Respuesta a la valoración política sobre los hechos del 27 de febrero de 1989 de MANUEL SUTHERLAND

El dogmatismo no es revolucionario

En ciertos análisis, sobre todo cuando se alude a lo político, se espera que determinados eventos, sucedan de acuerdo a cánones pre-establecidos y  son traducidos a códigos  aceptados socialmente y teóricamente válidos y sin discusión. Este enfoque no toma en cuenta que: a) los procesos sociohistóricos son impredecibles y, por tanto, no responden a leyes de casi cumplimiento inexorable como la fuerza de gravedad en la tierra. Esta es una forma de análisis de cierto marxismo que se alimentó del positivismo soviético y éste, a su vez, de Federico Engels y sus leyes de la dialéctica; que tuvo como rasgo predominante  explicarlo todo desde la teoría también pre-establecida, haciéndola transhistórica. Para este tipo de análisis, el mundo actual se explica desde la misma teoría con la que se explicó el capitalismo del siglo XIX. Y cuando se reconoce formalmente que se han producido cambios, es para ratificar lo previsto en la teoría. Obviamente, este enfoque contradice la idea de movimiento que contempla la dialéctica.

No se entiende que  la teoría es una construcción histórico-concreta como la única manera de dar cuenta de lo real concreto y permanentemente hay que estar resinificándola para explicar el hoy y establecer posibles tendencias que no necesariamente tienen porque cumplirse en tanto lo real es sencillamente complejo y sobre ello se hace la política.

Esto sucede también con la predeterminación del sujeto histórico y el mito de la clase obrera; la cual ha asimilado la ideología del capitalismo y hoy experimenta una esquizofrenia de identidad política: no sabe si es propietaria o es clase para sí. Pareciera que muchas de sus luchas son por hacerse propietaria de bienes materiales y del capital y no contribuir a liberar a las demás clases. Sus luchas son mayormente por reivindicaciones económicas cuando hoy la dominación es, fundamentalmente, a través de la conquista de la mente del trabajador con mensajes alienantes y enajenantes que lo inmovilizan. Este comentario no desmerita el papel jugado por movimientos importantes de obreros en diversas épocas y continentes; pero la experiencia histórica nos señala que se requiere de conformar bloques de poderes diversos con otros sectores de clases, interesados en hacer la revolución y construir el socialismo. Dicho de otra manera, la construcción del socialismo no es patrimonio único y absoluto de la clase obrera. Por lo menos en la experiencia histórica de las revoluciones socialistas ninguna revolución ha sido posible sólo con la participación de la clase obrera Las revoluciones en nuestro continente se han logrado con bloques de fuerzas disímiles. Y el proyecto político hasta ahora enarbolado ha sido creación de los intelectuales militantes del partido, empezando por Marx. Esto lo dejo planteado para el debate.

Igualmente, hay una pretensión de pensar que los procesos políticos responden a una lógica científica y no a una compleja combinación de razón y emoción; mito, error y creatividad sino que lo diga Mariátegui y su confrontación con la III Internacional y su proyecto universalizante en los años 20 del siglo XX. Este enfoque positivizante de la política,  supone que la política tiene que responder rigurosamente a un Plan fríamente calculado, a una organización milimétricamente organizada y dirigida por un grupo élite que ayer era pueblo; pero hoy, al ingresar al partido, son vanguardia preclara. Lo que no es dirigido por esa vanguardia no es considerado político porque -según esta lógica de razonar- las masas no pueden dirigir ni menos gobernar. Esto está reservado a la élite. ¿Y este no es un principio del liberalismo político asumido como revolucionario? Este rigor cientificista está apoyado en el supuesto según el cual lo real discurre a través de procesos lógicos, lineales y no complejos. No se entiende que lógicos son los constructos teóricos con los cuales percibimos la complejidad de lo real para construir realidad y diseñar políticas para hacer praxis. Este razonamiento nos lleva a caricaturizar lo real, a meter lo complejo en modelos lógicos. Cuando esto sucede capturamos parcialidades de lo real y, a partir de allí, construimos  medias verdades sobre las cuales diseñamos políticas que nacen medias muertas. Se olvida quienes así analizan, que a los pueblos los mueven sus verdades no las que cree la autodenominada vanguardia, a menos que haya coincidencias entre ambos.

  Manuel Sutherland: refiriéndose a cómo afectó las medidas de Ajustes Macroeconómicos de CAP II a lo que llama la burguesía productora, que el ala socialdemócrata y de los pequeños capitales se opusieron al PAE y a soto voce planearon un regreso por una vía Blanquista tropical. Esta afirmación denota desconocimiento por el autor del fenómeno llamado por algunos como el Caracazo cuando en verdad fue un venezolanazo porque se produjo en varios estados del país. Este evento no fue planificado ni participaron protagonistamente los pequeños capitales. Fue el pueblo común y corriente, la muchedumbre, el que nunca había tenido voz, el despojado históricamente de bienestar social el que se rebeló y tomó lo que tanto le habían negado: la comida, los bienes que le estimulaban a consumir y que se  frustraban a la hora de no poder obtenerlos. Fueron los otrora datos estadísticos que sólo eran humanos a la hora de elegir a su verdugo, quien hizo de sujeto el 27 de Febrero del 89. Allí convergieron: asalariados de diferentes tipos, sectores barriales, desempleados diversos, estudiantes, entre otros. Además, el autor del artículo equipara esto a lo que el denomina vía Blanquista tropical. ¿por qué equiparar dos eventos distintos en su acción y contenido?, ¿por qué no explicar el caracazo a partir de su propia dinámica conceptualizando sus particularidades que lo diferencian de otro fenómeno político similar; no igual? Aquí radica el craso error de traducir fenómenos sociales a los códigos pre-existentes que terminan, por esa vía, desnaturalizándolos.  El código lingüístico subyacente en ciertos discursos, tiende a homogeneizar los procesos socio-históricos particulares a partir de universalismos, quitándole las cualidades que le definen un perfil propio.   

      

       Igualmente, hay tergiversación de los hechos cuando señala que los burgueses atemorizaron a la población:aumentando vertiginosamente los servicios, especulando y acaparando alimentos para forzar a las masas a una insurrección. Las capas medias aguantaron un poco de escasez, pero las zonas donde se concentra las barriadas más pobres, reaccionaron abalanzadas a la calle a buscar lo que le habían arrebatado

Pareciera que fue un Plan fríamente calculado por los sectores burgueses para que los desposeídos se lanzaran a la insurrección. Este evento sólo se podía prever como un escenario posible dentro de otros que cabían, como: la posibilidad de que se produjeran conflictos sin mayor trascendencia; o que el pueblo se resignara a asimilar las medidas. Este evento tomó por sorpresa a todo el mundo; incluso a otros sectores de la población también desposeídos los cuales se fueron incorporando a lo largo del desarrollo de los acontecimientos y, sobre todo, por la cobertura que le dieron ciertos medios televisivos. La clase burguesa fue una de las tantas sorprendidas porque quizás desde 1810, la guerra federal, el derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez, entre otros, el pueblo venezolano no había respondido políticamente con tanta contundencia.

El autor del artículo descalifica al movimiento del 27 de febrero porque según él- era una organización acéfala de lumpen dispuesto a morir en el vandalismo, para apalancar su asalto al poder .Si bien el evento que se produjo no obedeció a un Plan Político pre-establecido con todo cálculo hecho, como gustaría el autor del artículo, para que califique dentro de lo que él califica de político,  fue un movimiento con niveles de organización y, por tanto,  un movimiento  político. Según esta lógica de análisis, la acción no se orientó, en las primeras de cambio contra la institucionalidad burguesa, en medio del proceso se organizaron acciones contundentes contra la propiedad que fueron repelidas por los cuerpos represivos y hubo acciones dirigidas hacia Miraflores. Desconoce el autor del  artículo que en el movimiento popular no organizado en partidos, existen muchos revolucionarios y revolucionarias con una amplia experiencia política desde los años 60 y 70 y que muchos de esos sectores orientaron algunas acciones. El mismo autor del artículo lo dice: hay que reconocer que luchadores sociales anticapitalistas y populares se lanzaron a las calles a tratar de enrumbar el alzamiento, hacia una insurrección de carácter político que cuestionará la base del poder capitalista, e incluso lo suplantase.   Algunos lo hicieron desde dentro del movimiento no de afuera. Eran revolucionarios con capacidad y criterios políticos pero no organizados en partidos. Así como el 27 de febrero del 89, ¿quién convocó el 13 de abril del 2002?. Nadie. Y mira a lo que condujo: a darle continuidad a la revolución bolivariana con el regreso del presidente.

El hecho en sí mismo fue de una gran trascendencia política porque sentó las bases del inicio del quiebre definitivo del dominio bipartidista del Pacto de Punto fijo, que sirvió de preámbulo a la asonada militar del 4 de febrero de 1992 cuando se rebeló el pueblo con uniforme verde oliva; fenómenos que crean las bases para el triunfo del presidente Chávez en diciembre de 1998, se llama a la constituyente y se aprueba la Constitución de 1999 con lo que se oficializó el fin del dominio bipartidista y de la democracia representativa. El caracazo fue un rudo golpe al neo-liberalismo pero también al Estado complaciente a los designios del capital nacional e internacional que pervivió en Venezuela desde fundada la llamada República.  En otras palabras, el 27 de febrero del 89 se inició el quiebre de la dominación bipartidista que termina de consumarse en 1999 con la nueva Constitución y una nueva correlación de fuerzas a favor de los desposeídos. Por tanto el movimiento no fue dirigido por la burguesía. En consecuencia, tiene poco sentido afirmar que El plan era desestabilizar y regresar al poder por la vía del ahogo económico. La conspiración estaba en el aire, sin embargo, las fuerzas eran poco maduras y las condiciones débiles para el triunfo. Eso no sucedió.

Si se analiza el fenómeno como un hecho aislado y no como parte de un proceso que se incubaba desde mucho antes y que potenció las fuerzas revolucionarias, se llega a la infeliz conclusión que el 27 de febrero no condujo a ningún logro político para quienes trataron de organizar una insurrección o incluso saquear. Como se ha señalado, para nosotros fue de gran relevancia política porque creo las condiciones para los procesos posteriores. Evidentemente, estamos ante una crisis de percepción.

Asimismo, el autor del artículo no sólo descalifica al evento y los sujetos del mismo sino también descalifica  a quienes como él han escrito sobre este acontecimiento, cuando señala que Contrabandistas ideológicos, anticomunistas de izquierda y tránsfugas como Negri, Hardt, Holloway y los postmodernos filósofos se aprovecharon de estos hechos para fundamentar fruslerías como: cambiar el mundo sin tomar el poder, la inutilidad o caducidad del sindicato y del Partido. El 27 de febrero es una prueba de locontario. Es un acta que revela lo erróneo del camino.

  Para nadie es un secreto el fracaso del sindicato y el modelo de partido montados en la concepción Taylor-fordista del trabajo. Ante la nueva forma que asume el trabajo en el mundo con una economía terciarizada, unas relaciones laborales flexibilizadas y un marco legal desregulado, muchos de nuestros sindicatos quedaron atornillados en el economicismo y poniendo énfasis en el salario que es una figura del capital; y reduce la lucha de los trabajadores manuales e intelectuales al reivindicativismo. Los sindicatos o se renuevan o desaparecen. No se trata de hacerle un culto al desorden sino plantear la necesidad de la construcción de una organización democrática, flexible y que sirva no para secuestrar el poder de los trabajadores y sustituirlos en sus luchas mediatizándolos, sino para facilitar procesos sociales de transformación revolucionaria donde el pueblo se haga poder y, en el marco de una nueva correlación de fuerza favorable, pueda socializar el poder.

Los teóricos que el autor del artículo critica, no han pretendido establecer una única fórmula de acceder al poder. Señalan que el caracazo fue una experiencia válida a tomar en cuenta por los sujetos anticapitalistas. Porque no hay una fórmula talla única para la toma del poder. He aquí como se trata de explicar el fenómeno desde la teoría. El autor del artículo se pudiera frustrar porque ahora es cuando los procesos políticos nos depararán una multiplicidad de fórmulas que aún desconocemos. Los procesos políticos no discurren a la voluntad del Plan de la vanguardia. Pensar así es un simplismo mesiánico. El principio básico de la política es que lo social es impredecible, aún cuando se pueden tener aproximaciones de posibles tendencias. El espontaneismo tampoco existe. Todo sujeto cuando acciona es político, lo anima un interés y lo orienta su verdad. Por eso, está demás señalar que Beatificar el espontaneísmo, como sustitución de la organización y dirección política ha sido un burdo resultado de una derrota histórica que aún nos pesa.En Venezuela ha sobrado la cultura del aparato y ha faltado mayor espontaneismo. La revolución insisto- no la hacen las élites ilustradas. La hacen los pueblos en una relación de complementariedad con los intelectuales.

Entendemos que cuando el autor habla de espontaneismo se refiere a que no fue dirigido por la vanguardia con base en un Plan. El pueblo cuando acciona tiene su organización y sus planes, el problema es que no se parecen ni responden a los esquemas mentales clásicos de hacer política. Se debe tener cuidado en estas apreciaciones sobre el aparente espontaneismo porque criticándolo se pudiera llegar a beatificar a la razón científica para hacer política. En América Latina tenemos muchísimos ejemplos que desdicen de esta postura cientificista que no deja espacio  para el mito y la emocionalidad de los pueblos en el ejercicio de lo político.

 

El socialismo tampoco tiene que ser absoluta y necesariamente científico. La construcción del mismo es obra no exclusiva de la razón científica también es fundamental los conocimientos y saberes construidos, muchos desde tiempos ancentrales, por los pueblos. Se trata de complementar ambos conocimientos; de lo contrario la construcción del socialismo queda reservada sólo a las élites preclaras y dejaría de ser una acción de mayorías  y, por tanto, sería excluyente. Esto contradice la máxima según la cual el socialismo es una construcción de todos. El actual modelo de ciencia que  sólo ha servido de soporte al capitalismo, hace rato echó agua. Reivindicar las recetas logicistas y la racionalidad técnico-instrumental del actual modelo de ciencia para construir algo tan complejo como es el socialismo, me parece una tremendura.  No se está negando la construcción de una teoría. Lo que se está criticando es la absolutización de lo científico para construirla. El autor es claro cuando dice que: las bases politizadas ameritan de organización y teoría revolucionaria (formarse en el socialismo científico) que permita orientar sus fuerzas en el camino más expedito al triunfo sobre sus opresores.     Publicitar este episodio, como modelo de insurrección popular hacia el triunfo sobre el capital, es un acto es una irresponsabilidad histórica y se constituye como factor de dispersión y confusión. El 27 F condujo a un reflujo conservadurista en la lucha de clases. Con la consigna del socialismo científico cayeron los países de la órbita soviética y también lo hizo Albania reivindicada por algunos como lo más puro entre lo puro.

Igualmente, no comparto con el autor la afirmación con la que cierra la cita anterior cuando dice que: . El 27 F condujo a un reflujo conservadurista en la lucha de clases. Hay que ver qué entiende el autor por lucha de clases porque quienes vivimos de cerca este interesante proceso político en Venezuela,  sostenemos que es al revés. La intensificación de la lucha de clases a partir del 27 de febrero del 89, es lo que llevó a que hoy se transite por la experiencia  del llamado socialismo del siglo XXI. Es igualmente una ligereza política calificar al 27 de febrero como  aventuras pequeñoburguesas. Me inclino a pensar que el 27 de Febrero del 89 en Venezuela le rompió el molde teórico al amigo Manuel y le cuesta reconocerlo. Es más fácil para él descalificar el evento y su proyección (por cierto que lo analiza estáticamente y desvinculado del acumulado histórico del pasado reciente) que revisar la teoría desde la que reflexiona. Pienso que hay que dejar de pensar que el socialismo es una construcción a calco del libro y no  una creación heróica, como dijera José Carlos Mariátegui.  El dogmatismo sigue pesando con la fuerza de los templos en las mentalidades de algunos de nuestros pensadores.

ancuve@gmail.com



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Angel Custodio Velásquez


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