Pulsión de muerte en el gobierno

Oír el 26 de junio de 2019 a Jorge Rodríguez Gomez denunciar un golpe de estado frustrado, informar la detención de participantes en la intentona y tres días después enterarnos que uno de esos detenidos fue torturado y muerto bajo custodia, nos retrotrae al 25 de julio de 1976 cuando la policía política mata a Jorge Antonio Rodríguez, dos días después de haber sido detenido. En aquel momento, y ante la tragedia de una muerte innecesaria, dejó de ser importante a la izquierda la discusión de apoyar o no el secuestro del empresario norte americano William Niehous, hecho que vinculaba e inculpaba al partido Liga Socialista (LS) donde Rodríguez era su secretario general.

Los que no apoyábamos secuestros por considerarlo muestra de inmadurez de una izquierda en transición menos podíamos aceptar la saña con la cual mataron al histórico fundador de la Liga Socialista. Mucha juventud de aquella izquierda posterior al Mayo Francés se acercó a ese partido para mostrar su solidaridad con la muerte del valiente dirigente que dejaba una viuda, un hijo de 11 años y una hija de 7. Ese hecho nos movió a muchos e inclusive nos hizo luego romper la incredulidad por aquel sistema electoral al lograr en 1978 la diputación de David Nieves y con ella su excarcelación.

El hecho es que este sábado 29 de junio de 2019 regresamos a las mazmorras de la DISIP en los tiempos del primer Carlos Andrés Pérez y tristemente de la mano del otro Jorge Rodríguez, el hijo de 11 años que debió como nadie sufrir la muerte de su padre. No debió ser él quien sustituyera hoy las funciones de aquel Octavio Lepage quien en 1976 anuncio con frialdad la muerte "natural" del dirigente. Por desgracia de la historia, es a Rodríguez hijo a quien le toca anunciar, en un comunicado que bien pudo haber escrito Lepage, la muerte del Capitán Acosta Arévalo, otro valiente quien deja una viuda, un hijo de 12 años y uno de 4. Más que una ironía de la desgraciada vida es la repetición con la cual la muerte nos llama. Y llama hoy en especial a este gobierno.

Porque no es solo Rodríguez, en general, el actual liderazgo político se anuncia con ese poder inconsciente que lo acorrala con la muerte. Un Oscar Pérez rendido literalmente ante el mundo, no debió morir, en todo caso merecía la cárcel como se la dieron a Chávez en 1992 y no recordarnos a muchas víctimas de la razia betancurista de los sesenta. Por otra parte, si como dicen sus captores, Fernando Albán por su propia voluntad se lanzó al vacío, no podremos nunca imaginar cómo sería lo que estaba pasando para preferir tal elección.

En días pasados y en otro escrito comenté el suicidio político al cual se quieren ir, y nos quieren llevar, Maduro y Cabello. Hoy pienso que la vaina es peor, pareciera que ese impulso es más que político, porque el final inexplicable de los demás en nuestras manos es también el nuestro.

Debemos romper este círculo en Venezuela, de no ser así, mañana los hijos de los que vengan también se matarán y nos matarán.

 

cespino58@gmail.com



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