Proponemos que la actitud de "Perro Bravo" de Donald Trump y su terrorismo verbal debe entenderse como una manifestación de la crisis global del imperialismo en el siglo XXI. Trump, con su retórica agresiva y ofensiva, encarna un discurso que desafía las estructuras tradicionales de poder y las alianzas internacionales, reflejando un descontento profundo con el sistema globalizado. Su uso de amenazas verbales, insultos y posturas de confrontación no solo busca consolidar su base interna, sino que también sirven como una estrategia para deslegitimar a los adversarios y distraer de las crisis internas y externas que enfrenta su país y el mundo capitalista.
Este "terrorismo verbal" puede interpretarse como una forma de resistencia del imperialismo en crisis, donde las élites económicas y políticas recurren a discursos populistas y agresivos para mantener el control en un contexto de creciente desigualdad, pérdida de hegemonía y descontento social.
La retórica de Trump revela, además, las tensiones en un orden mundial en transición, en el que las viejas potencias buscan reafirmar su influencia mediante el uso del lenguaje como arma y potenciando hasta el máximo no solo los medios de comunicación y redes, sino inclusive la propia Internet para generar inestabilidad internacional. En definitiva, su comportamiento verbal no solo refleja una estrategia política, sino que también simboliza las fracturas profundas en el sistema imperialista global, que enfrenta una crisis estructural y busca mantener su dominancia a toda costa, incluso a través del terrorismo verbal.
Por lo tanto, el capitalismo recurre al terror, o a la violencia sistémica, cuando sus contradicciones internas y la lucha de clases amenazan con derrocarlo. El terror capitalista surge en situaciones de crisis aguda, cuando el sistema se siente amenazado por el ascenso de movimientos progresistas o revolucionarios. El Estado legitima esta represión etiquetando a los movimientos disidentes como "terroristas", ocultando así su propia ferocidad, a lo cual ha recurrido Donald Trump ampliamente, como en el caso del movimiento antifa.
Se recurre a la violencia, como terrorismo de Estado, cuando las contradicciones del sistema se agudizan y la explotación no puede mantenerse sin una represión explícita. Quien desafía el poder de la burguesía es el avance progresista y la lucha de la clase trabajador, que es la mayoría de la población. La minoría aterroriza a la mayoría. Aparecen los regímenes anti sociales, donde todos los beneficios a otras clases distintas a la burguesía son suprimidos. El propio EEUU y Argentina lo ejemplifican.
Por ello hay que entender que Donald Trump no produce la crisis; el la reconoce, la interpreta y actúa según sus características personales. Él es un reflejo de la crisis del mundo capitalista, es un producto de esa crisis. Sin ella sus actuaciones estarían fuera de lugar. Se da una retroalimentación entre las causas de la aparición y desarrollo del dirigente y las características personales de este y su visión del mundo.
Hay que agregar también el origen de clase de Donald Trump, que es la alta burguesía de los Estados Unidos, con sus conductas clasistas como otro componente en esta ecuación política. Desde el fin de la II Guerra Mundial, todos los presidentes de EEUU, que trabajaron con el gran sueño americano eran "clase media", a Biden lo llamaban el Senador más pobre de los Estados Unidos, pues declaraba al impuesto 3.000.000 de dólares, apenas.
La figura de Donald Trump es el "Perro Bravo" de la crisis. Aunque no es una táctica formalmente definida, refleja un estilo de liderazgo y comunicación caracterizado por la agresividad, la confrontación y la imposición de posturas inflexibles que Trump ha adoptado, acompañándola con el "terrorismo verbal". Con ello se busca impresionar, movilizar a su base de apoyo, desestabilizar a sus oponentes y mantener una posición dominante en los escenarios políticos y diplomáticos internacionales.
Convertirse en un "Perro Bravo", tiene un objetivo claro, movilizar a esa base de apoyo, que ve en su actitud un símbolo de fortaleza y determinación frente a lo que perciben como amenazas o debilidades de los adversarios.
Sin embargo, también conlleva riesgos considerables. La confrontación constante puede escalar en conflictos mayores, polarizar aún más la situación política y dañar las relaciones diplomáticas. La estrategia del "Perro Bravo" puede ser efectiva en el corto plazo, logrando que los oponentes se sientan intimidados y cedan, pero a costa de un aumento en la hostilidad y la desconfianza.
En el plano internacional, esta estrategia refleja una crisis de gobernanza global. Estados Unidos, bajo la administración de Trump, asumió un papel cada vez más confrontacional, alejándose de la diplomacia tradicional y adoptando una postura que prioriza la fuerza y la imposición. La actitud de Trump es un síntoma de una crisis en la autoridad y en la legitimidad del liderazgo estadounidense, que ya no busca el consenso ni la cooperación, sino la demostración de poder mediante el choque y la intimidación, es la política del garrote sin ocultamientos ni diplomacia. La política exterior basada en la estrategia del "Perro Bravo" ha llevado a conflictos y tensiones, con su lógica agresiva en las negociaciones internacionales.
Al ser Trump el Perro Bravo de la crisis, se logra además actuar ideológicamente, desviando hacia él la interpretación y las consecuencias de la crisis, limitando por demás la correcta y objetiva interpretación de ella por los grupos pensantes de la masa de trabajadores, tanto en EEUU como fuera de él. Se olvida que él es solo una parte del
análisis.