Corrupción por destino

Del espíritu colonial español, la casta blanca hegemónica heredó el desprecio por el trabajo manual, cualquier trabajo por creativo o necesario que sea, y hoy con demasía neoliberal, quien manda gana miles de veces más que quien hace. De las guerras del siglo XIX, desde la voracidad asesina y estamental de Boves hasta los motines caudillescos contra el caudillo Gómez, nos persigue el espíritu de rapiña del vencedor ocasional, con rasgos de violencia resentida, que repite lo que lo ha motivado a levantarse. De la política federal, el camaleonismo aprovechador, que hace del culpable una víctima de sí mismo, con montones de ejemplos recientes, desde Miquilena al Pollo Carvajal; de los límpidos asesores de la Revolución Cultural de Manuel Espinoza a la ex fiscal del ex Guaidó, doña Luis Ortega Díaz. Tanto bicho de uña que por un lado la hacen y por el otro la reclaman. La confusión no es poca, pues. Que el que juzga no tenga derecho moral a hacerlo, no implica que no se deba juzgar. Incluso, qué nos importa que los metan preso los gringos interesados o los rusos tambien interesados, si los de aquí están tan mezclados que cuando el perro se muerde la cola ya la tiene encendida. Y no se habla de rescatar esos fondos robados, que no es más que el fondo de la olla donde se cocinó hasta quemar la esperanza del cambio. ¿Es preferible que lo nuestro se lo quede otro? Monómeros, Citgo, el oro de Londres… Los miles de millones acumulados por sucias manos que duermen sus pecados en paraísos fiscales… No, ni unos ni otros, que en algún momento habrá pueblo para reclamarlo.

El hecho de que la corrupción se haya hecho estructural no excusa nada, más bien esconde la cara de quien lo dice. Como no lo excusa ideología alguna. No lo excusa el respaldo de una rebeldía que nunca sucedería, porque el dinero pesa mucho para volar siquiera bajito. Las excusas son el borde del precipicio por donde tantos se han desbarrancado y ya no pueden encaramarse al filo de la más pequeña dignidad. No es alternativa para nadie el "quien roba menos", porque también hay una oposición embadurnada hasta las zapatillas de raso. Rodó por el piso de las redes, siempre tan dudosas, que la Fiscalía proponía que los ciudadanos documentaran el matraqueo policial, con videíto, con mensajito, con selfies compartidos con los guardas del orden, si el atreverse a documentarlo no terminara con un tiro en la nuca o un sembradío más eficaz que los que nos hacen falta para la supervivencia alimenticia de la nación… tan lejos. De ser cierto, sería una iniciativa importante. Hay que reconocer para poder criticar, si hay que criticar. Agarrar a uno, aunque sea al chino ladrón más chiquito, porque es que ya no se aguanta. ¿Quién que maneje, así sea una bicicleta, no ha caído en las garras del matraqueo? Por "¿dónde trabaja?" comienza el guión establecido, que termina en amenaza de retención-secuestro del vehículo y posibilidad de prisión.

Y así tantas cosas. La corrupción es ficha de todos los días en sus más variadas facetas. En la Cuarta soñaban con un puesto sin sueldo, donde hubiera..! Hoy hay en todas partes, a pesar de que lo que falta es lo que abunda. Y son formas de ocultarlo matizándolo, todo de un mismo espíritu corrupto. ¿Qué hacemos con las camionetas que se multiplican como hongos alucinógenos sin placas, pero con vidrios negros y bien blindadas de toda identificación? El anonimato permite que se viole cualquier ley y no se respete a los conciudadanos que desgraciadamente se atraviesan por la vía de la vida y la muerte. ¿Cómo se denuncia lo que no tiene nombre? ¿Y no se sabe lo que pasa en registros y notarías? ¿Hay que documentar lo que es regla y comportamiento abierto y común? Experiencia cotidiana. El ciudadano está en manos también de la delincuencia comercial, corrupción democratizada por la mano invisible del mercado. Ejemplo, por citar uno, es el pollo congelado (el otro), que trae al menos 25 por ciento del peso en un pedazo de hielo tragado cuando ya estaba empaquetado. ¿Hay que llevarlo en cava para que alguna protección al consumidor meta el dedo en la fría herida de la evidencia? Y paremos de contar.

Así, el país no discute la herida principal que es la corrupción. De tan generalizada y variada, parece acuerdo tácito, mientras tanto. O sea mientras quien juzga al ladrón, no sea el ladrón que se juzga. La vergüenza social de los hijos bien del corrupto mal agotó sus ínfulas de poder aduciendo que cualquier cosa sería mejor que esto y se convirtió en bolichico. Y quizás fuera cualquier cosa, pero no ellos, que son el otro abismo del mismo pozo. Acusado de corrupción y prófugo de Interpol, protegido quizás por la mafia italiana, está el segundo de Chávez, Rafael Ramírez. ¿Será que no se piensa (o quizás sí, precisamente) los vínculos que eso trae consigo? Y se calla ante sus argumentos. Sorprendentemente, ni gobierno ni oposición responden a sus artículos. Silencio que da que pensar en el país de la "vocifería". Por otro lado, luego de tanta persecusión a un diplomático colombo-venezolano, gestor del CLAP y otros carbohidratos, le quitan acusaciones con acento cubano-venezolano en Miami. ¿Cómo se entiende? ¿No sobraban los cargos? ¿Por qué más bien no sacan la lista de testaferros e inversiones, de cómplices y depósitos, de propiedades y desvergüenzas, que se guardan –se dice– para juicios futuros? ¿Y en el interín, bastará una nueva ilusión de invasión, desde cualquier absurdo rincón del planeta, y las amenazas tortuosas de un Duque de viciosa aristocracia? Tan fácil que es hoy, luego de WikiLeaks, que se cuelen los secretos mejor guardados en las cajas del defalcado Tesoro Nacional.

Todo pudo ser distinto. Nada obligaba a llegar a tanta tristeza y tan pocas perspectivas, las posibilidades eran muchas. Obligadas y necesarias, luego de un siglo de derroches y responsabilidades sociales no asumidas. No fue la ideología la culpable, sino el latrocinio miserable. No fueron los errores de experimentos sociales, sino el robo descarado. No fue descarrío económico, sino oportunismo delincuencial. No fueron las misiones asistencialistas, sino la imposición de una estructura corrupta. Y el fracaso no fue del socialismo, que llena las bocas y vacía el presupuesto, sino la de una moral social desatada a malos vientos. ¿Qué vulgaridad nuevarica y corrupta es hacer una fiesta en un tepuy sagrado para la nación toda? La línea del lujo malhabido sube miles de metros, donde cualquier banalidad debería estar prohibida. Ni los oligarcas del XIX, que cosecharon en guerra revuelta. Ni los adecos que bien pudieron habérselo imaginado, pero no se atrevieron, eso que de desmanes y apóstoles llenaron la laguna donde abreva su grey todo su rencor.

No creo que sea consecuencia de la maldición del petróleo. El Excremento del Diablo es el detritus que significa cada corrupto. El petróleo era potencialidad, no descaro. No creo en el mito del país rico-pobre, porque mucho era posible, con un mínimo de decencia. Pero, sí, pobres hemos sido si permitimos tanto desmán bajo cualquier excusa. Si impulsamos a tantos a irse, de un país que sí, sí los necesita. Si vemos que tantos se mueren en la pérdida del sentido colectivo. Si aceptamos que tantos se pierdan en la desesperanza. Nubes de niños paupérrimos arrastran el nombre de Chávez por éstas, las mismas calles. Hombres de posibilidades enteras comen de una basura cada vez más miserable. Las universidades se vacían de profesores y alumnos. Las escuelas se caen de hambre y desatención. Los hospitales son enfermos terminales. Responsabilidades sobran entre quienes dirigen el barco a pique. Pero andan también libres quienes testaron sobre el fracaso desde el primer día en que sospecharon un cambio. Y piden nuevas medidas internacionales en contra de todos, como si ellos no fueran todos, y quizás no lo sean, habrá que recordarlo. Cierto, la confusión es generalizada, pero sobre una sola cosa no hay dudas: si la corrupción es por destino, no hay destino para Venezuela.



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Alejandro Bruzual

Alejandro Bruzual es PhD en Literaturas Latinoamericanas. Cuenta con más de veinte publicaciones, algunas traducidas a otros idiomas, entre ellas varios libros de poemas, biografías y crítica literaria y cultural. Se interesa, en particular, en las relaciones entre literatura y sociedad, vanguardias históricas, y aborda paralelamente problemas musicales, como el nacionalismo y la guitarra continental.


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