Carroñeros sin futuro

¿Hasta cuándo viviremos esta fiesta macabra custodiada por aves carroñeras? ¿Se celebra la “caída de un guardia de la patria” o la “caída de un héroe de la resistencia”? ¿Otra vez la excusa del mal menor? ¿La insensibilidad de la víctima necesaria? ¿Qué hizo cambiar la actitud del venezolano ante la muerte? ¿Qué son estas ruinas como nación, como comunidad, como proyecto histórico? Cuánta responsabilidad, una vez más compartida, de los precarios “líderes” del oficialismo y de la MUD, que han aprovechado la insatisfacción y la pérdida de las ilusiones del “pueblo”, de la gente que vive su cada día peor, para vestirlo de carne de cañón y llenar las letras amarillas de sus discursos vacíos e irresponsables. La paz y la convivencia, el futuro convertido en monedas falsas, rematadas como bonos a precio reducido. Nunca antes Venezuela había estado tan carente de líderes y de conductores, nunca antes estuvo tan necesitada de referencias verdaderas. Tanta precariedad para movernos entre dos abismos. ¿En qué nos hemos convertido para que aceptemos ser los peones de este juego autodestructivo?  

Todos esos muertos les pertenecen sin distinción de máscaras asesinas. Ese tan próximo centenar de víctimas va perdiendo nombres y rostros entre las garras carroñeras, casi amaneradas, que suman puntos en la cuenta del enemigo. Son los verdaderos culpables, que se excusarán una vez más en lo anónimo del deber cumplido, la falsa revolución o la democracia a pedazos, serviles e interesados. Querrán ser anónimos como lo son esos muertos que finalmente reposarán unidos en algún monumento a las víctimas de la intransigencia.

Para el oficialismo, son producto de la violencia fascista, de un reclamo desvirtuado de clase, una guerra económica perdida (no se le pide ayuda al enemigo), un inminente golpe de Estado. Caos y anarquía provocados por una oposición envalentonada. Y así excusa su propia violencia desmedida, porque ya perdieron los muchos votos que sí fueron, pero que nunca más serán suyos. Esos muertos, dicen, son la consecuencia natural y naturalizada de las manifestaciones. Y por eso obvian la manera también fascista de la represión, real, sin eufemismos. Para el gobierno, todo se resume en esos grupos miserables que la oposición de mesa considera guerreros, héroes, vanguardia. Esos que disparan con armas caseras, linchan y queman; que ven un enemigo en cada cara de posible chavista, sin saber cómo serán ellos vistos en un futuro muy próximo. Son los enemigos de hasta la más intrascendente secretaria de algún ministerio, como sentenció la alevosa y despreciable Patricia Poleo. Son ellos los que destruyen bienes públicos, anarquizan las calles, hacer peor la vida a todos; instructores de las guarimbas para que todo se haga insoportable y “salgamos de esto”. El juego sucio de hundir el país, porque tarde algunos podrán reponerse, volver, construir una realidad a su medida, donde los encapuchados no tendrán ya sentido de vida ni calles donde pedir limosna para sufragar su propia resistencia. Mientras esos anarquistas de contrato bajo y sin conciencia de anarquía engrosen la lista de los muertos, los corruptos que han compartido la riqueza desperdiciada de la nación, llevarán una vida millonaria y familiar en algún rincón del mundo, escondidos como ratas hasta que el tiempo olvide.  

Para la MUD, todo ha sucedido porque el gobierno no asume la pérdida de las mayorías, y se mofa de haber convertido la “revolución” en una caricatura que “no volverá”. Para la MUD, todo es producto del discurso de la violencia que instauró el mismo Chávez, y que tan mal han digerido los cachorros eunucos del poder. Las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015 son apenas una muestra estadística del presente, sin mérito para del ganador, por la ventaja que le dio el desprestigio del verbo oficialista, su inmoralidad, el ciclo imparable de corrupción e ineficiencia, su traición ideológica y su confabulación con las fuerzas más viles del capitalismo transnacional, socios de sus motores falsificados. La Constituyente no es más que el epitafio que reposará sobre los muertos de mañana.

Para la MUD, la desmesura con que se reprime las manifestaciones demuestra que el oficialismo no está dispuesto a perder el control del poder, que ya pende de unos pocos pelos. Esos muertos les pertenecen, sí, porque es la cabeza de un Estado que se deshace, sin control de las calles, de la violencia, del hambre, de la economía. Un gobierno homicida-culpable, porque a esas muertes habrá que sumarles las muchas miles otras causadas por la falta de medicinas básicas. Y claro, responsable directa de la violencia de la Guardia Nacional Bolivariana, que dispara al pecho o a quemarropa, usando armas prohibidas, torturando, robando con desvergüenza a los manifestantes; traicionando la promesa que un Chávez militar arrepentido de las matanzas del Caracaso hizo de que nunca más se dispararía contra civiles. Han deshecho el pacto que hubo entre pueblo y ejército, hoy visto de nuevo como enemigo. Para la MUD son muertos del oficialismo, del gobierno, del chavismo, incluso los de sus propias filas, por haber armado colectivos inmanejables, que hablan sólo con agresión, violencia y más muerte. Una máquina de guerra que ya se puso en movimiento ella sola, y que no será controlada sino con su propia destrucción. Asesinos vestidos de ideología no pueden ser revolución.

MUD y gobierno se reparten los muertos con actitud carroñera. Ya no les alcanzan las garras llenas. Ya no nombran a sus víctimas, porque son muchas, y crece el ansia de nuevos caídos, nuevos deshechos de vida, que les permitan tener la razón, demostrar que la violencia es sólo del otro. Gobierno y MUD han firmado testamentos con sangre, hasta tornarse la negación de cualquier futuro. ¿Será que podremos imaginar una alternativa distinta antes de que sea tarde?



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1269 veces.



Alejandro Bruzual

Alejandro Bruzual es PhD en Literaturas Latinoamericanas. Cuenta con más de veinte publicaciones, algunas traducidas a otros idiomas, entre ellas varios libros de poemas, biografías y crítica literaria y cultural. Se interesa, en particular, en las relaciones entre literatura y sociedad, vanguardias históricas, y aborda paralelamente problemas musicales, como el nacionalismo y la guitarra continental.


Visite el perfil de Alejandro Bruzual para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Alejandro Bruzual

Alejandro Bruzual

Más artículos de este autor