Todo cambia ¿Cambiará Estados Unidos?

Por ley de la dialéctica todo cambia en la naturaleza y la sociedad. En voz del cantante puertorriqueño Danny Rivera hemos escuchado la canción que reitera el mensaje esperanzador de que “cambia, todo cambia”, que nos impregna de la certeza de que el cambio está asociado a una señal del bien. Y no se puede negar que la historia de la humanidad es, en síntesis, la lucha entre el bien y el mal.

Las elecciones de los Estados Unidos están a las puertas mismas del cambio posible o del continuismo renovado o reiterado. Sin embargo, con Barack Obama como candidato a la presidencia y con la consigna del Partido Demócrata “necesitamos cambiar”, parece anunciarse la tan esperada señal de tiempos nuevos o renovadores hacia el interior de la sociedad norteamericana y, si así fuera, lo que también parece indefectiblemente lógico, hacia el exterior de la nación. Si como dice la consigna, Estados Unidos necesita cambiar, y eso es valedero y urgente para el pueblo norteamericano, también lo es necesario para el resto del mundo. Y no es que todo vaya a cambiar ni que todo pueda ser cambiado. Pero se requiere que ocurra algo de cambio que sea suficiente para superar esta época de crisis desatada por los gobiernos norteamericanos y en especial por el de W. Bush. Urge una rectificación del rumbo equivocado que le ha impuesto la pésima política del pigmeo que ocupa la Casa Blanca desde hace ocho años.

Parece apuntar hacia el cambio, hechos como los siguientes: el surgimiento de un candidato negro, lo cual es un desafío al carácter históricamente racista de los sectores dominantes de la sociedad norteamericana; el apoyo financiero para sostener la campaña de Obama, que es superior al de su contrincante; la asunción de la consigna del cambio por el Partido Demócrata, que refleja que en el seno del pueblo norteamericano existe una insatisfacción con el estado actual de las cosas y que se impone un programa o una plataforma que aporte determinadas soluciones generales y particulares a los problemas de la nación.

Está por ver si el cambio se refleja en las elecciones, y se logra superar, en forma significativa, el porcentaje de votantes y con ello frenar la tradicional apatía de los norteamericanos por el ejercicio del derecho al voto. Además, si ocurriera lo que los pronósticos dan como posible sobre la intención de votos, y se produjera el triunfo de Obama, habría que esperar por el cumplimiento de las promesas electorales. Si tal cosa ocurriera, y la palabra prometida se hiciera realidad, aunque fuera en muchos de los asuntos internos y externos, ya eso significaría la expresión de cambios verdaderos, pues lo acostumbrado en la política norteamericana es por regla el olvido de aquellos asuntos que implican transformaciones para lo mejor de ese pueblo. ¿Se instaurará una política distinta con relación al mundo, donde prevalezca la paz y la colaboración en vez de la confrontación y la guerra? ¿Serán tratados los demás países, grandes o pequeños, con el respeto debido por la hasta ahora soberbia nación norteamericana? ¿Regresarán las tropas invasoras al territorio propio, para no regresar jamás en zafarrancho de combate acuciados por un espíritu de conquista del suelo ajeno ¿Desterrará del lenguaje diplomático la petulante amenaza ante el más nimio incidente o discordia con otro país? ¿Eliminará el bloqueo y todas las formas de agresiones y represalias contra Cuba y otras naciones, esgrimiendo razones inventadas y falsas? ¿Dará muestras la nación norteamericana de un sentido común acorde con la magnitud de la actual crisis mundial y trabajará con el resto del mundo, con todo el mundo, para enfrentar los retos económicos, financieros, sociales, ecológicos, en fin, los de la supervivencia humana?

En resumen, si de cambios se trata, habrán muchas preguntas que surgirán inspiradas en esa consigna que esperamos no sea un saco roto o un globo lanzado a volar en el firmamento: “NECESITAMOS CAMBIAR” Mientras tanto, aún es demasiado pronto para los vaticinios sobre estos asuntos vitales para los Estados Unidos y el mundo. Habrá que esperar que una luz se vislumbre en el horizonte.

wilkie@sierra.scu.sld.cu


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Wilkie Delgado Correa


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