La nuestra es esencialmente una época trágica. Vivimos entre cataclismos y ruinas. Estamos en medio de una crisis de la subjetividad humana. El odio de las viejas categorías, donde se sustenta la civilización occidental (no hay error, está oxidada) se ha volcado a vigilar y castigar todo pensamiento emancipador que plantee modificar la realidad por una deseada. Es tiempo entonces de parto y creación. Hoy no hay soluciones simples y lineales. Y aunque todo aparenta ir irremediablemente hacia un punto de colisión, al pueblo venezolano eso no lo paraliza, no obstante el miedo quiere y sabe que hay soluciones y esperanzas, que no estamos en el fin de la historia sino en el umbral de un mejor nuevo comienzo.
Esta constatación marca una importancia en el campo político, en la manera de hacer la política y también impacta en el momento de establecer el posicionamiento metodológico para definir las alianzas que se requieren, a la vez revela los contornos de la forma instrumental que las fuerzas sociales revolucionarias venezolanas necesitan para crear los espacios de encuentro y trazar juntas la dirección estratégica hacia donde deberá fluir toda la energía entrelazada de su accionar para enfrentar, por un lado, al enemigo histórico de Venezuela, el imperialismo norteamericano, hoy con evidentes señales de decadencia, y por otro lado, a los enemigos burgueses inmediatos del pueblo empobrecido, el madurismo y el partido neofascista, el mariacorinista. La relación entre ambos se vuelve evidente de inmediato porque son sostén y pilar del desastre que sufre el pueblo venezolano.
Por consiguiente, la dirección nacional del chavismo auténtico, no deja de sostener que la tarea estratégica, la más importante, es superar la amnesia, recuperar nuestros orígenes y hacernos del instrumento político históricamente más pertinente y mejor pertrechado programáticamente, la Junta Patriótica de Salvación. Una herramienta forjada en Venezuela con los elementos geohistóricos y la terca búsqueda de finalidad abierta de la venezolanidad por la libertad. En tal sentido, no es calco ni copia de un modelo impuesto a nuestra realidad, es dialéctica histórica. El pueblo venezolano necesita y desea salir de esta catástrofe social, y la mejor noticia es, que tiene una actitud de quererlo hacer y además cuenta con el suficiente talento, las riquezas naturales, la decencia y la voluntad para construir un país con elevado desarrollo industrial, científico- tecnológico- artístico para desconectarse definitivamente del decadente y antiecológico modelo de opresión euronorteamericano.
Por tanto, es desde la Venezuela profunda y empobrecida, que asumimos el derecho de llamar a todas las organizaciones patrióticas, revolucionarias y socialistas, a los servidores públicos patriotas y honestos que se hallen en cualquier institución del Estado, a los agentes de policías comprometidos con la honestidad y conscientes de su verdadero deber, a los estudiantes, científicos y artistas, a los trabajadores rurales y urbanos, a todo el pueblo empobrecido de Venezuela, a deslastrarnos de sectarismos y dogmatismos que sólo conducen a la parálisis del pueblo y al fracaso del proyecto de liberación, y nos dediquemos a concentrar y articular todas las fuerzas (cuya decisión implica establecer un equipo de dirección nacional que coordine el conjunto de la obra de construcción y que esto no termine en hablar gamelote) para lograr liberarnos de las oscuras fuerzas del mal que nos oprimen (el madurocorinismo + imperialismo norteamericano) y luego seguir juntos para elaborar una geografía de la razón radicalmente critica distinta, donde salga a la luz el pensamiento que habrá de orientarnos en el territorio para edificar una cultura diferente, una sociedad de productores de vida buena libremente asociados.
Pero es oportuno recordar que la historia de Venezuela es, en esencia, una historia de rebeldía, de insumisión frente a cualquier poder: interno o externo. Puerto Flechado, hoy Tucacas, estado Falcón, es una clara muestra de ello. Apenas en 1499, ya los invasores colonialistas habían recibido una primera dosis de su bravura y coraje. Desde entonces el Bravo Pueblo Venezolano no ha dejado de combatir, de luchar. Sigue en la calle, camuflado, como dice Yordano, “entre luces de neón y metal”. Los imperialistas de hoy creen, con sus ínfulas supremacistas, que el pueblo venezolano es dócil como sus falsos dirigentes maduro-corinistas. Asumen que si pegan dos gritos, saldremos a negociar terroristas por inocentes, petróleo por viajecitos a Europa; los muy tontos sueñan que cuando ellos vengan los esperaremos para agradecerles que nos salven de quienes confiscaron el salario del pueblo trabajador, destruyeron el sistema de salud y la educación, encarcelaron inocentes, proscribieron, amenazaron y exiliaron a republicanos por pensar distinto. Violentaron la Constitución. El Pueblo Venezolano ha sido, es y seguirá siendo Antiimperialista Siempre. Por eso, señores imperialistas, ¡No Pasarán!
Digámoslo de una vez: el antiimperialismo del madurismo-Psuv es una estafa agravada. No hay una sola evidencia que indique un combate sincero contra este enemigo de la humanidad, de este depredador de la Pacha Mama. Lo que sí es cierto es que cada día que pasa las políticas, los lineamientos, las estrategias de toda índole del madurismo son en favor y en conchupancia con el gran capital en detrimento de los empobrecidos.
Pero el imperialismo yankee es una parte del problema. La otra parte es el madurismo al que los gringos de mierda le agarraron la caída y saben que frente a su estatus, solo hablan fuerte, hacen ruido, son estridentes, pero siempre dispuestos a reunirse con los agentes de la cia en cualquier parte del mundo. Parafraseando a Simón Bolívar en el Manifiesto de Cartagena: “a cada agresión, una concesión”. Así es su naturaleza, Como lo es la condición de sierva imperial de la procónsul mcm del Departamento de Estado, a quien le importa un zipote la vida de los venezolanos, de allí su permanente llamado a que bombardeen este país, como si se tratase de un recreo escolar el que vivirán los pobres.
En este sentido, podemos afirmar desde el chavismo auténtico, que los pobres, la crisis económica, social y política del país, la soberanía nacional, la integridad territorial, la derrota del imperialismo, no tienen solución en el marco del capitalismo dependiente y subdesarrollado. A tales efectos, se hace pertinente el impulso y concreción de una política y un programa antiimperialista, anticapitalista, radical. Y estamos convencidos de que solo una Junta Patriótica de Salvación puede llevarla adelante, bajo un liderazgo creíble, legítimo, que se sustente en una estrategia base: unidad continental, unidad nacional, unidad popular.
¿Qué le da legitimidad a la JPS? Una dirección ética, un liderazgo comprometido con el mundo del trabajo y con las tareas emancipadoras continentales; una política económica que reivindique la plena soberanía petrolera, que renacionalice la economía venezolana, que rompa los monopolios, que construya un sistema productivo mayoritariamente de propiedad social, colectiva, comunal, familiar y autogestionaria, al mismo tiempo que se deshaga de las instituciones representativas de la democracia burguesa y elitista, que rompa el pacto de élites. Pero a su vez, debe acometer una nueva institucionalidad comunal desde la perspectiva de la Nueva Geometría del Poder y el Plan de la Patria 2013-2019.
¡Solo el pueblo salva al pueblo!