Lo de invasor es una palabra bien compleja por sus múltiples sinónimos que se derivan de ella que, alguna en particular por su definición encaja perfectamente a su medida y placer como la eminencia que piensa que es y, que lo más seguro en su opinión lo mismo le da mientras, sea un presidente republicano autoritario de EEUU. Singularidad ejecutiva que lo refuerza y le llena de tanto sustento de vigor de poder que, ya no encuentra qué hacer con él y contra quién utilizarlo mientras, atropella con sentido rencor la condición humana con ínfulas de envalentonamiento que, no deja de crearle una buena masa de enemigos y adictos que es lo más que le sobra que cuando, se presenta en público está más resguardado que la Reserva Federal de su país y, la libertad de los demás se va a la mierda.
Ese es Trump. Ni más ni menos -aclamado y odiado- dentro y fuera de su país por cuestiones de variables índole o por lo que sea, pero no por hacer el bien común que, como sorpresa se vacuna con poca seriedad, más bien ambiguo que, quien lo apoye se convierte en su cómplice que es lo más que le sobra cuando se mete en el traje político de arruinarle la vida a quien ose enfrentarlo y, allí es cuando comienza su explícita actuación que, donde pone el ojo no pone la bala sino su mala intención para que su perversión se encamine a convertirse en miedo y en sometimiento como zozobra existencial para países y particularidades y mire que está contra todo y todos y al carajo la paz, porque la paz es él como paz de envoltorio primaria y, sino fíjense como trata de zarandear al presidente Lula como al presidente Maduro a ambos con medidas estridentes de castigo por no navegar en el mismo barco de su democracia fascista y antagónica que, ninguno de los dos ha accedido a sus caprichos de sultán de mil demonios que por lo general eyacula a los medios con sus dardos envueltos de sospechosos fake news.
Trump, un viejo cobardón que despelleja el tiempo en maniobrar lo que a bien le pueda sacar provecho para después ir alabarse como lo acaba de hacer en la ONU, donde trató de llevársela por delante, es decir, lo pensó, lo escribió y lo dijo sin teleprompter: La ONU no es, soy yo quien le resuelve los problemas al mundo -¡y más los que creas!-. Nada difícil de saber sin ir muy lejos. Todo un Trump temerario desenfrenado sin fronteras y ciego de raciocinio y de odio.
Trump tose, Trump carraspea, Trump escribe sonetos de furia parisina en su Truth Social lo que abarque el despliegue de sus archivos cerebrales que incomoden a quien quiera enjuiciar, por lo general tildando a las personas que lo incomodan de brutas, de pequeñas, de fantasmas, de imbéciles menos que él y siempre trata de ahogarlas con sus escritos caprichosos más, malévolos que la ironía de la pobreza que no encaja en su porvenir, porque parece que lo tiene todo a su disposición y, el que se resista tendrá una muerte lenta ¡si? Es que no lo manda a matar que, hasta ese poder tiene de cobrar vidas.
Trump es como la película: "Everything Everywhere All at Once", es decir, él de hacer "Todo en todas partes al mismo tiempo", pero más el mal que el bien y, no cabe nadie más sino solo él con su pensamiento y su fuerza de potencia mundial que con su poder puede bilocarse por posiblemente superposición cuántica.
Posible es que Trump tenga el reino de los cielos al alcance de sus manos y, quizás por eso se atreve a gobernar a otros como marionetas de un círculo que traspasa lo político y se mete más buscando alcanzar El Olimpo de sus sueños y, mientras el mundo se cae a pedazos deshumanizado y horrorizado por los que están de su lado y con toda su plusvalía de conformidades que a bien trata de tapar y seguir con más de lo mismo y, sálvese el que pueda si es que podrá salvarse. Mientras, yo me confieso incrédulo sin porvenir, aunque pienso mucho en mi Venezuela amada.
