Uno de los errores cometidos por muchos procesos revolucionarios ha sido el irse cerrando ante las voces de los de abajo, lo que en oportunidades dio paso a la “disidencia desde adentro” y luego al “salto de talanquera”.
Eso de considerar a la crítica como algo peligroso terminó ahogando muchos procesos de cambio, hasta hacerlos desembocar en gobiernos burocratizados, alejados del pueblo, insensibles ante el padecer de la gente.
En el proceso que vive Venezuela no han faltado las posturas cerradas ante las críticas, incluso hasta el propio camarada Chávez ha caído en estos “bajones”, lejos de sus posturas tolerantes y abiertas al debate que le hacen reclamar a sus partidarios una postura más crítica.
Aporrea ha sido un factor muy importante para que se oigan voces inconformes dentro del proceso revolucionario, además de haber posibilitado el debate abierto, lo que –por ejemplo- no ha sido viable dentro del PSUV.
En Aporrea han encontrado un espacio tanto los reformistas o socialdemócratas que son partidarios de las media tintas, hasta defensores de un desarrollo lleno de sambiles y teléfonos celulares, como de los más radicales, partidarios de un socialismo abierto para la gente del pueblo. Incluso, ha sido espacio para los extremistas que ven en Chávez a un reformista y para los trotskistas que no leen a Trotsky.
A tal punto que Aporrea se ha convertido en un espacio para la lectura obligatoria incluso para los antichavistas, al menos de los antichavistas no enfermos que buscan en las opiniones y las diferencias del chavismo un campo para la reflexión.
Por supuesto, Aporrea no está exenta de errores, a veces hasta enredarse con cierto papel esquivo; pero su rol es de suma importancia.
Soy de los que considero –y esto no tiene nada de jalabolismo- que si el Presidente, los Ministros y otros altos funcionarios se pasearan por los artículos de Aporrea el gobierno podría marchar mejor.
También considero que si los amigos que dirige VTV se detienen en las críticas que se le hacen desde artículos en Aporrea, más que en los halagos al “mejor canal del mundo”, no estarían animando con tanto fervor el culto a la personalidad, tan fatal para las revoluciones.
