El porqué los apologistas del capitalismo niegan la plusvalía como fuente de riqueza

De entrada, nadie puede dudar  que los apologistas de los dueños del capital dinerario deben ajustar sus opiniones económicas, sociológicas y filosóficas a los intereses de quienes costean sus servicios. Los apologistas de la burguesía son opinadores tarifados, si es que no son capitalistas en sí mismos, en semejanza histórica con los economistas fisiocráticos y con los llamados socialistas utópicos, quienes fueron poderosos señores feudales y hasta pioneros de empresas fabriles.

Expondremos las causas principales de su negativa a aceptar abiertamente que, al igual que los esclavistas y feudales de otrora,  el capitalista hace fortunas con cargo al trabajo impago de los asalariados, según la-para entonces-novísima definición de plusvalía en la versión de Karl Marx, un investigador y científico que le dedicó íntegramente 1/4 de su obra, El Capital[2],  a esa parte de la riqueza creada por los trabajadores, además de haber creado un valor equivalente a sus salarios[3].

Digamos que en condiciones normales, las regidas por la metafórica y smithiana “mano invisible del mercado”,  se intercambia bienes con  valores de cambio iguales, aunque con diferentes utilidades, o sea, pan por azúcar cuyos precios coinciden entre sí.

Partimos de que los críticos adversarios de Karl Marx son contestes  sobre las verdades científicas expuestas en el Capital, al punto de que todos ellos han sabido interpretar esta obra mejor que muchos fanáticos entre los estudiosos y defensores del marxismo.

 Entendámonos: Todo comerciante sabe, aunque sus conocimientos se limiten a eso,   que no le conviene vender una mercancía por encima de su valor, so pena de perder la clientela o que lo multe el Estado y hasta le clausure el negocio por usurero, por especulador, por ladrón o por hambreador en el mejor de los casos. De allí que los excesos en precios regulados sean considerados como delitos penales y cuyas sanciones deben ser severas sin mayores contemplaciones, habida cuenta de que se trata de delitos contra todos los consumidores y no sobre alguno en particular.

Vender al valor  significa vender al precio de compra de una mercancía X sin más recargos que los costos reales adicionales y necesarios  para el mantenimiento del comercio en cuestión.

¿Cómo, entonces, el apologista puede negar la plusvalía en ventas que tiene que realizarse  estableciéndose una igualdad aritmética entre el precio costo y el precio de venta? La contabilidad burguesa da cuenta de esta respuesta:

Efectivamente, entre los costes constitutivos del precio de costo se hallan los falsos costes. Depreciaciones de maquinarias[4], de muebles de oficina, alquileres varios. De esa manera, a los costes reales, al margen del “costo” gratis creado por el trabajador  o  la plusvalía, se  les agrega, en compensación, los costes falsos; así, se les carga también la paga del personal gerencial, de vigilancia y de contabilidad con todos los gastos de oficina. De igual manera, se cuida de venderle al intermediario inmediato a un precio de costo por debajo de su valor a fin de que este comerciante agregue sus respectivos costes falsos en compensación de su alícuota de plusvalía de la cual participará como ganancia final, todo un mecanismo contable garantizador macroeconómicamente de la formación de una tasa de ganancia media, única forma de realizarse una economía equilibrada aunque no necesariamente  estable.

Así, pues, los consumidores terminan pagando el valor justo de unas mercancías cargadas de una plusvalía que en libros no aparece como tal, sino que lo hace a través de costes adicionales y falsos que la representan cuantitativamente.

En consecuencia, el apologista niega el plusvalor, pero se desentiende de los costes falsos.

05/01/2015 09:04:33 p.m.


[1] Nuevos datos para Suplemento I de Praxis de El Capital.

[2] La edición de la obra El  Capital constó en principio de 4 Libros manuscritos, de los cuales Marx sólo editó el Primero, y los 2 complementarios de este primer Tomo quedaron en manuscritos que finalmente los editó Federico Engels, quien no tuvo tiempo de editar el 4to. Libro acerca de Las Teorías sobre la Plusvalía, edición que corrió a cargo de Karl Kautsky.

[3] El monto de la plusvalía se expresa como una parte de cada unidad de tiempo de uso productivo de la mano de obra asalariada. Cuando decimos, por ejemplo, que la tasa de plusvalía = 100%, eso significa que el asalariado trabaja gratis la mitad de la jornada, y como eso es así, se infiere que de cada fracción de tiempo, digamos 1hora,  1/2h  de esta reproduce 1/2h de salario, y la otra mitad, plusvalía. Los accidentes fabriles que obliguen  a detener la empresa, otro ejemplo, le producen doble pérdida al capitalista-con/sin darse cuenta-: pierde el valor del salario enterado sin haber trabajado, y pierde la plusvalía que deja de producirle la mano de obra que involuntariamente deja de funcionar por el accidente del caso.

[4] Obsérvese que en caso de financiamiento bancario, los intereses causados y pagados por ese concepto van con cargo a las ganancias, mientras que las depreciaciones sobre maquinarias costeadas con capital propio o ajeno los vienen cargando al costo de producción y no  a las ganancias del ejercicio cumplido.



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Manuel C. Martínez


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