo pensamos? ¿Qué sentimos?

¿Cuál es la realidad del mundo en que vivimos?

“Preguntas inevitables ante el cúmulo de contradicciones que van surgiendo entre las enseñanzas recibidas, la realidad que vivimos y la cantera inagotable de conocimientos, ideas, conceptos filosóficos, sicológicos, políticos, económicos, sociales, que vamos descubriendo, de los cuales no teníamos la más elemental información por cuanto nos fueron negados o fueron contrapuestos a las ideas recibidas (adoctrinamiento, evangelización, ideologización religiosa).

“Para ilustrar el grado de desinformación a que estaba sometida aquella educación, en el libro de texto de Anatomía humana, no existía el capitulo correspondiente a los órganos sexuales (masculino y femenino). El capítulo completo era arrancado. Según aquella educación, aprendimos que las orejas sirven para oír, los ojos para ver, la lengua para degustar, la yema de los dedos para sentir, tocar, palpar; pero nunca nos dijeron que el pene y la vulva, además de servir para orinar, cumplía la función vital de la reproducción. Algo de lo más elemental en la explicación de la conservación de la especie. Medio por el cual estamos aquí.

“Si esto ocurría con una realidad tan tangible ¿Qué decir de la Historia como ciencia y no como relato lineal, cronológico, de hechos acomodaticios al interés de aquella educación ideologizante; o las concepciones filosóficas (anarquismo, liberalismo, socialismo, positivismo, naturalismo, nihilismo, comunismo, materialismo filosófico, evolucionismo, darwinismo, fascismo, feudalismo, capitalismo, colectivismo, etc.,.)); sicología y mecanismos de la mente; invención de la propiedad; división de la sociedad y lucha de clases; desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción; ser social y conciencia social? En fin, el real conocimiento, explicación del origen de todas las cosas.

“Al cruzar la pubertad, salir al mundo y enfrentar la realidad, comenzamos a tener una visión distinta, a recibir un conjunto de conocimientos. Comenzamos a leer libros de autores que nos fueron negados. Comenzamos a descubrir que la historia de la humanidad no es la historia del cristianismo ni mucho menos que los orígenes del hombre están en la Biblia (creacionismo).

“Comenzamos a descubrir que la naturaleza no está sometida a maniqueísmos. Nada en la naturaleza responde al bien o al mal. Todo responde a la necesidad. En la naturaleza todo ocurre por necesidad y no por disposiciones míticas. Descubrir ese mundo real, verdadero, constituyó un proceso de años. Quince años (niñez).de montaje ideológico (adoctrinamiento) y cincuenta años de desmontaje del armatoste ideológico. Desmontar la creencia, el dogmatismo y liberar la mente para la racionalidad de todas las cosas.

“La primera conquista de todo ser humano debe ser la libertad de pensamiento que realizamos al repensar lo aprendido, dudar, desconocer, comenzar de nuevo a aprender y creer en lo que en verdad hay que creer: la Ciencia, la Razón, la Materia en perpetua evolución y origen de todas las cosas. La unidad de la inteligencia a que hacía referencia Averroes (1126-1198)

Única, segura, verdadera libertad, donde nadie puede interferir. Realidad y verdad. Todo lo real es cierto.

Esa educación religiosa ideologizante (herencia de 500 años), con la nueva Ley de Educación ¡Por fin! debe salir de la escuela pública y de la universidad. Es vergonzante culminar con una misa, los 16 o 20 años de estudios, para recibir el título universitario. ¿Esa misa es la negación de la Ciencia o la confirmación del carácter anticientífico de la enseñanza universitaria (escolasticismo)? ¿Dónde queda el tránsito por la Ciencia y racionalidad de las cosas?

“Creencia y Barbarie” (Estoy buscando un editor). Por escribir este libro hace 500 años, me hubieran quemado en la hoguera junto a Giordano Bruno, Copérnico, Galileo, entre tantos mártires de la Ciencia y el conocimiento real de todas las cosas.

¡Algo ha cambiado!

leonmoraria@cantv.net


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León Moraria

Nativo de Bailadores, Mérida, Venezuela (1936). Ha participado en la lucha social en sus diversas formas: Pionero en la transformación agrícola del Valle de Bailadores y en el rechazo a la explotación minera. Participó en la Guerrilla de La Azulita. Fundó y mantuvo durante trece años el periódico gremialista Rescate. Como secretario ejecutivo de FECCAVEN, organizó la movilización nacional de caficultores que coincidió con el estallido social conocido como "el caracazo". Periodista de opinión en la prensa regional y nacional. Autor entre otros libros: Estatuas de la Infamia, El Fantasma del Valle, Camonina, Creencia y Barbarie, EL TRIANGULO NEGRO, La Revolución Villorra, los poemarios Chao Tierra y Golongías. Librepensador y materialista de formación marxista.

 leonmoraria@gmail.com

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