Tenemos una Falla de Origen

Si, tenemos una falla de origen, que es denominada por algunos economistas la "enfermedad holandesa". Es una expresión usada para identificar las consecuencias negativas que sufre la economía de un país cuando experimenta un crecimiento súbito de sus ingresos en divisas, asociado a la explotación de recursos naturales.

El problema es que la explotación de recursos naturales termina teniendo una productividad muy superior al resto la economía, esto hace que las otras actividades económicas resulten relativamente improductivas. La situación es tal que una actividad explotadora realizada por muy poca gente, provee una gran cantidad de divisas que al bajar de precio, se hace relativamente más barato importar bienes y servicios que producirlos en el país, desestimulando de esta manera la producción nacional.

Aunque el término es nuevo, la enfermedad no lo es. En efecto, le ocurrió a España con las inmensas riquezas que le llegaban de América en el siglo XVI, como consecuencia del enorme saqueo practicado durante la Colonia y que terminaron arruinando la economía española y perjudicando su sociedad, hasta el punto de ser motivo de jactancia, el poder una persona demostrar, que no había trabajado nunca.

En muchos países esta enfermedad ha causado un gran daño y por supuesto, Venezuela no ha sido la excepción.
Las consecuencias casi son siempre las mismas. El ingreso extraordinario permea hacia la economía y se genera una orgía del gasto público. Al hacer la economía local menos competitiva, especialmente en agricultura y manufacturas, la tendencia es a sustituirlas por productos importados.
 

La economía venezolana en lo que respecta a la producción y la productividad, arrastra desde hace más de un siglo dicha falla de origen imputable no solo a la renta petrolera sino también a todos los gobiernos que ha tenido el país y a todos los partidos y grupos políticos que han participado activamente en la dirección de la administración nacional, que más que administrar y gobernar se han dedicado a "disfrutar del gobierno" y en consecuencia han hecho muy poco para prevenir esa enfermedad y por mejorar las condiciones del pueblo venezolano. Con algunas excepciones notables como el Comandante Supremo Hugo Chávez Frías, Cipriano Castro y posiblemente Marcos Pérez Jiménez, que trataron de enfrentarla, por cierto todos pertenecientes a la Fuerza Armada Venezolana. Esta falla de origen consiste en depender fundamentalmente de la renta petrolera para satisfacer las necesidades de la población, lo cual ha impedido un desarrollo armónico del país, ha estimulado una burguesía parasitaria e ineficiente y favorecido a numerosas empresas transnacionales expertas en "exportación de divisas", que han hecho todo, menos fomentar la producción de bienes y servicios, pero también han logrado desanimar la producción agrícola, y la transformación de productos primarios. Esto nos ha llevado a ser simples importadores y comerciantes. "No hacemos nada, todo lo compramos hecho", es una expresión muy venezolana, que refleja esta situación y que mientras persista en nuestra cultura, será muy poco lo que podamos hacer para cambiar de manera positiva la situación en general y el nivel de vida del pueblo venezolano. Es indispensable y perentorio incentivar y promover la producción y la productividad nacional, estimular el trabajo productivo, modernizar y tecnificar la agricultura en todas las regiones del país, asistir a toda la producción agrícola con insumos, tecnología, desarrollo vial, electrificación y generar todos los estímulos necesarios para lograr que buena parte de la población se sienta atraída a participar de la actividad agroalimentaria. Todos estos estímulos deben ser generados por el gobierno nacional y regional, junto con las instituciones que de alguna manera tengan relación con estas actividades, como las universidades, PDVSA, FANB, SIBCI(Sistema Bolivariano de Comunicación e Información), etc.

El gobierno tiene que considerar muy seriamente este aspecto tan fundamental, como es lograr, lo que todos queremos y necesitamos: un país productivo, imprescindible para ser un país potencia.

Con algunos espasmódicos intentos, Venezuela llegó a tener una modesta planta industrial en la época de la política de sustitución de importaciones en los años 60 y 70, que no llegó a ser mas allá que el ensamblaje de equipos domésticos, automóviles y empaquetamiento de cierto tipo de productos de marcas extranjeras. Pero en la década del 80 al 90 ya toda esta planta era obsoleta y no fue actualizada. A demás la industria venezolana nunca fue competitiva a nivel internacional, precisamente debido a esa dependencia de la renta petrolera, pues resultaba más fácil y más barato importar todo lo que necesitaba el país que producirlo en Venezuela. La situación era agravada aún más, ya que, en no pocas ocasiones los importadores adquirían deudas en el exterior que eran luego asumidas por el gobierno nacional.

Como podemos fácilmente comprender, en Venezuela, debido a la renta petrolera, a la ineptitud y falta de patriotismo de los gobiernos y la clase dirigente que estimularon esa política de dependencia, se dan las condiciones para que seamos más comerciantes que productores y en esa línea de pensamiento, la vía más fácil, el gran negocio, es por supuesto, la compra dólares baratos, otorgados por el estado, para venderlos mucho más caros. O sea el completo parasitismo!

En la actualidad, el país sufre las consecuencias del fracaso de esta política, a lo que se le suma la promoción y el incremento del consumo, con un parque industrial abandonado, lo que a su vez trae como consecuencia mayor dependencia de las importaciones, disminución de las reservas internacionales, aumento incontrolado de la inflación y por ende una gran escasez de productos de consumo masivo y de todo tipo. Dejando al país en una situación de enorme vulnerabilidad económica, financiera, social y moral.
Pero de lo que se trata ahora no es ponernos a llorar por todo el tiempo que hemos perdido y los enormes recursos que hemos desperdiciado. Tenemos que detener este despilfarro de recursos y cambiar esta manera de administrar nuestra economía, reorientando el uso de las riquezas para lograr una distribución más justa, pues todavía es tiempo para enmendar la plana y llevar el país por un camino diferente. Pero tiene que ser con el concurso de todos, esto es, haciendo uso de la verdadera democracia participativa, protagónica y socialista. Con leyes severas que castiguen el enriquecimiento de los funcionarios públicos y los comerciantes; que sancionen fuertemente la corrupción en todos los sectores y a todos los niveles; que permitan ejercer una verdadera, efectiva y expedita contraloría social; que los medios públicos de comunicación no estén bajo el control de los funcionarios del gobierno ni a discreción de intereses particulares.

El gobierno no puede permanecer alejado del control del pueblo. El pueblo no puede permitirse un gobierno sin control, sin mecanismos efectivos de supervisión y seguimiento de todos los proyectos presentados y anhelados. Por fortuna nos queda la voluntad y el deseo inculcado por nuestro Comandante Eterno, de hacer de Venezuela esa patria grande, libre y soberana que siempre soñó y nos insistió que debíamos construir y preservar.

Se debe recuperar y reactivar a la mayor brevedad toda la planta física que se encuentra localizada en las diferentes zonas industriales del país y capacitar el personal necesario para iniciar la producción con la creación de empresas socialistas, privadas, comunales, mixtas, etc. Todos debemos involucrarnos.

Debemos insistir en la propuesta del Desarrollo Endógeno que nos hizo el Comandante Supremo y que aun no hemos consolidado, pero en la cual existe alguna experiencia que debemos ampliar, teniendo en cuenta las cadenas productivas, la relación con los organismos financieros, crediticios y de asesoramiento técnico a los proyectos productivos y al personal integrante de esas cadenas de producción con un seguimiento continuo hasta lograr el éxito completo.

En el marco del Desarrollo Endógeno, el estado debe promover e invertir en industrias intermedias, aprovechando las áreas donde los recursos son más abundantes, como es el caso de las industrias básicas, petróleo, y agricultura, donde se incida positivamente en la producción aguas arriba, diversificándola e incrementándola; y aguas abajo, estimulando la creación de empresas productoras más pequeñas de transformación de la materia prima. Esta es la manera, a mi entender, que podemos hacer de Venezuela un país de productores y dejar atrás esa cultura comercializadora y parasitaria a que nos ha conducido la renta petrolera, para enrumbarnos definitivamente en la construcción de un país potencia. Tenemos todas las condiciones para lograrlo. Depende de nosotros.



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1532 veces.



Gilberto Hernández O.

Graduado en la universidad Nacional de Colombia en Licenciado en Ciencias de la educación especializado en el área de Física y Matemáticas Postgrado en Educational Media en la Universidad de North Carolina A&T State University año 1984 - Greensboro, N.C Prof. Jubilado de la Univ. de Oriente (Núcleo Anzoátegui)

 gilnandez@hotmail.com

Visite el perfil de Gilberto Hernández Ortíz para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: