El saqueo de Venezuela y la respuesta de Chávez

Éste es mi homenaje, publicado hace dos años y medio, a un héroe de gran sensibilidad en los momentos en que se produce su Funeral de Estado al que asisten muchos gobernantes que representan los sentimientos de sus pueblos. Los antiimperialistas no te olvidaremos, Comandante del Pueblo.

1-. EL PILLAJE IMPERIAL

Venezuela fue, durante siglos, la débil víctima de cinco imperios. Primero, el de España, que lo exprimió por más de tres siglos como hizo con muchos otros países. Después, ya a fines del Siglo 19, fue presa de Inglaterra, que le robó un amplio territorio de 143,000 kilómetros cuadrados, rico en oro, que se hallaba aún en disputa, a cuyo arbitraje inicial se negó la pérfida Albión, para entregárselo a su colonia de Guayana, después de una segunda maniobra controlada por el gobierno imperial de Estados Unidos, a través del presidente Grover Cleveland, que aún Venezuela rechaza y contra la que no ha podido actuar por una cuestión de fuerza, el recurso bestial de los imperios.

No era la primera vez que el Imperio le regalaba un pedazo de América a la Gran Bretaña. Ya lo había hecho con Las Malvinas en 1833.

Unos años después, durante el régimen de Cipriano Castro, sus puertos fueron bloqueados por las armadas imperiales de Inglaterra, Alemania y Holanda, y este último país lanzó un ataque contra la débil armada venezolana.

Llegó al poder, entonces, en 1908, Juan Vicente Gómez, quien ya había asesinado a muchos ciudadanos para mantener en el suyo a Cipriano.

Gómez se convirtió en el peor enemigo de Venezuela, sometiéndose de tal forma al extranjero que, sin las mínimas ventajas para su pueblo, pero las máximas para él, le entregó el petróleo a las compañías supranacionales de Holanda y Gran Bretaña y, después, de Estados Unidos –la Standard Oil de Rockefeller--, que lo convirtió en uno de los hombres más ricos de América y a su país, en sirviente de los tres imperios. Así se inició el proceso en que el más valioso, y dañino, de los combustibles fósiles enriquecería a los menos y empobrecería a los más.

Ya en 1925, Venezuela era el tercer productor mundial de petróleo, después de la Unión Soviética y Estados Unidos, y el segundo exportador.

De 1908 a 1976, año en que fue nacionalizado, más del 80% de la riqueza producida por el petróleo salió del país, o sea sólo una quinta parte se quedó en Venezuela. Inmensa riqueza, equivalente hoy a muchos billones de dólares --en la medida europea, o sea millones de millones-- que la jauría imperialista le arrancó a una de sus mayores víctimas, el pueblo venezolano, en complicidad con los gobernantes corruptos que permitían el saqueo de su país porque ellos también lo saqueaban.

¿Qué habría pasado si un Juan Vicente Gómez distinto le hubiese puesto como condición a las compañías imperialistas que explotaran el petróleo como empresas mixtas de las que el país recibiría la mitad de las ganancias? Por supuesto que se habrían negado al principio porque el país no tenía la mitad del capital para iniciar la vasta empresa y, debido a sus problemas económicos de fin de siglo, no tenía crédito internacional.

Ésa hubiera sido una lógica reacción inicial, pero la gran riqueza del país no estaba en sus bancos ni en sus créditos, sino en su inmensa riqueza natural. Estaba ahí, no la guardaban las bóvedas bancarias ni la acreditaban las finanzas, sino la Física, una fuerza mucho más segura y duradera que todo lo creado por el ser humano. No era producto del trabajo ni el ahorro, sino un regalo de la Naturaleza, como el Nilo a Egipto.

Unos años después de ese rechazo inicial de un Gómez que hubiera sido otro Gómez, los imperios hubieran aceptado ese negocio a la mitad. Rapaces en su esencia, no hubieran dejado de satisfacer la mitad de su rapacería. ¿Cuándo se ha negado el capital a hacer un negocio, aunque sólo le deje de ganancia la mitad de lo que pudo dejarle, sobre todo si esa proporción no significa cuatro pesos, sino billones de dólares?

Gómez y la oligarquía criolla no pensaron en eso y López Contreras y Medina Angarita mantuvieron la propia situación. Eran ya los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Mientras sus amos se vestían de oro, el pueblo seguía desnudo.

SANGRE Y ORO

Del petróleo de Venezuela salía, en parte, la gasolina de los tanques, los camiones artillados y, sobre todo, los aviones que provocaban la muerte de millones de civiles inocentes. Mientras los barones del Complejo Militar-Industrial-Terrorista que dominaban al imperio yanqui, convertido ya en el primero, o sea el más feroz, del mundo, se enriquecían aun más con la gran producción de guerra, los soldados de Estados Unidos morían por cientos de miles, y la mayoría de los venezolanos se seguía hundiendo un poco más en su pobreza, en medio de una inmensa fortuna natural que servía para enriquecer más a los ricos y empobrecer más a los pobres. En aquella gran guerra, la sangre de los humildes fortaleció aun más a quienes habían provocado la masacre, pero todos quedaron cubiertos: los ricos, de oro; los pobres, de sangre.

El fin de la matanza, en 1945, le trajo a Venezuela la frescura de un amago de revolución. Hubo una reacción, el país cambió en algo. El 18 de octubre se produjo una rebelión cívico-militar y Rómulo Betancourt llegó al poder con un programa populista. No era el Rómulo de la loba de Roma que fue el lobo de su hermano Remo, sino el que ya no quería que el hombre siguiera siendo lobo del hombre. Parecía como si la garra de los caudillos de Táchira fuese ya sólo un recuerdo y que, a partir de entonces, el país sería gobernado por la inteligencia, no la brutalidad; la palabra, no el colmillo.

Lo que Gómez tenía que haber hecho cuarenta años antes se convirtió en el grito nacional: el 50%. Que la mitad del oro negro acabara con la negrura del pueblo. Era un renacimiento, una esperanza.

El primer Rómulo lo planteó y el segundo lo convirtió en ley, aunque efímera. No parecía que estos nuevos políticos se fueran a robar lo que los imperios se habían robado. Las claras aguas auríferas de una potente cascada lavarían las sucias miserias del pueblo. Se sentía de cerca el perfume de una flor.

Pero como el hombre siguió siendo lobo del hombre y el Imperio seguía teniendo fauces lupinas, tres años después se desvaneció aquel aroma. Varios de los jefes militares que habían producido el golpe del 1945 dieron un zarpazo y deshojaron la flor. Uno de ellos –Delgado Chalbaud—fue asesinado al año siguiente. Otro heredó, entonces, todo el poder, que puso al servicio incondicional del Imperio y las compañías foráneas. Se llamaba Marcos Pérez Jiménez. Oriundo, por supuesto, de Táchira, como los viejos déspotas, era tan pequeño en tamaño como grande en infamia.

Después de tiranizar a su patria desde 1949, fue derrocado por una insurrección popular en enero de 1958. Vivió en Miami hasta 1963, en que fue extraditado a Venezuela –la clásica traición del Imperio a sus aliados, de la que Batista no fue ajeno-- para enfrentar un juicio por haberse apropiado de unos 200 millones de dólares. Después de estar cinco años en presidio se le conmutó la pena y vivió en España, adonde murió en el 2001.

CEGUERA DE TRIPAS E INDIGESTIÓN DE PUPILAS

Durante la dictadura de Pérez Jiménez se desconoció la ley del 50%, pero las compañías tenían que pagar una cuota un poco más alta de sus ganancias –una micra comparada con el 50%-- y el precio del petróleo subió. ¿Favoreció aquello al pueblo? Benefició, quizás, a un millón y medio de personas, pero el resto del pueblo siguió en la miseria. Un millón y medio era el 25% de la población de seis millones que tenía el país en 1955. ¿Y los otros cuatro millones y medio eran, acaso, invisibles? No, pero nadie los miraba.

Se fabricaron extensas autopistas, edificios enormes, mansiones lujosas, comercios espléndidos, centros de recreo que no tenían nada que envidiarle a los mejores del mundo. Si caminaba uno, entonces, por ciertas avenidas de Caracas y de las principales ciudades, podía llevarse la impresión de que el país se bañaba en oro y que sus ciudadanos eran venturosos y hasta felices. Pero ésa era sólo la pantalla, el velo, el maquillaje. En las lomas, los barrios, el campo, por doquier estaba la miseria, el abandono, la insalubridad, la ignorancia, la negrura no de la noche espectacular sino de la cueva infame. El 75% de los venezolanos siguió viviendo en la pobreza, a pesar de la inmensa riqueza.

Quien mirase a Venezuela, entonces, con la visión del burgués, podía augurarle un gran futuro. Carros fastuosos, mujeres enjoyadas, parrandas gozosas, entusiasmo, lujo; pero, por debajo de toda aquella fachada de luz, estaba el pueblo con su sombra. Su carencia hacía un agudo contraste con el derroche. Sentía hambre, pero tenía la libertad de ver a quienes devoraban manjares. Había ceguera de tripas e indigestión de pupilas.

¿PROGRESO?

Cuando el pueblo se rebeló contra el dictador en enero de 1958, ya Rómulo Betancourt no era el de 1945. El Imperio lo había comprado por treinta monedas. Ya no hablaba de socialismo ni de justicia social ni de grandes reformas, sino de progreso... el venenoso anzuelo del Imperio –“quien lucha por el progreso no puede gastar mucho ayudando al pueblo porque daña a la economía y empobrece al país”--. Como si el país fuese una roca, no una comunidad de seres humanos.

Con ese sofisma del desarrollo, el Imperio ha confundido a muchos líderes políticos, sobre todo a los que les conviene confundirse. Su objetivo no es proteger la economía de los demás países, sino debilitarlos para fortalecerse él. Eran los tiempos de Kennedy y la Alianza para el Progreso, o sea para que esa alianza beneficiara al Imperio.

Desde 1959, en que comenzó su segunda presidencia, hasta su muerte en 1981, Betancourt fue un sirviente del Imperio y un enemigo de la causa justa que había defendido en su juventud. No fue, como se le considera, “padre de la democracia venezolana”, sino creador de una oligocracia disfrazada que siguió expoliando al pueblo como habían hecho los imperios.

Cuando pasaron unos años y ya nadie hablaba de la Alianza, se probó que, en ese proceso, la proporción de pobres aumentó y disminuyó la clase media en toda la América Latina, mientras el Imperio y las oligarquías aumentaban su poder y riqueza.

Otros “izquierdistas”, también, se volvieron derechistas, como si fuesen bateadores ambidiestros. La aurora del 45 de convirtió en el crepúsculo de los 60 y 70, y en la noche de los 80 y 90. El petróleo siguió siendo una gran fuente de riqueza... para las minorías. En los países árabes se enriquecían las monarquías; en Venezuela, la oligarquía.

EL BANDIDO

Al llegar Carlos Andrés Pérez al poder, en marzo del 74, y nacionalizar el petróleo dos años después, lo que pudo haber sido la salvación nacional, la gran mayoría del pueblo siguió viviendo en la pobreza.

El saqueo de las transnacionales se convirtió, entonces, en el salteo de los nacionales. El dinero siguió saliendo del país. No lo sacaba ahora la Standard Oil ni la British Petroleum ni la Dutch Petroleum, sino los ministros, los empresarios, los magnates de PDVSA y, sobre todo, Carlos Andrés, el gobernante más corrupto y criminal que tuvo el país a partir de Gómez, vecino después, como es lógico, de Miami.

Algunas migajas se le tiraron al pueblo, pero el pan entero siguió estando en las manos de los menos. El combustible siguió enriqueciendo al Imperio porque el dinero iba a parar a los bancos de Miami. No se nacionalizó nada porque la riqueza no quedó en la nación, o sea en la mayoría de los nacionales, sino en la pequeña minoría que había sido por muchas décadas cómplice de la depredación imperial.

El pueblo seguiría sufriendo y ya no serian los dos millones y medio de la época de Gómez, ni los cuatro millones de la rebelión del 45 ni los diez millones de 1970, sino los quince millones de 1980 y los veinte de una década después y los veintitrés que vivirían en el país a fines del siglo.

Los signos de la época fueron la corrupción, el despilfarro, la inflación, la fuga de capitales, la anarquía típica del capitalismo, la poca visión del futuro, el lujo de las minorías junto a la pobreza de las mayorías.

Tal situación se mantuvo hasta que el pueblo venezolano eligió, el 6 de diciembre de 1998, a la antítesis de esa larga infamia.

2-. LA RESPUESTA DE CHÁVEZ

Se pudieran escribir muchos artículos sobre la obra social de Hugo Chávez, pero mi objetivo es sólo compararla con la situación que vivió el pueblo de Venezuela antes de su llegada al poder.

Veamos una breve semblanza de la obra que ha convertido al gobierno de Venezuela en uno de los mayores defensores de los derechos humanos en el mundo. De los verdaderos derechos humanos, no de los falsos que proclaman el Imperio y sus secuaces, que han sido, precisamente, los mayores violadores de esos derechos en todo el mundo y a lo largo de la historia.

REVOLUCIÓN BOLIVARIANA

La gran reforma pacífica a la que Chávez llama Revolución Bolivariana y Socialismo del Siglo XXI se fundamenta en el antiimperialismo, el pan-americanismo y un profundo cambio social en el país, sobre todo en materia de salud, educación, vivienda, reforma laboral y agraria y bienestar social en general. Ese proceso le ha dado a Venezuela una justa Constitución que le ha traído al país una vida nueva. En el plano internacional, es de gran importancia en este proceso el proyecto de cooperación latinoamericana conocido como Alianza Bolivariana de las Américas –ALBA--, y otros esfuerzos de integración regional y continental como la CELAC –Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe--.

En el aspecto nacional y político, se debe mencionar la fundación en el 2,007 del Partido Socialista Unido de Venezuela --PSUV--, y en el orden económico y social, la formación de las Misiones Bolivarianas, los Consejos Comunitarios y el Plan Fonden que ha dedicado, este último, decenas de miles de millones de dólares para beneficiar a las clases más necesitadas que siempre fueron tan discriminadas en la época capitalista. Si Chávez logra mantener su justa causa, sería la primera vez en la historia que una reforma se convierte en revolución por la vía pacífica.

ANTIIMPERIALISMO

Chávez ha mantenido una digna política antiimperialista al denunciar los crímenes del Imperio y sus cómplices en el Oriente Medio, y condenar el criminal bloqueo económico al pueblo de Cuba, apoyando, además, a los gobiernos populares y antiimperialistas de Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, Paraguay, Guatemala y otros. Ha condenado, también, la masacre del Imperio y la OTAN contra el pueblo de Libia, y se ha solidarizado con los pueblos de Irán, Corea del Norte y Siria ante la amenaza y la subversión imperialistas. No ha habido un solo crimen perpetrado por el Imperio y sus aliados que no haya sido denunciado por Chávez aun desde antes de su llegada al poder en 1999.

GUERRA CONTRA LA POBREZA

De acuerdo a investigaciones realizadas por Naciones Unidas, el índice de pobreza en Venezuela era de un 55.4% en 1998, y de un 28% en el 2008, o sea que en el primer decenio de Chávez la pobreza fue eliminada en un 27.4% de los venezolanos, siete millones y medio de personas. Estos índices de pobreza sólo incluyen la entrada en dinero, no el acceso gratuito a la atención médica y la educación, o sea que la mejoría en este sentido es aun mayor. Si estas cifras fuesen correctas –y Naciones Unidas no suele dar informes falsos ni exagerados-- sería la primera vez que un gobierno sustrae de la pobreza a 750,000 personas cada año, 14,000 cada semana, 2,000 cada día. Formidable esfuerzo.

EL PRIMERO DE LOS DERECHOS HUMANOS

El gobierno creó el Sistema Nacional Público de Salud, similar al de Cuba y al National Health Service de la Gran Bretaña y otros países civilizados de Europa, para brindarle a todos los ciudadanos atención médica gratuita, lo que, por supuesto, no existe en Estados Unidos, país que en este sentido está aún en la prehistoria. El Plan Barrio Adentro ha logrado que 17 millones de personas tengan atención médica gratuita (antes de 1999 sólo unos tres millones de personas tenían ese beneficio)

Más de 30,000 héroes cubanos, entre médicos y personal de salud, y otros tantos venezolanos, han ayudado a este magno esfuerzo. En el año 2,000, el 1.6% del PNB era dedicado a la salud; en el 2006 ya alcanzaba el 7.7% y esto ha ido en aumento en estos últimos seis años.

La Misión Milagro es una inmensa operación humanitaria concebida por Cuba en la que se ha operado de la vista, gratuitamente, a cientos de miles de seres humanos de bajos recursos. Sólo en el año 2,005 se operó a un cuarto de millón de personas, entre ellas 176,000 de Venezuela. Esta misión se realiza, además, en Bolivia, Argentina, Nicaragua, Brasil, Ecuador y otros países. El plan concibe efectuar seis millones de operaciones de la vista, de ellas tres millones en Venezuela. La tasa de mortalidad infantil se ha reducido de 55 por mil en 1998, a 10 por mil en el 2010.

A partir de septiembre del 2001, mientras el Imperio ha asesinado a millones de civiles inocentes, los médicos cubanos le han salvado la vida y la visión, gratuitamente, a millones de personas de bajos recursos: dos mundos opuestos, el de la sangre y el de la conciencia.

MISIÓN MERCAL

A partir del 2,004, se crearon más de 15,000 tiendas de alimentos en todo el país incluyendo los sitios más apartados. Sus 250 artículos alimenticios básicos son subvencionados por el Estado en un 30%. Más de 13 millones de personas dependen de estas tiendas para alimentarse, casi la mitad de la población nacional. Esta fue la respuesta de Chávez a la acción criminal de las tiendas de alimentos capitalistas que fueron paralizadas por sus propietarios para protestar contra las medidas humanitarias del gobierno, con el consecuente daño a la población más necesitada.

EDUCACIÓN

En el 2,005, la UNESCO proclamó que el analfabetismo había sido eliminado en Venezuela, después que por la Misión Robinson 1 se había logrado alfabetizar a más de un millón y medio de ciudadanos mayores de diez años de edad. Por la Misión Robinson 2 se está tratando de que toda la población del país alcance al menos el sexto grado. Gracias a las misiones Ribas y Sucre, decenas de miles de estudiantes han terminado sus estudios universitarios. La luz de la enseñanza ha llegado a los lugares más apartados del país y ha beneficiado a millones de seres humanos que, bajo otros gobiernos, no hubieran podido ni siquiera alfabetizarse. Desde 1999 se han creado en el país decenas de nuevas universidades.

VIVIENDA

De 1999 hasta hoy se han construido cientos de miles de nuevas viviendas que se les han vendido a las personas de bajos recursos a precios justos. Cientos de Comunidades de la Construcción albergan a decenas de miles de familias que antes vivían casi en la indigencia. En las áreas de las nuevas viviendas hay transporte, comercios y escuelas.

COOPERATIVAS

Desde 1999 se han integrado unas 100,000 cooperativas dirigidas por los propios obreros a las que pertenecen casi dos millones de ciudadanos. El gobierno les ha dado crédito y entrenamiento técnico.

MADRES DEL BARRIO

Grupos de madres que vigilan las comunidades y barrios para luchar contra el consumo de drogas, la deserción escolar y los abusos conyugales. Más de 200,000 amas de casa reciben una ayuda equivalente al 80% del salario mínimo.

AGUA POTABLE

En 1998, casi la mitad de la población no tenía acceso directo al agua potable. Hoy la gran mayoría lo tiene. El Ministerio de Recursos Naturales está creando una red de agua potable en las regiones en las que aún se carece de la misma.

PENSIONADOS

Hoy hay casi dos veces y media más personas recibiendo ingresos por retiro que en 1999, de 387,000 a más de 900,000.

Estos datos no son los mejores ni los más actuales, pero nos dan una semblanza del gran contraste entre el gobierno de Hugo Chávez y los demás gobiernos venezolanos desde la independencia.


carlos.rivero@att.net


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Carlos Rivero Collado


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