Descolonizar la patria es comenzar a construir la soberanía nacional

Es difícil en tiempos de cultura dominante neoliberal, reinstalar ejes de discusión que se han pretendido enterrar, ya que la colonización es justamente la acción sostenida en el tiempo, de borrar la memoria histórica, intentar cambiar la identidad, ese sello indeleble de los pueblos y apropiarse de las palabras como expresión del imaginario colectivo, en la construcción del pensamiento único dominante, para condicionar los procesos sociales en su acción disciplinadora.

La colonización destruye y pretende enterrar conocimientos anteriores, tapiza procesos históricos e invisibiliza a los pueblos, al alejarlos como sujeto protagonista de su propio destino, amputando su presencia política en las decisiones del poder. Disciplinar a los pueblos y someterlos es el objetivo primario de la colonización, para luego incorporarlos a su cultura dominante y asimilarlos a las conductas de la metrópoli imperial, como costumbres propias de su nueva identidad.

Porque estamos describiendo esta situación será la pregunta y la respuesta es, que hemos naturalizado de tal forma en los últimos años, esa dominación y dependencia, que nos parece disrruptivo cualquier grito de soberanía nacional, cualquier movimiento contrario a esas nuevas lógicas, instaladas y consolidadas a tal punto de hacernos sentir extranjeros en nuestra propia tierra. Hacernos sentir acorralados en nuestra propia vivencia, que no se corresponde con la realidad construida, nos aísla como individuos y lleva a la diáspora social.

El sentirnos minoría en una situación de emergencia nacional pandémica, es parte de esa colonización, producida por un bombardeo mediático y acciones políticas del enemigo, destinadas a minar la credibilidad pública en nosotros mismos, debilitando esa identidad y ser nacional, que permite construir escenarios comunes de solidaridad social y esperanzas a los pueblos.

Por esa razón la llamada grieta no es tal. Una grieta se produce en un témpano, una tierra, un edificio donde las partes formaban un todo. No es ese el caso de la colonización donde lo que se enfrenta son dos modelos diferentes: un modelo de claudicación de ejes nacionales a favor de una globalización sin identidad, dominada por procesos financieros globales, sin patria ni rostro y un modelo de soberanía política, independencia económica y justicia social, combatido desde hace 70 años, justamente por preservar la memoria e identidad de los pueblos americanos.

Al tema de la grieta, el colonialismo agrega una percepción intencionada de fijar la historia en ciclos, que justifica desde el punto de vista macro económico, en donde el dios Mercado recupera su centralidad, cuando la distribución de las riquezas "populistas" lo ponen en riesgo. Ese condicionante reduccionista destinado a condenar los procesos sociales integrativos de la justicia social, evitando la consolidación estratégica de los procesos populares, disminuyendo su capacidad en generar sueños compartidos, forma parte de la narrativa del enemigo colonizador.

Es en ese marco donde reducir el análisis a los caminos gubernamentales del día a día, lleva a la confusión entre la foto y la película, entre el ojo de la cerradura y el satélite. Visiones que se reducen desde los táctico y se amplían en cuanto a análisis estratégicos, que marcan caminos en el tiempo, como lo son los del pueblos, con sus ritmos de construcción y de luchas que van pavimentando la conciencia colectiva y aumentando la masa crítica para la Des-colonización, que siempre será un proceso largo de desnudar, porque aquello ha sido incorporado como propio, pero fue instalado a fuerza de imposiciones brutales y sucesivas por la cultura neoliberal.

Descolonizar entonces no es sólo un proceso de despojarse de los ropajes instalados por el enemigo en la conciencia colectiva del pueblo, es reafirmar nuestra identidad y fortalecer la memoria colectiva de Patria Matria Pueblo, esa cultura que emana de lo construido por generaciones, a través de los siglos, porque los santiagueños lo son desde 1553 y así sucesivamente los tucumanos 1565, los cordobeses 1573, jujeños 1593y salteños 1582, son identidad previa a la construcción institucional de la Patria Grande, las Provincias Unidad de Sudamérica, como fija nuestra acta de la Independencia, no de la Argentina como se enseña escolarmente y fue escrita en castellano, guaraní, quechua y aymara, porque los congresales provenían de aquellas tierras altiplanas, hoy bolivianas y peruanas. En 1815 el Protector de los Pueblos Libres, Artigas había realizado un Congreso que declaró la Independencia en Concepción de Uruguay con las provincias de Misiones , Oriental, Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, Santiago del Estero y Córdoba, que fue escondido por la historia mitrista.

Por esa razón reafirmarnos en nosotros como conjunto americano y mestizo, criollo junto a las identidades inmigrantes, construyendo cada día, cada año, fortaleciendo esa identidad que se quiere sepultar, es parte de la lucha.

Eso quiere borrar la colonización, porque necesita afianzar el presente, destruyendo la historia, construir el futuro de acuerdo a sus intereses, detrás de una supuesta globalización que esconde lo brutal y deshumanizado del capitalismo financiero, que hace extrañar el productivo de principios del siglo XX.

Para finalizar entonces no hay grieta son modelos, no existen los ciclos: los genera el enemigo en el imaginario colectivo, no se puede incorporar a la globalización que si existe, sin una fuerte identidad propia, fortalecida en la memoria colectiva del pueblo, en esa cultura que ya es propiedad de la mayoría del pueblo argentino, que es peronismo filosófico como movimiento nacional y popular, en el marco de la Comunidad Organizada en la Patria Grande.

Eso nos hará Libres.

PRIMERO LA PATRIA



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Jorge Rachid

Doctor, y dirigente peronista argentino. Asesor del gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Autor de El Peronismo pendiente, El genocidio neoliberal de fin de siglo y Sin Mordaza.

 @elkotur

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